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ÍNDICE
Introducción
1. Las bases del Magisterio
2. El Universo en la narración Bíblica
3. Parecidos y diferencias del relato del Génesis con los mitos de los
pueblos vecinos
4. El significado de los primeros capítulos del Génesis
5. Adán y Eva y sus hijos
6. Historia y prehistoria.. Los datos fósiles
7. Los datos de la biología molecular
8. Cuándo apareció Adán
INTRODUCCIÓN
He podido comprobar, en los años
que llevo en la docencia, que los alumnos adolescentes se plantean muchas
dudas sobre cómo compaginar lo que aprenden en las clases de Religión
sobre la Creación, y lo que les explican en Ciencias Naturales, sobre todo
en lo que se refiere al origen y prehistoria del hombre.
A pesar de que la solución a estos problemas ha sido clarificada hace ya
mucho tiempo por el Magisterio de la Iglesia, que es quien interpreta
auténticamente las Sagradas Escrituras, sus enseñanzas no han llegado al
gran público, y los alumnos no encuentran respuestas claras de sus padres
o profesores.
Por mi condición de biólogo y por haber estudiado en mi doctorado en
Teología las relaciones entre ciencia y fe, con frecuencia me preguntan
sobre estos temas profesores y alumnos. Son habituales preguntas como las
siguientes: "Es verdad lo que dice el Génesis?", "De dónde salieron
nuestros Primeros Padres?", "Cómo es posible que Caín fuera agricultor y
Abel ganadero, si durante mucho tiempo el hombre prehistórico no conoció
ni la agricultura ni la ganadería?"...
Muchas veces me han pedido también bibliografía pero, aunque hay mucha, no
conozco ninguna publicación donde se encuentren respuestas a todas éstas
preguntas reunidas y explicadas al alcance de todos.
Por eso me he decidido a escribir este folleto, dirigido principalmente a
padres y educadores, que intenta aclarar lo esencial y, después, un libro
para los que quieran profundizar más en aspectos propiamente científicos y
filosóficos, y en algunas consecuencias teológicas.

1. LAS BASES DEL MAGISTERIO
Los últimos papas han hablado con frecuencia sobre el significado de los
primeros capítulos del Génesis, pero el documento fundamental, donde se
resuelve la cuestión que nos ocupa -el origen del hombre-, es la Carta
Encíclica de Pío XII Humani Géneris (12 de agosto de 1950). En ella hay
dos proposiciones fundamentales en los números 29 y 30.
En el número 29 se lee: "(...) El magisterio de la Iglesia no prohíbe que
-según el estado actual de las ciencias y de la teología- en las
investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes en ambos
campos, sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto
busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente -pero
la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por
Dios (...)".
El número 30 aborda la doctrina cristiana del monogenismo: "(...) los
fieles cristianos no pueden abrazar la teoría de que después de Adán hubo
en la tierra verdaderos hombres no procedentes del mismo protoparente por
natural generación, o bien de que Adán significa el conjunto de muchos
primeros padres, pues no se ve claro cómo tal sentencia pueda compaginarse
con cuanto las fuentes de la verdad revelada y los documentos del
Magisterio de la Iglesia enseñan sobre el pecado original, que procede de
un pecado en verdad cometido por un sólo Adán individual y moralmente, y
que, transmitido a todos los hombres por la generación, es inherente a
cada uno de ellos como suyo propio".
En resumen:
1. En el origen del hombre, el cuerpo humano no tiene que haber sido
creado inmediatamente por Dios pero sí su alma -al igual que ocurre en el
momento de la concepción de cualquier hombre-.
2. Toda la humanidad procede de un sólo hombre -"protoparente"-, que en la
Sagrada Escritura se llama Adán, y esta verdad se desprende directamente
de la doctrina de la Iglesia sobre el Pecado Original, cometido
personalmente por un hombre y heredado por todos sus descendientes.
Salta, pues, a la vista que la Iglesia no interpreta la narración del
Génesis en sentido literal, sino que, basándose en el conjunto de la
Revelación y en la autoridad dada por Dios al Magisterio, extrae las
verdades que Dios nos ha querido dar a conocer a través de la narración
del autor sagrado.
Llegados a este punto, es interesante detenerse a considerar en su
conjunto el relato de la Creación, para clarificar el significado perenne
que subyace en su primitivo género literario.
2. EL UNIVERSO EN LA NARRACION BIBLICA
El autor sagrado nos narra la Creación de un mundo tal como se concebía en
aquella época: de acuerdo con la "ciencia" del momento.
Su concepción se puede resumir del siguiente modo: el universo está
formado por una cúpula resistente y firme -firmamento-, apoyado en grandes
montañas que se encuentran en los confines de la tierra -los
"fundamentos"-. Toda la tierra está rodeada por "las aguas", el firmamento
hace que haya tierra seca, separa las "aguas superiores" de las "aguas
inferiores"; éstas últimas afloran a la tierra en los mares y ríos.
El sol, la luna y las estrellas son seres móviles -más perfectos, para su
mentalidad, que las plantas que carecen de movimiento-. La lluvia caía
cuando se abrían unas compuertas situadas en el firmamento, dando así
entrada a las aguas superiores.
Esta visión, por supuesto, no era sólo la del Pueblo de Israel, sino la de
todas las culturas relacionadas con él: ejipcios, babilonios, cananeos,
fenicios, etc.
Hoy en día, aunque el avance de la ciencia nos haya dado otra visión del
universo, podemos entender, conociendo la mentalidad del escritor, las
verdades esenciales que se nos enseñan en el relato del Génesis; narradas
en un estilo literario y con una visión del mundo necesarios para que
también las comprendieran los hombres de aquellas épocas.
Hay que tener en cuenta que esta forma de interpretación es ya muy
antigua, si bien sólo se ha generalizado en los dos últimos siglos. Al fin
y al cabo, para la salvación del hombre, es accidental que el firmamento
esté constituido por una rígida cúpula o por millones de estrellas y
galaxias.
Para ver, pues, qué es lo esencial nos fijaremos primero en las
diferencias existentes entre la concepción del Pueblo Elegido, inspirada
por Dios, y las de sus pueblos vecinos.

3. PARECIDOS Y DIFERENCIAS DEL RELATO DEL GÉNESIS CON LOS MITOS DE LOS
PUEBLOS VECINOS.
Hay una cuestión que sorprende a los historiadores: la concepción del
mundo y de la creación es similar en todos los mitos pertenecientes a las
culturas que rodeaban al Pueblo de Israel. Sus relatos tienen muchas
coincidencias, en la forma, con el del Génesis; podemos decir que
convienen en la "materialidad del relato", pero se diferencian en las
cuestiones religiosas fundamentales. La concepción de Israel es mucho más
profunda y original a pesar de ser culturalmente menos avanzado, por ser
un pueblo más reciente.
En los otros relatos se habla siempre de un caos preexistente a todo,
donde va formándose el primer dios, del cual derivan los otros dioses o
semidioses (el sol, la luna, la tierra, los elementos, las estrellas,
etc.), dioses que tienen limitaciones, no son todopoderosos, tienen que
luchar para vencer. En cambio en el Antiguo Testamento se nos muestra un
Dios que existe antes que todo, un Dios personal, que crea libremente el
mundo, un mundo distinto de El y que antes no existía, que no es una
emanación suya.
El verbo "crear" -en hebreo "bará"- es utilizado en la Biblia como una
acción exclusivamente divina: "sacar algo de la nada", noción que no
existe en las culturas vecinas: "A esta noción -creación de la nada-, no
había llegado nadie, ni siquiera la sabiduría griega precristiana. Y
continúa siendo un misterio incluso para la cultura de nuestros días".
Una vez creado por Dios, el mundo comienza siendo un caos, pero el orden
no va saliendo del propio caos, como en los mitos vecinos, sino que es el
mismo Dios, personal y transcendente, el que lo va ordenando con la fuerza
de su palabra.
En los relatos míticos va apareciendo un inestable orden, como resultado
de las victorias de unos dioses sobre otros. El Dios del pueblo hebreo es
Todopoderoso, nada se le puede enfrentar porque todo ha sido hecho por El:
no existe ninguna fuerza que se oponga a Dios, o que Dios tenga que
vencer.
Llegados a este punto, estamos ya en condiciones de abordar el mensaje
esencial y permanente que se nos transmite en el relato del Génesis.
4. EL SIGNIFICADO DE LOS PRIMEROS CAPÍTULOS DEL GÉNESIS.
Como ya hemos visto, lo primero que se nos enseña es la existencia de un
Dios personal y transcendente, por el que han sido creadas todas las cosas
distintas de El. Después se van desmantelando, una a una, las ideas de las
culturas paganas, que siempre han tendido a divinizar o "sobrenaturalizar"
lo que no pueden entender o dominar.
Como dice el Cardenal J. Ratzinger: "De manera que la Escritura no
pretende contarnos cómo progresivamente se fueron originando las
diferentes plantas, ni cómo se formaron el sol, la luna y las estrellas,
sino que en último extremo quiere decirnos sólo una cosa: Dios ha creado
el Universo. El mundo no es, como creían los hombres de aquel tiempo, un
laberinto de fuerzas contrapuestas ni la morada de poderes demoníacos, de
los que el hombre debe protegerse. El sol y la luna no son divinidades que
lo dominan, ni el cielo, superior a nosotros, está habitado por
misteriosas y contrapuestas divinidades, sino que todo esto procede
únicamente de una fuerza, de la Razón eterna de Dios que en la palabra se
ha transformado en fuerza creadora"; es decir, en pocas palabras se
desarticula toda creencia en la divinidad de las criaturas y de la
creación.
Desde esta perspectiva, repetidamente propuesta por el Magisterio -y que
incluso se encuentra en la misma Sagrada Escritura-, lo que nos enseña el
Génesis es que Dios ha hecho la creación según un plan ordenado, que se va
desarrollando a lo largo del tiempo. Este sucederse ordenado de las cosas,
previsto y sostenido por Dios, es lo que se llama en Teología "Providencia
ordinaria".
El "primer día" comienza después de la aparición de la luz: "Vio Dios que
la luz era buena y la separó de las tinieblas, y llamó a la luz día y a
las tinieblas noche. Hubo así tarde y mañana: Día primero". En los
sucesivos "días", o períodos de tiempo, van apareciendo ordenadamente los
diversos seres, de menor a mayor perfección. Llama la atención que este
orden de aparición concuerda, esencialmente, con lo que sabemos hoy por
las observaciones científicas -a diferencia de otros relatos de la época
que son en este punto bastante aleatorios-, salvo en el caso de las
plantas, que aparecen antes que el sol, la luna y las estrellas,lo que se
explica, como ya habíamos apuntado, por la idea de que las plantas debían
de ser más imperfectas ya que carecían de movimiento.
Esta coincidencia es una muestra de la capacidad de conocimiento
sapiencial del autor sagrado, que intuye el orden real de la creación
contemplándola, sin necesidad de tener datos científicos, algo que, quizá,
el hombre moderno ha perdido la costumbre de hacer.
En el "día" quinto aparecen los seres vivos en el agua, y en el "día"
sexto aparecen los animales terrestres y, con una especial solemnidad, el
hombre; mostrándose así también como obra de Dios, tales como son, con la
diferenciación de sexos y la fecundidad, que eran objeto de adoración en
muchos pueblos.

5. ADAN, EVA Y SUS HIJOS.
Hay que tener en cuenta que "en la Biblia se ofrece una visión de conjunto
de la historia del Universo y del hombre desde su origen hasta su final,
en una perspectiva religiosa y transcendente. Dentro de esta visión de
conjunto, la parte histórica de la Biblia que podemos relacionar con la
historia de los pueblos, y de la que los autores sagrados tuvieron noticia
de una u otra forma, abarca desde la época patriarcal (hacia 1800 a.C.)
hasta las primeras comunidades cristianas (finales del s.I d.C.). En la
Biblia queda recogida desde el capítulo 11 del libro del Génesis hasta el
3 del Apocalipsis. Lo anterior y lo posterior a estos capítulos, aún
conteniendo verdades fundamentales de orden histórico, como la creación y
el final del mundo, escapa a la comprobación científica, histórica o
arqueológica. Se trata de acontecimientos cuya explicación no puede
desvincularse de una actitud religiosa: aceptación de fe o rechazo
gratuito".

El hombre es creado por Dios para ser su representante en la tierra, y
para llevarla a la perfección mediante su trabajo.
Adán y Eva son puestos por Dios en el Paraíso, en una situación de dicha
sobrenatural que no se merecen. Dios no crea al hombre para servirse de
él, sino para hacerle partícipe de su propia felicidad por pura Gracia.
Esto se manifiesta, entre otras cosas, en la posesión de algunos dones no
pertenecientes a la naturaleza material, como el de la inmortalidad.
Existe aquí una clara diferencia con los relatos míticos. Dos ejemplos: en
la "Leyenda de Asciela" -Mesopotamia (Mito de Atraharis)- un dios vencedor
forma al hombre con arcilla amasada con sangre de un dios vencido, para
que le sirva; y en el poema de Gilgamés es el propio hombre el que intenta
conseguir la inmortalidad pero, cuando está a punto de conseguirla, le es
robada por "la serpiente".
Para que el hombre se merezca esos dones Dios le somete a una prueba
mediante un mandato, lo cual se nos transmite en el Génesis con la imagen
de la prohibición de comer del "árbol de la ciencia del bien y del mal".
Pero el hombre, engañado por el demonio, lo incumple y comete el primer
pecado; se nos enseña así el hecho histórico del pecado original. Aquí
está el origen del mal en el mundo: el mal no tiene entidad en sí mismo,
es una falta de un bien debido; el mal existe, pero no viene de Dios.
El relato de Caín y Abel (Gen. 4,1-15), y los que le siguen, nos quieren
mostrar cómo el mal se va extendiendo en el mundo, consecuencia de la
herencia del pecado de nuestros primeros Padres; sus descendientes no
consiguen dirigirse hacia el bien sin la ayuda de Dios. En este sentido,
Caín y Abel son una imagen de todos los descendientes de la primera
pareja.
Que Caín sea agricultor -sedentario- y Abel ganadero recoge, según muchos
estudiosos, una advertencia al pueblo de Israel, que era nómada -ganadero-
hasta que se asentó en la tierra prometida; trata de subrayar la necesidad
de no dejarse influir por la superior cultura de los pueblos cananeos,
para no caer en su politeísmo. Era éste un peligro constante para el
pueblo hebreo, en el que, de hecho, cayó en numerosas ocasiones.
Vemos pues que no existe el problema del vacío histórico entre la época en
que vivieron Adán y Eva -hace, al menos, 100.000 años- y la aparición de
la agricultura y la ganadería en épocas muy posteriores.

6. HISTORIA Y PREHISTORIA. LOS DATOS FOSILES.
Como todo el mundo sabe, los animales actuales que están más próximos al
hombre son el chimpancé y el gorila; su parecido biológico, como veremos
en el siguiente capítulo es realmente sorprendente.
Sin embargo, sabemos por la paleontología que hubo en otros tiempos seres
aún más parecidos. Sus fósiles, después de muchos años de estudios y
comparaciones, han sido agrupados por los expertos en cuatro grupos:
Australopitecos, Homo habilis, Homo erectus y Homo sapiens. Aunque durante
muchos años se especuló sobre si habrían ido adoptando la postura erguida
paulatinamente -por eso sólo al tercero de ellos se le denominó erectus-,
hoy se sabe que ya los primeros australopitecos estaban exclusivamente
adaptados al andar bípedo.
Los australopitecos aparecieron hace unos cinco millones de años, y sus
restos más recientes son de hace algo más de un millón de años. Todos los
fósiles que pertenecen con seguridad a australopitecos se han encontrado
en un sólo continente: Africa.
Los australopitecos son unos homínidos de pequeña estatura, su talla media
era de 1 m. 20 cm.
Su capacidad craneal era superior a la de cualquier animal de la
actualidad, excepto el hombre. Su cerebro tenía un volumen de unos 500 cc.,
similar a la del actual gorila, pero éste es cinco veces más corpulento.
El tamaño del cerebro de los australopitecos no sufrió variaciones
apreciables en sus casi cuatro millones de años de existencia.
Hace más de dos millones y medio de años aparece, también en Africa, el H.
hábilis. Sus últimos restos datan de algo más de un millón de años.
Según parece se extendió por parte del continente asiático, ya que hay
restos en la isla de Java que se atribuyen a esta especie. En aquella
época, y hasta tiempo después de la aparición del H. sapiens, esta isla,
junto con otras cercanas como Borneo y Sumatra, se encontraban unidas al
continente.
Desde hace poco más de dos millones de años el H. hábilis consigue
desarrollar una industria lítica -"Olduvaiense"-, gracias a la adquisición
de una capacidad a la que ningún ser vivo había llegado hasta ese momento:
la habilidad de utilizar instrumentos secundarios. Sus instrumentos son
toscos y van mejorando lentamente a lo largo de cientos de miles de años
sin sufrir ningún salto cualitativo.
Su capacidad craneal va creciendo con el tiempo desde 500 hasta una media
de 700 cc.
El H. erectus aparece en Africa hace más de un millón y medio de años.
Después se extiende por algunos lugares de Asia -se encuentran restos en
Java y China- y de Europa. Vivió hasta hace unos cien mil años.
Hereda la industria lítica de H. hábilis. Esta permanece en algunos
lugares hasta hace 350.000 años. En otros aparecen la industria "abebillense"
(700.000-390.000) y la "achelense" (400.000-120.000). Todas éstas se van
perfeccionando con el tiempo pero, según parece, sólo con la industria "achelense"
se produce un salto cualitativo. Vemos, pues, que durante casi un millón
de años, la mayor parte de su existencia, no consiguió mejorar la
industria lítica heredada del H. hábilis.
Su capacidad craneal crece, también, desde 700 a unos 1400 cc.
El H. sapiens es nuestra propia especie. Según los recientes estudios
moleculares tiene una antigüedad de algo más de 100.000 años. Hay acuerdo
en esto entre genetistas y biólogos moleculares. Los paleontólogos se han
ido adhiriendo poco a poco a los datos de la biología molecular, pero aún
hay bastantes que mantienen un origen más alejado en el tiempo. La
capacidad craneal media es de 1450 cc. y no ha sufrido variaciones
apreciables con el tiempo. El hombre de Neandertal, que según la mayoría
de los expertos actuales era simplemente una raza de H. sapiens, parece
que tenía una media algo superior: unos 1500 cc.
Desde su aparición mejora las industrias líticas anteriores, dando lugar a
saltos cualitativos de forma cada vez más rápida: "Musteriense" -desde
hace algo más de 100.000 años hasta unos 45.000-, "Chatelperroniense"
-45.000-, "Auriñaciense" -35.000-, "Gravetiense" -28.000-, "Solutrense"
-22.000-, "Magdaleniense" -13.000-; después vienen la "Mesolítica" y la
"Neolítica", la "Edad del bronce", la "Edad del hierro", etc.
Es el primero que entierra a los muertos, los más antiguos enterramientos
encontrados son de hace 80.000 años. También es el primero que hace arte;
los primeros objetos u obras de este tipo que poseemos datan de hace unos
35.000 años. Hace más de 8.000 años inventó la agricultura y, antes, había
aprendido a domesticar animales.
De estos cuatro grupos, se considera que el de los australopitecos
constituye un género del que existieron varias especies; de la primera de
ellas procedería el H. hábilis, que sería la primera especie de un nuevo
género: el género Homo; por tanto esta especie y las dos siguientes se
encuadran como tres especies distintas pertenecientes a un mismo género.
Aunque esta diferenciación específica no se puede basar más que en la
morfología de los fósiles, los expertos, después de los primeros años de
estudios se han mostrado unánimes, y sus conclusiones han sido apoyadas
posteriormente por datos genéticos, como veremos más adelante.
Lo que diferencia al ser humano de los demás animales es el pensamiento,
algo que los filósofos denominan con frecuencia "capacidad de abstracción"
o inteligencia, y los científicos "inteligencia reflexiva". Se habla, a
veces, de la inteligencia de los animales, pero es evidente que hay una
diferencia cualitativa entre las dos.
Hoy todo el mundo está de acuerdo en que los australopitecos no poseían
esta capacidad, es decir, no eran seres humanos. Sobre las tres especies
de Homo aún no hay unanimidad sobre cual fue la primera que poseyó
inteligencia reflexiva, pero, según van apareciendo nuevos datos, cada vez
hay más científicos que se inclinan a pensar que "ser humano" se
identifica con "H. sapiens". Aunque para nuestro propósito esto no es
fundamental, profundizaremos algo más en este aspecto, porque es
interesante y puede clarificar algunas ideas.
La mayoría de las civilizaciones y de los hombres han considerado que nos
diferenciamos de los animales en algo inmaterial o, más concretamente,
espiritual; es lo que llamamos alma. La fe nos ratifica esta verdad, a la
que han llegado la mayoría de los filósofos.
Sólo con contemplar la realidad podemos llegar a la conclusión de que
nuestra inteligencia no es consecuencia del gran tamaño de nuestro
cerebro, sino una capacidad espiritual, pero el hombre es una unidad de
alma y cuerpo, y necesitamos ese órgano tan complejo para poder manifestar
esa inteligencia, análogamente a como el cerebro, por sí sólo tampoco
puede hacer nada, necesita, entre otras muchas cosas, las imágenes que le
vienen a través de los sentidos.
La mayor o menor capacidad cerebral, en los animales, lo que aporta es una
mayor o menor capacidad de aprendizaje, una mejor adaptación a la realidad
circundante, pero no su contemplación. Un chimpancé, por ejemplo, necesita
mucho tiempo para aprender, mediante el mecanismo ensayo-error, a dar la
forma más adecuada a una rama para "pescar" termitas; el hombre puede
prediseñar, idear, una herramienta sin necesidad de haberla usado nunca e,
incluso, si él mismo no la va a usar, porque puede abstraer de la
realidad: puede tener la realidad en su mente. El hombre también usa el
método ensayo-error, por ejemplo, para perfeccionar un avión, pero para
hacer un avión ha tenido que pensar, y ha necesitado una cultura, que es
la herencia de lo que otros hombres han pensado antes. En efecto, el
hombre no sólo produce técnicas, sino, además, cultura; sólo el hombre
tiene cultura, que es un fruto del pensamiento.
El hombre supera la evolución material gracias a su evolución cultural,
que le permite adaptarse a todos los medios sin necesidad de cambios
materiales en su cuerpo.
La mayor o menor capacidad cerebral sólo produce, en los animales, una
mayor capacidad de aprendizaje, que les permite añadir sus experiencias a
las pautas de comportamiento meramente instintivas; estas últimas están ya
"programadas" en sus genes antes de nacer. Sin embargo el pensamiento es
una capacidad que no puede ser producto de la materia, ya que es
inmaterial: nos capacita para poseer inmaterialmente, en nuestra mente,
objetos que captan nuestros sentidos y que son procesados en nuestro
cerebro, y para llegar, por abstracción, a cosas inmateriales como, por
ejemplo, el concepto de número, relacionado con la multiplicidad de seres
materiales, pero desvinculado -abstraído- de su propia materialidad.
En el transcurso de su evolución, H. hábilis y H. erectus no muestran
capacidades artísticas. El hecho de el progresivo crecimiento de su tamaño
cerebral se puede explicar por su necesidad de adaptarse a medios
distintos, sobre todo mediante una mayor capacidad de aprendizaje. No
consiguen dar más que un salto en cada una de sus industrias líticas, lo
que podría significar que son capacidades del ser material de esa especie,
que no cambia sustancialmente mientras no hay cambio de especie. En
cambio, en el ser humano, las capacidades culturales no son tanto de la
especie como de la persona, del individuo: una obra humana, la más simple,
no se atribuye al hombre en general, lleva la firma de un hombre concreto,
que se puede identificar, lo que no ocurre con los demás animales. Esto es
así porque el ser humano está por encima de su materia, cada ser humano es
como un universo, no un simple componente del universo o de su especie.
En conclusión, podemos pensar que el primer ser humano es el H. sapiens,
ya que a pesar de mantener su tamaño cerebral estable, produce continuos
saltos en sus industrias, como ya hemos visto, quizá estas industrias
correspondan, por primera vez, a unas culturas, que muy pronto forman
sociedades en las que se da culto a los muertos, después producen la
ganadería y la agricultura, y el arte. Esto sólo se puede explicar por la
aparición de una inteligencia inmaterial, que ya no necesita un aumento
del tamaño cerebral, porque con el pensamiento se puede adaptar a
cualquier medio, superando la capacidad de un mero aprendizaje psíquico.
De hecho el H. sapiens es la única especie que se ha adaptado a todos los
medios, y los ha conseguido dominar, y en mucho menos tiempo del que sus
predecesores necesitaron para adaptarse a unos pocos medios, separados
geográficamente pero bastante similares entre sí.
Algunos piensan que H. hábilis y H. erectus ya eran inteligentes por esa
capacidad nueva de usar instrumentos secundarios, pero lo mismo se pensaba
de los australopitecos hasta el descubrimiento de que los chimpancés
tienen unas capacidades similares a ellos; la posibilidad de usar
instrumentos secundarios se podría atribuir simplemente a un tamaño
cerebral que nunca antes se había alcanzado, y que proporciona una mayor
capacidad de aprendizaje. Además, en los últimos años, ha habido
investigadores que han conseguido enseñar a chimpancés a usar este tipo de
instrumentos, aunque parece claro que no pueden aprender por sí sólos.
También se ha especulado mucho sobre la complejidad de las técnicas
necesarias para hacer, por ejemplo, hachas de piedra como las que hacía el
H. erectus, pero en actuales fabricantes de hachas de piedra se ha visto
que lo hacen con asombrosa facilidad: las consiguen con unos pocos golpes
dados con precisión a unas determinadas piedras, extrayendo así su núcleo,
que es similar a los instrumentos paleolíticos más avanzados, después
siguen un proceso, ya complejo, para conseguir mejorarlos hasta obtener un
resultado que sólo fue conseguido tardíamente por el H. sapiens. De hecho,
los partidarios de que el H. erectus o el H. hábilis poseían inteligencia
reflexiva, han buscado en ellos manifestaciones artísticas y
enterramientos -que sí son pruebas definitivas-, pero no se han
encontrado.

7. LOS DATOS DE LA BIOLOGIA MOLECULAR.
Todo lo que esencialmente es un ser vivo está contenido en sus genes y en
la forma en que están ordenados en la cadena de ADN y en los cromosomas.
Estos tres conceptos son muy importantes para entender éste capítulo, los
explicaremos mediante un ejemplo. El ADN es una larga molécula que podemos
comparar con una cinta magnetofónica. Esta cinta tiene algunas partes
grabadas, con cierta información, y otras que no lo están. Las partes
grabadas son los genes, que entre todos dirigen el conjunto de las
funciones materiales necesarias en un ser vivo de una determinada especie.
A su vez, las distintas cadenas de ADN, cuando la célula se va a dividir,
se condensan en estructuras más manejables, los cromosomas, que equivalen,
en nuestro ejemplo, al cassette que contiene la cinta. Toda la información
está en la cinta, pero es totalmente distinto tener la cinta desparramada
que ordenada dentro del cassette; sin un determinado orden no podemos
extraer la información aunque de hecho esté ahí.
Hay una regla de la citogenética que supone que a cada especie corresponde
un número fijo de cromosomas -tiene muy pocas excepciones-. Por ejemplo,
el número cromosómico de la especie humana es de 46, y de 48 en el
chimpancé, gorila y orangután, aunque existen algunas diferencias
intracromosómicas.
Las cadenas de ADN se duplican para dar lugar a nuevas células, algunas de
las cuales producirán la descendencia. En esta duplicación puede haber
errores en la copia de un gen, como puede haber fallos en una grabación,
es lo que se llama mutación génica. Estas mutaciones pueden no suponer
ningún cambio, pero otras veces se produce una variación en el
funcionamiento de ese gen. Esta es la causa de muchas enfermedades de
origen genético, como la diabetes, la hemofilia, el cáncer, etc.
Cuantas más veces se divide una célula o más generaciones pasan, más
mutaciones se van acumulando.
Debido a esto se sabe, desde hace ya más de dos lustros, que comparando
ADN de especies distintas podemos saber cuánto tiempo hace que se
separaron. Este tipo de experimentos ha dejado clara la realidad de que ha
existido una evolución de los seres vivos, apoyando así lo que parecía
manifestar el registro fósil y otros datos científicos, lo que no quiere
decir que haya una teoría que explique bien el hecho, es más, se han ido
por tierra muchas suposiciones de las teorías que intentaban dar una
explicación global, como el "neodarwinismo".
El chimpancé y el hombre difieren tan sólo en un 1% de su ADN y de su
estructura cromosómica, y sus líneas evolutivas se separaron hace unos
cinco millones de años -antes se hablaba de, al menos, quince-,
precisamente la época en la que apareció el primer australopiteco. El
parecido con el gorila es ligerísimamente inferior, y su separación
dataría de hace unos ocho millones de años. Antes de conocer estos datos
moleculares no estaba claro si éramos más parecidos al gorila o al
chimpancé, pero hoy sabemos que el chimpancé está, biológicamente, mucho
más próximo al hombre que al gorila. Sin embargo, por sus capacidades
vitales, el chimpancé y el gorila son mucho más parecidos, y el hombre se
les escapa por completo. Que el hombre sea biológicamente tan próximo al
chimpancé y vitalmente tan superior, debería bastar a cualquier científico
para descubrir la evidencia de que semejante diferencia existencial no
puede radicar en su materialidad, sino en nuestro ser espiritual.
Comparando el ADN de las razas humanas actuales se desprende que todas
confluyen hace alrededor de 100.000 años, lo que significaría que todos
los hombres actuales proceden, muy probablemente, exclusivamente de H.
sapiens. Parece ser también que todas las lenguas confluyen hacia una
lengua ancestral que existió hace unos 100.000 años, según recientes
estudios de Johanna Nicols, de la Universidad de California en Berkeley;
lo que indicaría que, probablemente, todos los H. sapiens y sólo ellos
pueden hablar.
Los resultados de comparación de proteínas, de inmunología, etc.,
confluyen con los anteriores.
Otro tema distinto es el del mecanismo de formación de especies nuevas -"especiación"-.
Antes se pensaba que la forma habitual de especiación tenía lugar debido a
barreras geográficas, que impiden el cruce de dos poblaciones de la misma
especie durante largos períodos de tiempo, no pudiendo transmitirse sus
cambios genéticos, lo que acabaría dando lugar a dos especies distintas.
Sin duda ha habido especiaciones de este tipo, pero muchas son
difícilmente explicables de esta manera.
Hoy se sabe que también existen "barreras" genéticas. Las más frecuentes
son las que producen las mutaciones cromosómicas: una mutación cromosómica
puede no significar ningún cambio en los genes, pero, por ejemplo, si en
un individuo un cromosoma se ha dividido en dos -mutación cromosómica
denominada "disociación"-, sus cromosomas no se pueden aparear con los de
los otros animales de la especie de partida y se producirán
espermatozoides y óvulos inviables, dando lugar a infertilidad. Ese
individuo no se perpetuará en la especie a no ser que se cruce con una
pareja que posea la misma mutación, entonces podrían dar lugar a una nueva
especie. Es lo que se llama "especiación instantánea".
Puede parecer muy poco probable que esto suceda, pero a lo largo de
decenas de miles de años es muy probable que ocurra alguna vez, y de hecho
ocurre. Así se pueden producir nuevas especies a partir de una o pocas
parejas, y ya hay autores que piensan que éste es el mecanismo más
frecuente de especiación.
Un dato a tener en cuenta es que, desde el antecesor común al hombre y al
chimpancé, que como hemos visto existió hace unos cinco millones de años,
ha habido, en la línea evolutiva que conduce al hombre, cuatro mutaciones
cromosómicas, dato que coincide con las cuatro especies que se han
identificado en esta línea: una de australopiteco, H. hábilis, H. erectus
y H. sapiens. Esto podría significar que son, efectivamente, especies
biológicamente distintas y que todas se originaron por especiación
instantánea debido a una mutación cromosómica, aunque todavía es pronto
para decirlo.

8. ¿COMO APARECIO ADAN?
Teniendo en cuenta lo que hemos visto en los últimos capítulos, nos
inclinamos a pensar que Adán tuvo que ser el primer individuo de la
especie H. sapiens aunque, para la cuestión que nos ocupa, daría lo mismo
que fuera anterior. En todo caso sería el primer individuo de la primera
especie con inteligencia reflexiva, es decir, con alma.
Sabemos por la fe que el alma de cada hombre es inmediatamente creada e
infundida por Dios en cada nuevo individuo de la especie humana y, por
tanto, en el momento de su concepción.
No es muy lógico pensar, como se ve con frecuencia en un intento de
comprensión popular, que Dios infundiera el alma a un "mono". Ya hay
muchos teólogos, sin especiales conocimientos científicos, que piensan que
Adán tuvo que ser concebido y nacer como tal o, en otras palabras, que fue
creado por Dios en estado embrionario. Lo más natural es que haya
aparecido como los individuos de muchas nuevas especies: engendrado, con
una nueva mutación cromosómica, por un homínido exteriormente parecido a
él, pero de una especie distinta. Sus progenitores biológicos no serían
propiamente sus padres, ya que este concepto se reserva, en filosofía,
para quien engendra algo según su propia especie.
Ese individuo sería el primero con una dotación cromosómica y genética
correspondiente a la especie humana y, por tanto, Dios crearía y le
infundiría su alma, como hace siempre, aunque con la particularidad de que
ésa fue la primera vez, y debió haber una providencia especial de Dios,
entre otras cosas, para que también ocurriera con una hembra, la primera
mujer: Eva.
Al fin y al cabo, cómo aparecen todos los hombres?: por la unión de dos
células sin importancia, que en la mayoría de los casos se pierden antes
de unirse sin que esto sea ningún problema, pero su unión produce una
nueva célula con dotación genética y cromosómica humana, que aún siendo
una sola célula es totipotente -sus genes están programados para
desarrollar un organismo completo-, y que es, en consecuencia, un nuevo
individuo de nuestra especie al que Dios infunde un alma creada en ese
mismo instante.
Aunque esto pudo ocurrir de diversas maneras, vamos a exponer la más
sencilla. En un homínido macho existen algunos espermatozoides con una
mutación cromosómica que implica que ya no son los propios de su especie,
sino que han llegado a tener las características de un espermatozoide
humano; en un homínido hembra puede ocurrir lo mismo con algunos de sus
óvulos. Si estos dos homínidos se cruzan y se produce la fecundación de un
óvulo mutado con un espermatozoide mutado, entonces aparece el primer ser
humano, y el primer hecho sobrenatural en el universo material desde su
misma Creación: una nueva creación, la del alma del primer hombre.
Esto es lo máximo que podemos decir por ahora pero, aunque lleguen nuevos
datos científicos, nunca podremos saber exactamente cómo ocurrió
-necesitaríamos una máquina del tiempo-, pero sabemos que ocurrió, a esta
conclusión podemos acercarnos por la ciencia; y sabemos por la fe algo que
nunca podríamos saber por la ciencia: por qué ocurrió, quién lo planeó y
llevó a término, por qué lo hizo, por qué existe el mal y como podemos
vencerlo con la ayuda del Creador.
La fe nos enseña lo necesario y lo conveniente para nuestra felicidad y
salvación. Por la ciencia sabemos cada vez más cosas que no son necesarias
para ese fin, pero que bien entendidas y empleadas nos pueden ayudar a
conseguirlo.

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NOTAS
Ya en 1909, la Pontificia Comisión Bíblica, respondiendo a varias
preguntas sobre el carácter histórico de los tres primeros Capítulos del
Génesis, distingue entre la forma y el fondo, y dice lo básico que hay de
histórico en estos tres primeros capítulos:
a. La Creación de todas las cosas, hechas por Dios en el principio del
tiempo.
b. La unidad del género humano.
c. La felicidad original de nuestros primeros Padres en el estado de
gracia.
d. La integridad e inmortalidad de su situación originaria.
f. El mandato dado por Dios al hombre.
g. La transgresión del precepto divino por instigación del demonio.
h. La caída de nuestros primeros Padres de aquél estado de inocencia.
i. La promesa del futuro Redentor.
Hay que tener en cuenta que la Biblia no es un libro científico: su
finalidad es, exclusivamente, mostrarnos el camino de la salvación; para
tal fin usa las imágenes que mejor se pueden entender en cada época.
"E hizo Dios el firmamento, separando por medio de él las aguas que hay
debajo de las aguas que hay sobre él" (Gen.1,7).
San Agustín -s. IV- ya hacía una interpretación alegórica de este relato,
refiriéndose, por ejemplo, a que no había que tomar al pie de la letra la
Creación en seis días, cada uno de ellos podrían significar grandes
períodos de tiempo.
"La superioridad de esta doctrina sobre los sabios de los pueblos
antiguos, mucho más avanzados que el pueblo hebreo en las artes y en las
ciencias, no se explica únicamente por la genialidad de Israel; sólo puede
explicarse por la especial asistencia que Dios otorgó al pueblo elegido"
(J. M. Casciaro y J. M. Monforte, Dios, el mundo y el hombre en el mensaje
de la Biblia, EUNSA, Pamplona 1992).
"Al principio creó Dios el cielo y la tierra" (Gen.1,1).
J.M. Casciaro, cit., p.342.
"La tierra era soledad y caos (...)" (Gen.1,2). Aquí, como en otros muchos
lugares, hay un paralelismo con los otros relatos; pero, mientras en los
otros el caos es preexistente, en este caso es sólo la situación inicial
del universo después de haber sido creado por Dios.
"Entonces dijo Dios: <>, y fue hecha la luz" (Gen.1,3).
"En los mitos babilónicos el origen del mundo es el resultado de las
luchas entre dioses. El hombre admira y mitifica las grandes fuerzas de la
naturaleza" (J.M. Casciaro, cit., p.341). Lo que hacen los autores del
Antiguo Testamento es desmitificar las antiguas cosmogonías -mitos sobre
los misteriosos orígenes del mundo-, que también eran teogonías: los
dioses también tenían su origen en el tiempo, a diferencia del Dios que se
da a conocer a Israel (Cfr. Ibidem).
Cfr. G. Aranda, El comienzo del mundo y del hombre, Folletos MC, n? 548,
p.17.
J. Ratzinger, Creación y pecado, EUNSA, Pamplona 1992. Es éste un pequeño
libro, de muy fácil lectura; editado ya en 1986 en Italia, pero sólo
recientemente traducido al castellano, que puede ser de interés para quien
quiera profundizar un poco más en este aspecto.
El Papa Juan Pablo II ha explicado todo el relato de la creación, en
sucesivas audiencias generales de los miércoles, en 1986.
Se puede ver, según la época de redacción de los distintos libros que
componen la Biblia, cómo se narran los mismos hechos con diferente forma
literaria, en función de las personas a las que van inmediatamente
dirigidos por el momento histórico-cultural en que han sido escritos (Cfr.
J. Ratzinger, cit.).
Gen.1,4-5.
"Produzca la tierra hierbas, plantas seminíferas según su especie y
árboles frutales (...), día tercero" (Gen.1,11-13).
"Haya luminares en el firmamento que separen el día de la noche (...), día
cuarto" (Gen.1,14-19).
"Pulule en las aguas un hormigueo de seres vivientes(...)" (Gen.1,20).
G. Aranda, cit., pp.9-10.
Cfr. Idem., p.27. Cfr. J.M. Casciaro, cit., p.456.
Cfr. J.M. Casciaro, cit., p.447.
Cfr. G. Aranda, cit., p.36.
"Y dio al hombre este mandato: <>" (Gen. 2,17).
Cfr. G. Aranda, cit., p.19. El misterio de la existencia del mal es un
problema que el hombre, por sí sólo, nunca ha podido resolver. Con
frecuencia se ha explicado admitiendo la existencia de dos principios
contrapuestos, por ejemplo, un dios malo y otro bueno; la lucha entre
ellos se refleja en la existencia de los hombres.
"Sobre el transfondo de Gen. 3, se describe en los siguientes capítulos
del libro del Génesis -y en los demás libros del Antiguo Testamento- una
auténtica <> del pecado entre los hombres, que inunda también el mundo,
como consecuencia del pecado de Adán, es una especie de contagio o
infección general" (J.M. Casciaro, cit., p.489).
Cfr. C.O. Lovejoy, Evolución de la marcha humana, Investigación y Ciencia,
I-98.
Siempre hablaremos de capacidad craneana relativa, pues la potencia del
cerebro depende de la relación del tamaño de éste con el peso total del
animal (Cfr. J.L. Pinillos, Principios de psicología, Alianza Editorial,
Madrid 1982, pp.38-42).
Cfr. T.D. White, Los australopitecinos, Mundo Científico, I-83.
Se denominan instrumentos secundarios a aquéllos realizados con otros
instrumentos. El chimpancé, por ejemplo, usa instrumentos, como ramas,
piedras, etc., y puede dar a una rama la forma requerida para "pescar"
termitas, pero para esto utiliza sólo sus extremidades, nunca otros
instrumentos (Cfr. C. Boesch y H. Boesch-Achermann, Los chimpancés y la
herramienta, Mundo Científico, IX-91).
Hay restos entre hace cien mil y doscientos mil años que no encajan bien
en la morfología del H. erectus, y algunos científicos los denominan
arcaicos H. sapiens. Pero otros de esa época, y más recientes, sí
pertenecen claramente a H. erectus. Así, según Coon (1978), el cráneo de
Saldanha (Suráfrica) con una antigüedad de unos 55.000 años, el de Broken
Hill (Zambia) entre 40.000 y 180.000, y varios en Ngandong (Java) entre
40.000 y 100.000.
Cfr. A. Broglio y J. Kozlowski, Il Paleolitico, uomo, ambiente e culture,
Jaca Book, Milán 1986, pp. 127 y ss.
Cfr. R. Lewin, El nacimiento de la antropología molecular, Mundo
Científico, XII-91.
Cfr. E. Trinkaus, Los neardentales, Mundo Científico, XI-86.
Cfr. R. White, El pensamiento visual en la edad del hielo, Investigación y
Ciencia, IX-89.
Hay científicos que piensan que todo en el hombre es material y, por tanto
la capacidad de ser humano se iría perfeccionando con el tiempo. Es
evidente que éstos no se plantean nuestro problema o, más exactamente, no
se lo quieren plantear. La mayoría, sin adentrarse en sus estudios en
problemas filosóficos, suponen claramente algo nuevo y distinto en el ser
humano.
Cfr. N. Toth, D. Clark y J. Libague, Los últimos fabricantes de hachas de
piedra, Investigación y Ciencia, IX-92.
Cfr. R. Lewin, cit.
Cfr. L. Cavalli-Sforza, Genes, pueblos y lenguas, Investigación y Ciencia,
I-92.
Cfr. J. Egozcue, Evolución cromosómica de los primates, Investigación y
Ciencia, VI-77. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, entre el caballo y el
burro, que si se cruzan tienen descendencia porque genéticamente están muy
próximos, pero ésta es estéril por tener una distinta distribución
cromosómica. Son, por tanto, especies distintas; con el tiempo sus
diferencias se irán acentuando y cada vez será menos frecuente un cruce
con éxito.
Cfr. B. Dutrillaux, Los cromosomas de los primates, Mundo Científico,
I-82.
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