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La educación de los hijos


La educación de los hijos

 


La educación para el amor

extracto del documento "LA EDUCACIÓN PARA EL AMOR. LA EDUCACIÓN SEXUAL DE LOS HIJOS". REVISTA RETAMATCH. Nº 115. COLEGIO RETAMAR.


Departamento de Orientación
Colegio Retamar

Para padres con hijos de 6 a 8 años.
 

Algunas características de la educación en esta edad tomadas de la Instrucción “Sexualidad humana. Verdad y significado”, desde la edad de seis años hasta la prepubertad, cuyo inicio se coloca en la manifestación de las primeras modificaciones en el cuerpo del muchacho o de la muchacha -efecto visible de un creciente influjo de las hormonas sexuales-.

-Ha desaparecido la sexualidad instintiva rudimentaria del niño pequeño. Los niños y las niñas de esta edad no están particularmente interesados en los problemas sexuales y prefieren frecuentar a los de su mismo sexo. Una prudente formación al amor casto ha de ser en este período indirecta, en preparación a la pubertad, cuando sea necesaria la información directa.

-Acepta la necesidad de la modestia en la manera de vestir y en el comportamiento.

-Aun siendo consciente de las diferencias físicas entre ambos sexos, muestra en general poco interés por las funciones genitales.

-El descubrimiento de las maravillas de la creación, propio de esta época, y las respectivas experiencias en casa y en la escuela, deberán ser orientadas hacia la catequesis y el acercamiento a los sacramentos, que se realiza en la comunidad eclesial.

- Este período de la niñez no está desprovisto de significado en términos de desarrollo psico-sexual. El niño o la niña que crece, aprende, del ejemplo de los adultos y de la experiencia familiar, qué significa ser una mujer o un hombre.

- No se han de despreciar las expresiones de ternura natural y de sensibilidad por parte de los niños, ni, a su vez, excluir a las niñas de actividades físicas vigorosas.

- En algunas sociedades sometidas a presiones ideológicas, los padres deberán cuidar también de adoptar una actitud de oposición exagerada a lo que se define comúnmente como «estereotipo de las funciones».

- No se han de ignorar ni minimizar las efectivas diferencias entre ambos sexos y, en un ambiente familiar sano, los niños aprenderán que es natural que a estas diferencias corresponda una cierta diversidad entre las tareas normales familiares y domésticas respectivamente de los hombres y las mujeres (que incluye también la colaboración de los niños en la buena marcha del hogar).

- Para el niño es un período oportuno para establecer una buena relación con el padre. En este tiempo, ha de aprender que su masculinidad, aunque sea un don divino, no es signo de superioridad respecto a las mujeres, sino una llamada de Dios a asumir ciertas tareas y responsabilidades. Hay que orientar al niño a no ser excesivamente agresivo o estar demasiado preocupado de la fortaleza física como garantía de la propia virilidad.

- En el contexto de la información moral y sexual, pueden surgir en esta fase de la niñez algunos problemas.

- Una dificultad aparece cuando los niños reciben una información sexual prematura por parte de los mass-media o de coetáneos descarriados o que han recibido una educación sexual precoz. En esta circunstancia, los padres habrán de comenzar a impartir una información sexual limitada, normalmente, a corregir la información inmoral errónea o controlar un lenguaje obsceno.

- Los padres deben proteger a sus hijos de posibles violencias sexuales –sin olvidar las agresiones visuales- sobre sus hijos, educándolos en la modestia y la reserva ante personas extrañas; además, impartiendo una adecuada información sexual, sin anticipar detalles y particulares que los podrían turbar o asustar.

 

CÓMO INFORMAR ENTRE LOS 6 Y LOS 9 AÑOS

 

Los niños son curiosos y por eso, ya desde pequeños, pueden demostrar curiosidad por las cosas relacionadas con el origen de la vida y hacer preguntas en ese sentido. Pero no tienen ninguna intención sexual. Somos los mayores quienes proyectamos en su pregunta nuestra sexualidad y -si no obramos con naturalidad- el niño caza al vuelo que su pregunta tiene algo raro, que no se le contesta de la misma manera que otras veces, incluso que no se le contesta. Entonces la curiosidad aumenta y como sabe que en sus padres no va a encontrar respuesta, pregunta por otro sitio. Le llega el descubrimiento a través de otras personas ajenas que, casi siempre, lo hacen de forma brutal, soez, causándole una impresión que será difícil borrar y que, en muchos casos, puede influir para siempre en su vida afectiva y moral. Por eso es necesario contestar a todas las preguntas de los niños. La catequesis familiar desarrollada por el padre es muy adecuada para que la orientación sea siempre personalizada y gradual, sin pretender agotar el tema en una sesión

Entre los seis (y antes) y los diez años de edad los niños preguntan de todo y, respecto al sexo, sus preguntas más frecuentes son:

 

¿De dónde vienen los niños?

Dice don Víctor García Hoz: «Es propio de la naturaleza humana aspirar a la verdad; el niño, por pequeño que sea, tiene derecho a ella, con lo cual está dicho que los cuentos de los nenes viniendo de París o traídos por la cigüeña deben ser desterrados absolutamente, porque los niños tienen derecho a la verdad. »

A una madre de familia le hicieron esta pregunta:

- Oye. mamá. a ver si me explicas cómo nacen los niños. pues eso de que los traen las cigüeñas es rarísimo habiendo aviones...

Damos a continuación algunas respuestas que se pueden dar a esa pregunta tan frecuente:

- Los niños los manda Dios y. al principio están en una especie de cunita que las madres tienen en su cuerpo.

- Los niños vienen de Dios que es quien les da su alma. El alma hace que el niño viva. Y Dios prepara en el interior del cuerpo de las madres, muy cerca del corazón, un sitio calentito (parecido a un nido) donde el pequeñín pueda crecer poco a poco. Allí está nueve meses y, cuando ya se ha hecho bastante grande, el bebé deja el nido y viene al mundo.

- Los niños nacen de una semilla que se desarrolla dentro de la madre lentamente. En ese ser, ya desde el principio. Dios infunde el alma. Cuando ya se ha hecho grande el niño nace. Las mamás se van a la clínica y el médico ayuda a que el niño nazca.

 

¿Por qué engorda tanto mamá?

A veces los niños hacen la pregunta y otras ve­ces no. Pero siempre la llegada de un nuevo hermano es una circunstancia adecuada para decirles que el vientre de la madre va aumentando conforme crece el hermanito. Incluso algunos niños, como ya saben de dónde vienen, al ver a su mamá engordar preguntan: «¿Voy a tener otro hermanito?", o «¿El hermanito está ahí dentro? »

Lo pregunten o no, conviene decírselo de alguna manera que puede ser parecida a éstas:

- Ya te dije que Dios, después de dar un alma a los niños que van a nacer, los confía a su mamá para que los lleve dentro de sí hasta que se hagan grandes. A medida que crece el niño, también va aumentando de tamaño del vientre de la madre. Ahora vas a tener un hermanito y mamá se irá abultando poco a poco. Mamá se cansará un poco más y tú le puedes ayudar siendo muy obediente y cariñoso, ¿lo harás?

- ¿Sabes que vas a tener un hermanito? Ahora es un niño muy pequeño que está dentro de mamá, quien lo va alimentado con su propia sangre. Igual que tú vas creciendo poco a poco, el hermanito crece también dentro de mamá, que le va haciendo sitio, aumentando la capacidad de su vientre. ¿No te da alegría pensar que vas a tener otro niño en casa con quien jugar? Papá y mamá están también muy contentos porque Dios les ha hecho colaboradores suyos en la obra de la creación.

. Has oído que pronto habrá un hermanito o hermanita en casa. Ya te dije cómo Dios confía a los niños a sus mamás después de darles un alma. Pues Dios ha concedido otra vez a mamá la alegría de ser madre. También cuando viniste tú, mamá se sintió muy, muy feliz. Duran­te nueve meses el niño va creciendo en su interior. Le alimentará y le ayudará a desarrollarse. A mamá le aumentará el tamaño del vientre y tendrá menos facilidad para moverse y andar deprisa. Necesitará que tú la ayudes, que la quieras y que te portes bien. También a ti te llevó dentro de ella. Por eso las madres quieren tanto a sus hijos y los hijos quieren tanto a sus mamás.

 

¿Cómo se sabe que es niña?

La diferenciación de sexos la adquieren fácilmente los niños de familia numerosa desde muy pequeños. Corrientemente el momento del baño es la circunstancia adecuada para que los niños se den cuenta de que son distintos. También puede ser  ocasión el baño primero del hermanito que acaba de nacer. O al jugar con muñecos y muñecas.

Algunos padres hablan de la “colita” de los niños, otros prefieren decir “pene”, el nombre que se le da en Biología. Quizá sea esto preferible porque al ser la información progresiva, puede ser positivo que los hijos se den cuenta de que siempre han sabido bien las cosas.

- Eso que tiene el hermanito es el pene, un órgano que distingue a los niños de las niñas.

Un padre escribe: «Durante una conversación con mi hijo de ocho años, le pregunté en que se diferencia un niño de una niña. El motivo de esta pregunta era conocer los términos que usaba.

Mi hijo, con expresión de ingenuidad y candidez, me contestó:

-En que las niñas tienen el pelo largo y los niños corto.

Me reí a gusto con la respuesta. Luego, más serio, le dije:

-Eso era antes. Contéstame sin rodeos, pues sabes cómo hacerlo.

-Es que me da un poco de vergüenza –dijo él.

Le corté tajante:

-¡La vergüenza, para pecar! Para hablar con tu padre, naturalidad. Y con toda naturalidad respondió:

-Los niños tienen colita y las niñas, un agujero. Pero... pregúntame algo de gramática, que la llevo muy bien.

Acepté el cambio de tema, pero me propuse reanudarlo.»

Si los niños no preguntan y no hablan de estos temas puede ser porque no tienen curiosidad, puede ser también porque han captado ya la carga de sexualidad que ponen los mayores y les da vergüenza hablar con sus padres de ello. Será bueno, por si acaso, imitar a este padre y plantear las preguntas que parezcan convenientes. Es una forma de iniciar una charla con los hijos.

 

¿Cuál es el papel del padre?

En algún momento los niños preguntarán la función del padre en la familia. Puede contestarse así:

- El padre posee una fuerza que es el camino que Dios utiliza para la formación de los hombres. Esa fuerza la deposita y es como una semilla muy pequeña de un niño, que crece en el vientre de la madre, hasta que se hace grande y es ca­paz de vivir fuera de mamá.

- Dios dispuso que también los padres tomaran parte en el nacimiento de los niños. Para que un niño venga a la vida el padre deposita en la ma­dre una fuerza vivificadora. Entonces el bebé empieza a formarse en el vientre de la madre. Primero es muy pequeño, luego la mamá le alimenta y va creciendo poco a poco hasta el día de su nacimiento.

Para que los padres puedan colaborar con Dios en la obra de la creación, Dios estableció que sus cuerpos pudieran unirse. Ya sabes las diferencias que hay entre los cuerpos de los niños y el de las niñas. La mujer tiene un órgano que sirve para que el padre deposite en él esa fuerza vivificadora. Ese órgano sirve también para que luego salga el niño en el momento de nacer.

Por eso los papás también aman mucho a sus hijos y se preocupan de trabajar para que cuando nazcan los niños tengan una casa y una familia donde vivir felices. ¿Verdad que Dios ha dispuesto todo muy bien?

- El padre, al poner una semilla en el seno de la madre, da lugar a que empiece una vida nueva. la semilla del padre pasa a través del pene al organismo de la madre, por el mismo orificio por el que luego nacerá el hijo. Ese acto es bueno y. santo, pues Dios interviene creando el alma del nuevo ser que se concibe bendiciendo así e1 amor de los padres que han fundado una fa­milia al unirse en matrimonio.

El hijo sólo nace de la unión de un hombre con una mujer, porque las mujeres son las que tienen en su vientre un lugar que se llama matriz para albergar al hijo y los hombres no. En cambio, las mujeres no disponen de semilla y los hombres sí. Así lo ha hecho Dios, para que luego el padre y la madre, juntos también, sean los que cuiden, alimenten y eduquen a los hijos.

 

Por dónde nacen

Entre los seis y siete años, una pregunta que suelen hacer los niños es cómo. o por dónde nacen o salen los niños del vientre de su madre. En general la curiosidad se despierta porque o en la fami­lia o entre sus amiguitos va a nacer, o acaba de nacer un niño.

Como siempre, se actúa con naturalidad y con verdad:

- Dios ha creado el cuerpo de las madres para que, cuando el niño está en su vientre y ha crecido lo suficiente, pueda abrirse y sacar a luz -dar a luz, se llama- el bebé que estaba dentro. Para que pueda suceder eso, Dios ha puesto en las mujeres un órgano especial, con tejidos elásticos que pueden ensancharse en el momento necesario para dar paso al bebé.

Este órgano tan flexible tiene una abertura que, en el momento del nacimiento, se abre lenta y suavemente para que salga el niño.

Las madres en esta obra de dar a luz sufren y, por eso, después del nacimiento de un niño pasan unos días en la cama, en la clínica, o en su casa. Pero no les importa sufrir un poco porque, como aman tanto a sus hijos, son muy felices cuando nacen.

Por esa misión tan importante que Dios ha confiado a las mujeres de engendrar, alimentar y traer al mundo a los hijos, todo el mundo guarda respeto a las mujeres, aunque sean jóvenes, porque están llamadas a ser madres.

- Los niños nacen por el mismo sitio por el que el padre sembró la semilla y que sirve y se abre para eso. Dios ha dotado al cuerpo de la mujer de unos tejidos elásticos que se ensanchan cuando tiene que nacer el niño. Es igual que cuando uno saca la cabeza por un jersey de cuello elástico, se ensancha hasta que sale la cabeza y luego se encoge otra vez.

Para dar a luz, generalmente, las mamás van a una clínica, porque allí ayudan a nacer al niño unas personas que saben hacerlo muy bien.

Las madres sufren algunos dolores, pero los pasan con alegría porque quieren mucho a sus hijos. Hasta que se recuperan pasan unos días en la clínica y luego ya vuelven a casa a cuidar de toda la familia.

Es preciso que siempre haya una explicación cierta y realista: que, por tanto, no falte nunca una alusión a la acción de Dios. Suprimir la intervención de Dios sería faltar a la verdad, lo mismo que cuando se dice que los niños vienen de París.

Por otra parte, quizá sea conveniente, cuando se da alguna de estas explicaciones a los niños, advertirles que los que sus padres les dicen no lo cuenten a otros hermanos o lo hablen con otros niños, porque a los papás les gusta decírselo ellos mismos a cada hijos.

Ocurre que los niños se olvidan de las contestaciones que se les dieron a sus preguntas. Por eso, cuando hacen  otra pregunta del mismo tema, puede ser conveniente recordarles los que se les dijo antes y, luego, ampliarlo con la nueva respuesta.

 

Detalles de higiene

Lo mismo que no resulta higiénico que un niño se quite los calcetines y se hurgue en los pies, o se meta el dedo en la nariz o se haga pis en la cama y llegue eso a convertirse en un hábito o en una manía, de la misma manera los padres deben evitar que los niños se toquen los órganos genitales. No tiene, en esa edad, ni mejores ni peores consecuencias que las otras manipulaciones que hemos citado. Pero no son buenas costumbres y si se adquiere ésa, al despertarse la sexualidad en la pubertad puede llevarles a usar mal del sexo y a tener dificultades... Por eso, sin darle más carácter de inconveniencia, ni menos, que a tocarse los pies o a meterse el dedo en la nariz, se debe acostumbrar a los niños, desde pequeñines, a esa higiene elemental de no tocarse esos órganos. » (Engracia Jordán, Cómo dar la información sexual, Folletos MC 267)


Para padres con hijos de 9 a 10 años.
 

En 4º de Primaria (9 años), coincidiendo con el tema de Conocimiento del Medio sobre el aparato reproductor humano, pero adelantándose ligeramente a  él, y a lo largo de los cursos siguientes, es necesario que los padres tengan una actividad específica de formación hacia su hijo, además de hacer referencia a la información que ya se les ha proporcionado anteriormente, especialmente en dos direcciones:

 I. El contexto humano y moral de la enseñanza  que van a recibir sobre biología humana: 

a) hacer ver –junto con la semejanza- la diferencia de la reproducción humana con la del resto de los animales superiores: cada hombre es una criatura querida por sí misma por parte de Dios, no se ordena al bien del universo sino a una unión personal con Dios; 

b) hay una especial intervención de Dios en la creación del alma espiritual en el inicio de la vida de cada persona humana; 

c) el contexto de la procreación humana es una colaboración amorosa del padre y la madre, unidos por la alianza de amor del matrimonio, con la acción creadora de Dios, en el seno de la unidad amorosa de la familia: la misión de los padres se continúa en la procreación espiritual que colabora con Dios para que los niños crezcan como hijos de Dios y no sólo como miembros adaptados de una singular especie animal; 

d) los aspectos tanto biológicos como afectivos, que tocan más de cerca su intimidad, deben serles comunicados a través de un diálogo personalizado: ya que los aspectos biológicos están incluidos en el currículo, es conveniente que el padre se adelante ligeramente en la explicación de este tema, en sus aspectos sustanciales, en continuidad con otros aspectos ya tratados en etapas anteriores de la infancia;

e) toda esta actividad está encaminada a que sientan una gran admiración y gratitud por el plan de Dios sobre el matrimonio y el amor humano, un gran agradecimiento a sus padres y un deseo de poder vivir también ellos, cuando hayan crecido, el misterio del amor en toda su grandeza  divina y humana, y que sepan que toda la educación que recibe está orientada a que puedan ser personas verdaderamente amorosas en todas las dimensiones de su vida (familiar, amistades, profesional, cívica) según la vocación concreta de cada uno (es muy importante que oigan relacionar la inclinación humana al amor con la vocación divina del hombre); 

f) Tiene importancia también la educación del carácter; durante la niñez, los padres han de fomentar en los hijos el espíritu de colaboración, obediencia, generosidad y abnegación, y favorecer la capacidad de autorreflexión y sublimación. En efecto, es característico de este período de desarrollo, la atracción por actividades intelectuales: la potencia intelectual permite adquirir la fuerza y la capacidad de controlar la realidad circundante y, en un futuro no lejano, también los instintos.

El niño indisciplinado o viciado tiende a una cierta inmadurez y debilidad moral en el futuro, porque la castidad es difícil de mantener si la persona desarrolla hábitos egoístas o desordenados y no será entonces capaz de comportarse con los demás con aprecio y respeto. Los padres deben presentar modelos objetivos de aquello que es justo o equivocado, creando un contexto moral seguro para la vida. 

II. También a esta edad conviene ayudarles a comprender, valorar y cultivar el innato sentido del pudor que experimentan. 

a) tiene que ver mucho con la limpieza de la mirada (“lámpara de tu cuerpo es tu ojo”). Los niños pequeños no tienen pudor aún porque tienen muy poco desarrollada su intimidad. Pero después las cosas íntimas se rodean de pudor: no se habla de asuntos de la familia, o de los amigos íntimos,  con extraños curiosos, no porque sean malas, sino al contrario porque son un tesoro –alegrías, sufrimientos, dificultades, proyectos- compartido con los miembros de la familia o los amigos íntimos. Algo parecido pasa con el cuerpo humano en sus valores sexuales: se rodean de pudor porque sólo se compartirán con la persona amada en el matrimonio, y no son objeto para la curiosidad de cualquiera ni para la exhibición.

 b) La pérdida del pudor propio, o su falta de desarrollo, es un empobrecimiento humano. Y por eso es necesario educar lo que ya es un movimiento natural:  el acto conyugal no se realiza en público no porque sea malo sino porque es íntimo. Los chavales tiene que ver respetada su intimidad corporal, como sus hermanas. Hay que cuidar este aspecto especialmente en las actividades de verano y agrupaciones deportivas. Como es importante el modo de vestir en el hogar que no es el mismo de la piscina o el campo de deportes (ni el de asistir a la santa Misa).

 c) Hay representaciones de actos sexuales o del cuerpo humano, en la publicidad o en fotografías y películas, que utilizan el reclamo de los valores sexuales  como un medio de captar la atención o fijar el interés, apelando a reacciones instintivas y no racionales del hombre. En esos casos, se ofende la dignidad de las personas representadas y la dignidad del que mira,  y se envilece el ambiente degradando el sentido verdadero del amor. Cuando se seleccionan las revistas, vídeos y programas de televisión hay que tener estos valores en cuenta. Y si es necesario interrumpir un programa, es también muy conveniente explicar las razones de esa elección: no se trata de defender tabúes irracionales sino de vivir al nivel de dignidad propio de la persona, sin dejarse manipular. El arte ha sabido tratar todos los temas humanos –buenos y malos- sin necesidad de esos reclamos. Igual que ha sido capaz, no pocas veces, de representar la belleza del cuerpo desnudo reflejando la gloria de la criatura humana, sin que provoque un mal deseo más que en mentes pervertidas. Pero la mercancía pornográfica que circula no pretende reflejar la gloria de la criatura humana, sino que la envilece.

 d) quienes difunden esas representaciones –vendiéndolas, enseñándolas a compañeros, etc.-  cometen un pecado de escándalo que obliga a reparar el daño causado (lo mismo que los traficantes de droga o quienes la difunden). Y cualquier persona normal puede y debe, en lo que esté en su mano, evitar que se difunda esa corrupción: ver la tele con los hijos, no fijarse solo en los impactos visuales sino también en la concepción del matrimonio, la familia, el noviazgo, etc., que se presentan en series de televisión supuestamente familiares, con tono de comedia humorística, y que no hace ningún bien seguir con frecuencia, pero sobre cuyo contenido hay que dialogar con los hijos porque el mensaje difuso les llega por la cultura ambiental: no se trata de ser reactivos, sino de hacer planteamientos superadores, sin complejos y sin negarse a enfrentarse con la realidad.


Para padres con hijos de 11 a 12 años.
 

En 6º de Primaria (11 años), al generalizarse el proceso incipiente de desarrollo, conviene que el padre tenga algunas conversaciones con su hijo (no se trata de agotarse en una sesión) que les ayude a comprenderse, a saberse comprendido, y a descubrir la relación de la nueva etapa que comienza con los planes amorosos de Dios y con la tarea de educarse. Conviene comentar este guión, elaborado para padres de este curso, con el preceptor, para recibir ayuda, no perderse en consideraciones ajenas a las preocupaciones de los chicos, comentar las medidas prácticas que conviene adoptar para hacer más efectiva la educación del pudor en relación con los modelos y criterios que llegan al alumno, saber adelantarse ligeramente y no llegar tarde a proporcionar la orientación que necesitan en cada momento de su crecimiento. 

LA SITUACIÓN 

A diferencia de las niñas cuyos cambios, al llegar la pubertad, obligan a las madres a prestarles atenciones y explicaciones, en el caso de los varones sigue siendo infrecuente que su padre se adelante a realizar la misma tarea. 

Unos piensan que a los 10-11 años es innecesario y que su hijo carece de cualquier interés o preocupación por ese tema. Que el problema afecta a hijos de otras familias que no tienen casi nada que ver con el estilo de la suya. 

Además, - piensan muchos padres- las clases de Conocimiento del Medio y de Religión proporcionan conocimientos científicos y morales suficientes para esa edad. Y olvida que una cosa es lo que los niños estudian en los libros y otra los que experimentan en sí mismos o en el ambiente que les rodea.

Todos tienen una gran curiosidad, que es ya indicio del profundo influjo que la condición sexuada del  ser humano –varón o mujer- ejercerá en la formación de su personalidad: están muy atentos a las conversaciones de los padres que tratan, aunque sea incidentalmente, estas cuestiones; buscan palabras en los diccionarios; y, por desgracia, siguen llegándoles interpretaciones antropológicamente reduccionistas y moralmente degradantes.

Tienden a adoptar conductas imitativas; y a experimentar con juegos y ficciones, que revelan la profunda fascinación que empiezan a sentir. Por desgracia, algunos adquieren prácticas viciosas, con una responsabilidad moral limitada, pero que lastran la formación de una personalidad integrada.

CAMBIOS CORPORALES 

Empiezan a experimentar el crecimiento y la erección del pene. Es muy infrecuente que un padre explique que se debe a la acumulación de sangre en esos tejidos –como un globo hinchado de agua que deja de estar flácido-, para permitir un día que el esposo deposite la semilla de la vida en el interior del cuerpo de la esposa.

Así tienden a relacionarlo con algo “guarro”. Hay que hacerles ver que, muchas veces, se produce espontáneamente como parte de su proceso de crecimiento y maduración. Les ayuda mucho escuchar a su padre que esos cambios corporales  –y otros- tienen que ir acompañados también por una maduración de su carácter. Dios les prepara largamente para que lleguen un día a ser capaces de un amor tan grande que, con su futura esposa, puedan colaborar con Dios en el aparecer de la novedad más maravillosa de la creación: una nueva persona humana llamada a ser hijo de Dios, y del amor que puede ser su origen. Por eso se aprende a crecer de quienes les aman y les pueden ayudar: Jesús y sus padres; y también el sacerdote y el preceptor. Cuando uno no se educa bien, después es muy difícil que pueda amar bien. Y si se fracasa en amor se sufre y se hace sufrir mucho. No hay que tener ninguna vergüenza de preguntar nada sobre la sexualidad porque lo que Dios ha hecho bueno no es vergonzoso.

 También conviene explicarles que esos movimientos corporales pueden causarles una pequeña incomodidad, y que no es indecoroso colocar bien los órganos corporales, ni practicar la necesaria limpieza higiénica. Aunque algunas veces pueden despertarse imaginaciones impuras o  inducirse por la advertencia de los valores sexuales de otra persona real o imaginada. En esos casos hay que aprender a no pasar del ver inevitable al mirar voluntario, o apartar una imaginación obscena centrando la atención en lo que hacen o en algo que les gusta y es bueno: charlar, cantar, leer, recordar un gran partido o película, pensar planes atractivos, etc. Siempre es una buena ocasión para pedir la protección de la Virgen María Madre del Amor Hermoso que les ayudará a triunfar en su educación para el amor. Hay que dejarles muy claro que sólo puede ser pecado grave lo que se advierte y consiente plenamente (y no las ocurrencias que no se admiten, los sueños, las poluciones nocturnas que aparecerán más adelante, aunque vayan acompañadas de imágenes, etc.).

 Cuando han hecho algo que les inquieta, lo mejor que pueden hacer es consultar al sacerdote que les enseñará a distinguir lo que está bien y está mal, lo que es más o menos grave. Y si han hecho –o sufrido de otros, sobre todo si son  del mismo sexo- algo que les da mucha vergüenza, con más razón hay que consultarlo porque se quedarán muy tranquilos y contentos para siempre.

 Cuando han adquirido alguna costumbre viciosa, aunque no se exagere su responsabilidad moral –ya les ayudará el confesor- , tampoco conviene quitarle importancia (como si no fuera más que un erupto), ayudándoles a rechazar con energía, y con la ayuda de Dios, las ocasiones asociadas a esas prácticas. Así aprenderán a integrar su sexualidad en su libertad y se harán capaces un día de la entrega amorosa de sí mismos.

 Conviene hacerles ver que como el hombre es capaz de utilizar de modo antinatural sus facultades (la inteligencia para hacer daño, la lengua para insultar) también puede usar mal los órganos sexuales. Lo que llaman una “paja” (masturbación) es una conducta antinatural, que ni siquiera practican  los animales, salvo las conductas imitativas de los monos: pueden responder a quienes les invitan a esos “experimentos” que eso es ponerse por debajo de ellos.

 Se puede y se debe hablar bien de lo que Dios ha hecho bueno: del sexo, de la belleza femenina de las chicas: Pero ni ellos son cerdos ni las chicas son vacas, y tienen que saber cortar conversaciones de otros que tienen una visión exclusivamente zoológica de estas realidades. Pero también conviene ayudarles a comprender la diferencia entre una conversación impura, un taco, un chiste picante. Aunque suenen mal en la boca de un chaval bien educado, no todo tiene la misma relevancia moral. No todo es “guarro” o “impuro” en la misma medida. Gravemente impuro es la expresión -o la incitación- del deseo de realizar un acto sexual –“hacer el amor”- con una chica (con chicos no suelen decirlo),  porque ese acto es verdadero y bueno cuando es la expresión corporal del amor del esposo a la esposa. Y no cuando utiliza simplemente a una persona como objeto de placer: ofende a la dignidad del amor, a la dignidad de quien habla así y de la persona de quien se habla.

    (Al explicar la sexualidad conviene evitar un enfoque utilitarista (“es para procrear hijos”) o hedonista (“es para experimentar placer”). La sexualidad es una dimensión de la persona orientada a un amor específico y muy profundo: el amor esponsal. Y el amor esponsal entre varón y mujer, cuando es verdadero es una donación comprometida, fiel –unión matrimonial indisoluble- y abierta al don de los hijos. El placer que acompaña la unión conyugal es mucho más que un goce físico, es  la alegría de una comunión personal y total).

EL PUDOR

       Todo esto tiene que ver mucho con la limpieza de la mirada (“lámpara de tu cuerpo es tu ojo” “más te vale entrar tuerto en la vida eterna” “el que mira deseando ya adulteró en su corazón”). Los niños pequeños no tienen pudor aún porque tienen muy poco desarrollada su intimidad. Pero después las cosas íntimas se rodean de pudor: no se habla de asuntos de la familia, o de los amigos íntimos,  con extraños curiosos, no porque sean malas, sino al contrario porque son un tesoro –alegrías, sufrimientos, dificultades, proyectos- compartido con los miembros de la familia o los amigos íntimos. Algo parecido pasa con el cuerpo humano en sus valores sexuales: se rodean de pudor porque sólo se compartirán con la persona amada en el matrimonio, y no son objeto para la curiosidad de cualquiera ni para la exhibición.

 La pérdida del pudor propio, o su falta de desarrollo, es un empobrecimiento humano. Y por eso es necesario educar lo que ya es un movimiento natural:  el acto conyugal no se realiza en público no porque sea malo sino porque es íntimo. Los chavales tiene que ver respetada su intimidad corporal, como sus hermanas. Hay que cuidar este aspecto especialmente en las actividades de verano y agrupaciones deportivas. Como es importante el modo de vestir en el hogar que no es el mismo de la piscina o el campo de deportes (ni el de asistir a la santa Misa).

 Hay representaciones de actos sexuales o del cuerpo humano, en la publicidad o en fotografías y películas, que utilizan el reclamo de los valores sexuales  como un medio de captar la atención o fijar el interés, apelando a reacciones instintivas y no racionales del hombre. En esos casos, se ofende la dignidad de las personas representadas, la dignidad del que mira y se envilece el ambiente degradando el sentido verdadero del amor. Cuando se seleccionan las revistas, vídeos y programas de televisión hay que tener estos valores en cuenta. Y si es necesario interrumpir un programa, es también muy conveniente explicar las razones de esa elección: no se trata de defender tabúes irracionales sino de vivir al nivel de dignidad propio de la persona, sin dejarse manipular. El arte ha sabido tratar todos los temas humanos –buenos y malos- sin necesidad de esos reclamos. Igual que ha sido capaz, no pocas veces, de representar la belleza del cuerpo desnudo reflejando la gloria de la criatura humana, sin que provoque un mal deseo más que en mentes pervertidas. Pero la mercancía pornográfica que circula no pretende reflejar la gloria de la criatura humana, sino que la envilece.

 Quienes difunden esas representaciones –vendiéndolas, enseñándolas a compañeros, etc.-  cometen un pecado de escándalo que obliga a reparar el daño causado (lo mismo que los traficantes de droga o quienes la difunden). Y cualquier persona normal puede y debe, en lo que esté en su mano, evitar que se difunda esa corrupción.

OTRAS CAUTELAS

       Los chavales tienen tendencias imitativas que les llevan, a veces, a experimentos (con objetos sustitutivos de una chica, o entre ellos). Hay que saber no hacer tragedias de comportamientos infantiles y, a la vez, poner de relieve su anormalidad (igual que es anormal la bestialidad).

 Por eso, lo que más les ayuda en la educación para el amor es ver el ejemplo de sus padres fieles y enamorados: eso puede más que toda la presión de un ambiente neurotizado por una visión reductiva del hombre y de la sexualidad –separada del verdadero  amor-  que les  llega en múltiples mensajes.

 Sería ingenuo temer herir su sensibilidad y dejar que la destroce ese ambiente. Es preferible no preguntar directamente sino dar por supuesto lo que es normal (“a tu edad, a los chicos les pasa...”); o adelantarse a encontrar una salida a lo que no es tan normal (“hay chicos que, a tu edad, por afán de experimentar y por ignorancia hacen...”). “Cuando a ti te pase –o si ha ti ha pasado- lo que tienes que hacer es...” Les ayuda mucho comprobar que sus padres les comprenden y les ayudan a comprenderse, y les enseñan a poner en relación lo que van a experimentar, y su luchas, con el amor en toda la belleza que tiene según el plan de Dios.

 Además, la educación para el amor se va alcanzando por otros muchos caminos en los que aprenden a adquirir el dominio de sí característico de la libertad, y en los detalles de generosidad propios del amor. Y con  la confianza en la gracia de Dios de quien procede todo amor verdadero y la fuerza para vivirlo.

 Si parece manifestarse alguna confusión sobre su identidad sexual o sobre la atracción sexual que empiezan a experimentar (que puede parece homosexual), quizá por algunas manifestaciones externas de su conducta, aficiones, o bromas que reciben de compañeros, conviene tratar este tema con el preceptor y poner los medios oportunos para que no se creen un falso problema y reciban la ayuda que necesitan para reforzar su identidad sexual.

 Son plenamente aplicables todas las sugerencias que se hacen para edades anteriores, especialmente las que se refieren a la formación del criterio ante mensajes sobre el matrimonio, la familia, la paternidad/maternidad, el noviazgo, la amistad, etc., que se difunden en series de TV supuestamente familiares, salpicadas de humor, sin imágenes sexuales explícitas, y que forman una atmósfera inconsciente en la que se van decantando las valoraciones y orientaciones de los espectadores, máximamente a esta edad en que tienen que desarrollar el sentido crítico, con los comentarios de sus padres y evitando que sea más o menos frecuente entretenimiento de sus ratos de ocio.


Para padres con hijos de 13 a 15 años.
 

LA ADOLESCENCIA EN EL PROYECTO DE VIDA 

La adolescencia representa, en el desarrollo del sujeto, el período de la proyección de sí, y por tanto, del descubrimiento de la propia vocación. Los padres cristianos deben «formar a los hijos para la vida, de manera que cada uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios». Se trata de un empeño de suma importancia, que constituye en definitiva la cumbre de su misión de padres. Si esto es siempre importante, lo es de manera particular en este período de la vida de los hijos: «En la vida de cada fiel laico hay momentos particularmente significativos y decisivos para discernir la llamada de Dios... Entre ellos están los momentos de la adolescencia y de la juventud».

A partir de 2º de ESO se generaliza más la atracción por las chicas, el deseo de frecuentar su trato y, unido a la aspiración de ser mayores y a la presión comercial que se ejerce sobre ellos como buen nicho de mercado, el deseo de frecuentar locales de baile y música orientados hacia gente de su edad y ligeramente mayores, de ambientes familiares y sociales conocidos o similares (discotecas light).

Hay cuatro aspectos que los padres tienen que tener en cuenta:

1) a la etapa de  crecimiento de la libertad le compete la integración de las tendencias y sentimientos para llegar a ser capaz del don de sí en un compromiso amoroso definitivo, en un proceso gradual de madurez  que es la pedagogía de la virtud de la castidad;

2) el desarrollo de la progresiva relación de amistad con chicas presidido por un gran sentido del respeto hacia ellas (en el modo de hablar entre ellos, en los pensamientos, en la conducta) y del sentido de responsabilidad de la propia virilidad orientada hacia el amor futuro; hay que tener en cuenta que la referencia a las personas del otro sexo va acompañada también de cambios en la estructura y relaciones dentro de los grupos de amigos;

3) es la etapa del crecimiento del sentimiento de autonomía, con todos los fenómenos, a veces contradictorios que lo acompañan; debe estar orientada al don no sólo en la futura relación amorosa, sino en todas las dimensiones de la vida: la propia familia, los amigos y compañeros, la formación intelectual y del carácter, las responsabilidades en la vida social;

4) es una etapa importante en el descubrimiento de la propia vocación como proyecto de Dios, conocido en la lectura sabia de los propios talentos, de las circunstancias en las que se vive y de las necesidades de la acción de los cristianos en el mundo, para la que se capacita con todo lo anterior y con una mayor amistad con Jesucristo. El inmediatismo –y la disminución de la esperanza- de la cultura ambiental tiende a confinar las aspiraciones al próximo fin de semana; los padres -con el tono de su ejemplo, de sus valoraciones y orientaciones- tienen que despertar ideales nobles, ilusionantes, asequibles con la gracia de Dios y el empeño perseverante, de servicio a Jesucristo, a la sociedad, a su futura familia, de convertir la propia vida en una obra de arte, pacientemente elaborada, pese a algunos fracasos parciales y provisionales.

Es un momento importante de desarrollo del proceso de socialización, además de un momento decisivo de la maduración personal; necesitan la cercanía y paciencia, la firmeza y el ejemplo de sus padres, como creyentes prácticos y consecuentes, como personas enamoradas en el matrimonio, como profesionales y ciudadanos responsables, como personas fieles en el trato con sus propios amigos, que se alegran del crecimiento de sus hijos, para los que saben crear espacios de desarrollo de las nuevas dimensiones de su personalidad.

Durante este período son muy importantes las amistades. Según las condiciones y los usos sociales del lugar en que se vive, la adolescencia es una época en que los jóvenes gozan de más autonomía en las relaciones con los otros y en los horarios de la vida de familia. Sin privarles de la justa autonomía, los padres han de saber decir que no a los hijos cuando sea necesario y al mismo tiempo, cultivar el gusto de sus hijos por todo lo que es bello, noble y verdadero. Deben ser también sensibles a la autoestima del adolescente, que puede atravesar una fase de confusión y de menor claridad sobre el sentido de la dignidad personal y sus exigencias.

Hay que ayudarles a ser pacientes en el proceso de su propio crecimiento sin quemar etapas (infantiles “noviazgos” prematuros) y en el ejercicio responsable de su progresiva autonomía: horarios propios de su edad –poniéndose de acuerdo con los padres de los amigos-, planes y lugares de descanso y encuentro verdaderamente adecuados; en este campo, además de la fortaleza para prohibir frecuentar discotecas (vid. anexo), hace falta ayudarles a ser creativos en la búsqueda de modos de diversión y de relación progresiva con otras personas, incluidas las amigas.

Durante la pubertad, el desarrollo psíquico y emotivo del adolescente puede hacerlo vulnerable a las fantasías eróticas y ponerle en la tentación de experiencias sexuales. Los padres han de estar cercanos a los hijos, corrigiendo la tendencia a utilizar la sexualidad de modo hedonista y materialista: les harán presente que es un don de Dios, para cooperar con El. De esta manera los hijos aprenderán el respeto debido a la mujer.

Necesidades educativas en esa edad (no se trata de actuaciones puntuales sino de orientaciones educativas de fondo que se traducirán en acciones circunstanciadas: aunque corresponde un papel específico al padre, también la madre conviene que conozca, sugiera y colabore en este proceso en el que su aportación es también insustituible).

Al responder a las preguntas de sus hijos, los padres deben dar argumentos bien pensados sobre el gran valor de la castidad, y mostrar la debilidad intelectual y humana de las teorías que sostienen conductas permisivas y hedonistas; responderán con claridad, sin dar excesiva importancia a las problemáticas sexuales patológicas ni producir la falsa impresión de que la sexualidad es una realidad vergonzosa o sucia, dado que es un gran don de Dios, que ha puesto en el cuerpo humano la capacidad de engendrar, haciéndonos partícipes de su poder creador.

Ya que durante la pubertad los adolescentes son particularmente sensibles a las influencias emotivas, los padres deben, a través del diálogo y de su modo de obrar, ayudar a los hijos a resistir a los influjos negativos exteriores que podrían inducirles a minusvalorar la formación cristiana sobre el amor y sobre la castidad. A veces, especialmente en las sociedades abandonadas a las incitaciones del consumismo, los padres tendrán que cuidar —sin hacerlo notar demasiado— las relaciones de sus hijos con adolescentes del otro sexo. Aunque hayan sido aceptadas socialmente, existen costumbres en el modo de hablar y vestir que son moralmente incorrectas y representan una forma de banalizar la sexualidad, reduciéndola a un objeto de consumo. Los padres deben enseñar a sus hijos el valor de la modestia cristiana, de la sobriedad en el vestir, de la necesaria independencia respecto a las modas, característica de un hombre o de una mujer con personalidad madura.

Es fundamental que los jóvenes no se encuentren solos a la hora de discernir su vocación personal. Son importantes, y a veces decisivos, el consejo de los padres y el apoyo de un sacerdote, o de otras personas adecuadamente formadas, capaces de ayudarlos a descubrir el sentido vocacional de la existencia y las formas concretas de la llamada universal a la santidad. Es  necesario que no falte nunca en  la formación impartida dentro y fuera de la familia, no sólo la enseñanza de la Iglesia sobre el valor eminente de la virginidad y del celibato, sino también sobre el sentido vocacional del matrimonio.

Los padres deben prepararse para dar, con la propia vida, el ejemplo y el testimonio de la fidelidad a Dios y de la fidelidad de uno al otro en la alianza conyugal. Su ejemplo es particularmente decisivo en la adolescencia, período en el cual los jóvenes buscan modelos de conducta reales y atrayentes. Como en este tiempo los problemas sexuales se tornan con frecuencia más evidentes, los padres han de ayudarles a amar la belleza y la fuerza de la castidad con consejos prudentes, poniendo en evidencia el valor inestimable que, para vivir esta virtud, poseen la oración y la recepción fructuosa de los sacramentos, especialmente la confesión personal. Deben, además, ser capaces de dar a los hijos, según las necesidades, una explicación positiva y serena de los puntos esenciales de la moral cristiana como, por ejemplo,

- la indisolubilidad del matrimonio

- las relaciones entre amor y procreación,

- la inmoralidad de las relaciones prematrimoniales, del aborto, de la contracepción y de la masturbación. Conviene recordar además que «las dos dimensiones de la unión conyugal, la unitiva y la procreativa, no pueden separarse artificialmente sin alterar la verdad íntima del mismo acto conyugal». En este punto, será una preciosa ayuda para los padres el conocimiento profundo y meditado de los documentos de la Iglesia que tratan estos problemas.

La masturbación constituye un desorden grave, ilícito en sí mismo, que no puede ser moralmente justificado, aunque «la inmadurez de la adolescencia, que a veces puede prolongarse más allá de esa edad, el desequilibrio psíquico o el hábito contraído pueden influir sobre la conducta, atenuando el carácter deliberado del acto, y hacer que no haya siempre falta subjetivamente grave». Se debe ayudar a los adolescentes a superar estas manifestaciones de desorden que son frecuentemente expresión de los conflictos internos de la edad y no raramente de una visión egoísta de la sexualidad, que es un don orientado a la donación personal; al  ayudarles, hay que explicar las razones por las que esa conducta no debe ser elegida libremente (-el placer sexual separado del amor no me interesa porque no merece la pena; -es una acción incorrecta: repugna porque desconecta el placer del fin y significado de ese placer;  -es un gesto de inmadurez sexual, de falta de integración de la imaginación y las tendencias en la libertad; -es tan obsesivo que esclaviza; -es un gesto individualista y egoísta que dificulta o incapacita para el amor, aparta del amor de donación y no se sabe mirar al otro más que bajo el aspecto de objeto de placer) y diferenciarla de fenómenos fisiológicos inconscientes durante el sueño, aunque vayan acompañados de fantasías sexuales.

PROPORCIONARLES LOS MEDIOS PARA VENCER

Hay que enseñar a la vez los medios que conducen, con paciencia y confianza en la gracia de Dios, a la integración de sus tendencias en su libertad:

- la comprensión de las dimensiones corpóreas (a esa edad, frecuentemente no están satisfechos de su aspecto físico: a la vez que cuidan su desarrollo y el deporte, hace falta enseñarles a ser agradecidos por su realidad humana concreta y a no valorarse por apariencias y comparaciones);

- la aceptación-reforzamiento de la identidad sexual (positivamente en la afirmación como varones y negativamente, ayudándoles a no confundirse por estados transitorios de definición sexual no concluida totalmente);

- la integración de la espontaneidad sexual en la libertad (especialmente a esta edad, la fantasía y la mirada);

- desarrollar la confianza en el buen éxito: Jesucristo ha enseñado a millones de jóvenes antes que ellos, en condiciones parecidas, a madurar en su libertad y su capacidad de amar; además de la confesión les ayuda mucho la comunión frecuente (“Cuerpo de Cristo, sálvame”) y la amistad con el Señor y el saberse acompañados siempre por tan buen Amigo, así como la devoción a la Santísima Virgen;

- despertar ya la alegría-ilusión del amor futuro;

- desarrollar el ser ya persona amorosa: cultivar todo lo que les ayuda a salir de sí mismos y darse, en la vida de familia, en el sentido de servicio que dan a su estudio, en la amistad y el compañerismo, en la entrega a personas necesitadas ya ahora de la ayuda de su tiempo y de su compañía, etc.

- ser firmes en no dejarse manipular por modelos neurotizados de  pornografía, que les llegan por medio de la televisión, páginas de internet, el contenido de canciones, etc.; tienen que desarrollar un sano complejo de superioridad frente a formas tan pobres y frustrantes del deseo de amar y ser amado, pero también una extrema firmeza para no ser ingenuos y evitar las luchas innecesarias (localización adecuada en el hogar de esos aparatos, filtro en internet, compañía y horarios en el uso de la TV).

- el configurar una personalidad rica en intereses y actividades (científios, culturales, altruistas, estéticos, deportivos, etc.) les alejará del aburrimiento y el empobrecimiento interior que suele ser su causa. A través de los consejos, que brotan del amor y de la paciencia, los padres ayudarán a los jóvenes a alejarse de un excesivo encerramiento en sí mismos y les enseñarán a caminar en contra de los usos sociales que tienden a sofocar el verdadero amor y el aprecio por las realidades del espíritu. A la vez, hay que provocar, facilitar y orientar que encuentren ambientes adecuados para la nuevas dimensiones de su personalidad que van desarrollándose.

Hay que evitar que el modo de vivir cristiano se presente simplemente como una reacción al modo de vivir mundano. El cristianismo no es –ni siquiera en segundo o tercer término- un sistema de valores de eficacia probada. Es, ante todo, una revelación. Y más concretamente una revelación personal (“No, no será una fórmula la que nos salve. Pero sí una Persona” Novo Millennio Inneunte, III, 29). La conciencia del significado positivo de la sexualidad, en orden a la armonía y al desarrollo de la persona, como también en relación con la vocación de la persona en la familia, en la sociedad y en la Iglesia, representa siempre el horizonte educativo. No se debe olvidar que el desorden en el uso del sexo tiende a destruir progresivamente la capacidad de amar de la persona, haciendo del placer —en vez del don sincero de sí— el fin de la sexualidad, y reduciendo a las otras personas a objetos para la propia satisfacción.

Una vez que el hombre comprende su propio ser por la revelación divina, está en condiciones de seguir –camino moral- el ejemplo que se le ofrece: Jesucristo-Hombre. Este camino es, en realidad, simultáneo. Fruto de la fe, de la caridad y de la esperanza. Sólo a partir de la Encarnación del Verbo se entiende del todo la esencia de la unión sexual como donación (Cf. Mt 19, 6). Por esa misma naturaleza recién revelada del amor, aparece en el mundo un nuevo don, más sublime incluso, que es el de la virginidad. Este es el motivo por el cual, desde el punto de vista ascético y moral, San Josemaría afirma que la santa pureza es un don, un regalo de Dios: “la da Dios cuando se pide con humildad” (Camino, 118).

La hermosura y la “sacralidad” del cuerpo humano han dado lugar a maravillosas obras de arte. Pero cuando desaparece la persona, y con ella la donación recíproca, se da paso a la pornografía y la obscenidad. Es decir, el amor sin sujetos sino con objetos. O sea, la caída de la persona a la categoría de cosa (pasa de ser alguien a ser algo).

De ahí la importancia de que los cristianos sepamos ilusionarnos e ilusionar a otros con nuestro hallazgo: el tesoro escondido, la perla, etc. El amor –también en su faceta corporal- es un don. Todo lo que frena y contraría este “hallazgo” rompe el plan divino y da paso al pecado entendido como desorden, como rebeldía y, en el fondo, como frustración. No en vano enseña Juan Pablo II que el que peca ofende a Dios en la medida que también se ofende a sí mismo. El Santo Padre pide que la familia y la vida sean puestos “en el centro de la nueva evangelización”, de manera que seamos más exigentes a la hora de anunciar la novedad y la belleza de la «verdad divina sobre la familia»

El planteamiento de la verdad sobre el hombre, lleva incluido el aspecto vocacional, pues el hombre es un ser con un destino. Hay que hacer referencia a “las dos vocaciones fundamentales de la vida cristiana, la de la virginidad y la del matrimonio, y su recíproca relación; y a las dos dimensiones de la unión conyugal, la unitiva y la procreativa, las cuales no pueden separarse artificialmente sin alterar la verdad íntima del acto conyugal”

El camino del cristiano es un camino de amor. A los adolescentes hay que ayudarles a que entiendan en qué consiste la “civilización del amor” de la que habla el Papa y se comprometan en su realización. Aprender a querer a Cristo es, para el cristiano, el camino para aprender a querer sin más.


Para padres con hijos de 16 a 17 años.
 

La primera necesidad educativa: convencerse de la necesidad de aprender a amar, de contar con quien les quiere, quiere su bien, tiene experiencia para ayudar en el largo proceso de aprendizaje.

 No se sabe amar simplemente por nacimiento y crecimiento espontáneo, y los padres pueden y quieren ayudar, sin sustituir su propio camino de crecimiento).

El amor es la vocación fundamental del hombre: El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. (RH 10). El hombre sólo se realiza en la entrega sincera de sí mismo a los demás (GS 24)

La vocación al amor –en el matrimonio o en el celibato apostólico- es universal. Dios da a todos esa inclinación muy profunda a salir de sí mismo, darse y llegar a formar una verdadera comunión interpersonal amorosa. Pero la capacidad amorosa necesita un cultivo, una educación (que empieza ya en la infancia) y se acentúa en el final de la adolescencia y en la juventud, pero no termina nunca.

La causa más frecuente y más profunda de los fracasos amorosos está en la ausencia de una educación positiva y continuada, por falta de referencias y ayudas y más frecuentemente por una concepción insuficiente y pasiva del amor: -Pensar que todo consiste en encontrar la persona adecuada;  -Que todo consiste en aumentar el atractivo; -Que el amor consiste en algo que nos arrastra y no en un poder activo.

Amar es una actividad, no un estado emocional, e incluye:

- Respeto (admiración, valoración, comprensión, veneración del misterio de la persona, no querer dominar o subordinar, alegrarse de su riqueza personal, dar espacio para su propio desarrollo);

- Cuidado: sentir como propio lo que afecta al otro, ayudar a crecimiento;

- Dar: no es un intercambio de intereses y equilibrio de donaciones, sino una generosidad con lo que uno posee;

– Darse: más que lo que posee, el amante busca darse a sí mismo para hacer aún más maravillosa a la persona amada, para hacerla feliz compartiendo un proyecto de vida en común: el don de sí es don irreversible, compromiso de las libertades en una alianza  públicamente celebrada (no se puede amar a  prueba, el amor matrimonial no busca la clandestinidad); don fielmente vivido; el  don de sí es expresado corporalmente en el acto conyugal (que efectivamente sólo tiene sentido humano entre los cónyuges: no con miembros de la familia aunque se amen mucho, ni con amigos o novias) en la verdad del ser viril/femenino  (no manipulado física, química o quirúrgicamente con voluntad anticonceptiva).

La educación para el amor antes del matrimonio requiere la integración de:

- La atracción física que debe existir entre los futuros esposos (la falta de integración en el compromiso conduce a la trivialización de las relaciones sexuales); 

- Los estados emocionales (frente a la idea romántica del amor como "enamoramiento" está la realidad de "vivir enamorado")

– En el compromiso de las libertades: que asume, integra y orienta la personalidad amorosa (frente a una concepción del “amor libre”, infantil e inmaduro, que equivale a la negación del amor.

 EL NOVIAZGO

La educación para el amor antes del matrimonio requiere la integración de la atracción física, que debe existir entre los futuros esposos, y los estados emocionales en el nivel de la libertad personal, de la capacidad voluntaria de decidir sobre sí mismo y sobre el propio futiro en un compromiso de vida.

El noviazgo es una etapa importantísima para:

- Conocerse en profundidad (convicciones fundamentales, ideales, proyectos vitales, relaciones familiares, amigos: no aislarse artificialmente ni dar la espalda al entorno de cada uno o de los dos); superar la tendencia a aparenta, etc.

- Mejorarse (alegría, laboriosidad, generosidad, humildad, comprensión; mejorarse en el propio hogar y ambiente: seremos como somos donde nos mostramos con espontaneidad, no “cuando salimos”);

- Desarrollar el amor de entrega, no el de utilización  (para ello: vivir en la verdad como novios, no falsificar la relación anticipando donaciones corporales antes de la donación personal irrevocable, "como si ya fuéramos esposos", porque esperamos llegar a serlo; las situaciones confusas son clima ideal para que se pierda clarividencia y libertad y crezca el autoengaño, en una etapa de la vida en que conviene ser máximamente lúcido y máximamente generoso: el sacrificio de saber esperar, de recorrer las etapas de preparación y maduración; el amor se cultiva pacientemente y no se puede anticipar en sus expresiones definitivas, (que, de hecho, son caricatura de la verdadera unión conyugal, requieren la evitación de sus consecuencias  mediante falsificaciones del gesto amoroso con el empleo de preservativos); para esto compartir las convicciones fundamentales de lo que es el matrimonio y el noviazgo, ayudarse a estar cerca de Jesucristo y a evitar situaciones en las que es fácil dejarse arrastrar por la pasión;  “Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad”;

- Requiere una edad adecuada: la de la completa maduración psíquica, a partir de los veinte años; conviene adquirir antes una experiencia amplia en el conocimiento del mundo femenino y en el conocimiento de sí mismo; pero no es deseable que por inmadurez se multipliquen las rupturas y se cree un fondo de desconfianza en el amor.

- Hace falta dedicarle una duración suficiente pero no excesiva: las condiciones de trabajo, el precio de la vivienda impone, a veces, noviazgos prolongados que tampoco son muy deseables, aunque una duración mínima es imprescindible: pero en esto, la clave no es la duración cuantitativa sino la lucidez y generosidad cualitativa.

 LA ACTUACIÓN DE LOS PADRES

Es necesario que no falte nunca en la catequesis y en la formación impartida dentro y fuera de la familia, no sólo la enseñanza de la Iglesia sobre el valor eminente de la virginidad y del celibato, sino también sobre el sentido vocacional del matrimonio, que nunca debe ser considerado por un cristiano sólo como una aventura humana: «Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia », dice san Pablo (Ef 5, 32). Dar a los jóvenes esta firme convicción, trascendental para el bien de la Iglesia y de la humanidad, « depende en gran parte de los padres y de la vida familiar que construyen en la propia casa».

Los padres deben alegrarse si ven en alguno de sus hijos los signos de la llamada de Dios a la más alta vocación de la virginidad o del celibato por amor del Reino de los cielos. Deberán entonces adaptar la formación al amor casto a las necesidades de estos hijos, animándolos en su propio camino.

Los padres deben prepararse para dar, con la propia vida, el ejemplo y el testimonio de la fidelidad a Dios y de la fidelidad de uno al otro en la alianza conyugal. Su ejemplo es particularmente decisivo en la adolescencia, período en el cual los jóvenes buscan modelos de conducta reales y atrayentes. Como en este tiempo los problemas sexuales se tornan con frecuencia más evidentes, los padres han de ayudarles a amar la belleza y la fuerza de la castidad con consejos prudentes, poniendo en evidencia el valor inestimable que, para vivir esta virtud, poseen la oración y la recepción fructuosa de los sacramentos, especialmente la confesión personal. Deben, además, ser capaces de dar a los hijos, según las necesidades, una explicación positiva y serena de los puntos esenciales de la moral cristiana como, por ejemplo, la indisolubilidad del matrimonio y las relaciones entre amor y procreación, así como la inmoralidad de las relaciones prematrimoniales, del aborto, de la contracepción y de la masturbación. Respecto a estas últimas, contrarias al significado de la donación conyugal, conviene recordar además que « las dos dimensiones de la unión conyugal, la unitiva y la procreativa, no pueden separarse artificialmente sin alterar la verdad íntima del mismo acto conyugal ».En este punto, será una preciosa ayuda para los padres el conocimiento profundo y meditado de los documentos de la Iglesia que tratan estos problemas

En el período que lleva al noviazgo y a la elección de aquel afecto preferencial que puede conducir a la formación de una familia, los padres deberán, sobre todo, ayudar a los hijos a discernir aquellas condiciones necesarias para que nazca un vínculo serio, honesto y prometedor, y les apoyarán en el camino de un claro testimonio de coherencia cristiana en la relación con la persona del otro sexo.

La conciencia del significado positivo de la sexualidad, en orden a la armonía y al desarrollo de la persona, como también en relación con la vocación de la persona en la familia, en la sociedad y en la Iglesia, representa siempre el horizonte educativo que hay que proponer en las etapas del desarrollo de la adolescencia. No se debe olvidar que el desorden en el uso del sexo tiende a destruir progresivamente la capacidad de amar de la persona, haciendo del placer —en vez del don sincero de sí— el fin de la sexualidad, y reduciendo a las otras personas a objetos para la propia satisfacción.

Otros momentos particulares y significativos para los jóvenes son su ingreso en el mundo del trabajo o en la escuela superior. En modo particular, se deberá tener cuidado que los hijos no disminuyan, antes intensifiquen, la relación de fe con la Iglesia y con las actividades eclesiales; que sepan escoger maestros del saber y de la vida para su futuro; y que sean capaces de comprometerse en el campo cultural y social como cristianos, sin temor a profesarse como tales y sin perder el sentido y la búsqueda de la propia vocación.

En la última adolescencia, los jóvenes deben ser introducidos primero en el conocimiento de los indicios de fertilidad y luego en el de la regulación natural de la fertilidad, pero sólo en el contexto de la educación al amor, de la fidelidad matrimonial, del plan de Dios para la procreación y el respeto de la vida humana.


Bibliografía

P.C. Familia, Sexualidad humana. Verdad y significado;

MIKEL SANTAMARÍA, Saber amar con el cuerpo;

A. LÉONARD, Moral sexual explicada a los jóvenes;

U. BORGUELLO, Las crisis del amor

K. WOITILA, Amor y responsabilidad,

P.E. CHARBONEAU, Noviazgo y felicidad.



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