Al comenzar la oración mental Señor mío y Dios mío, creo firmemente
que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te
pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.
Madre mía Inmaculada, San José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda,
interceded por mí
Al terminar la oración mental Te doy gracias, Dios mío, por los buenos
propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación.
Te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San José mi Padre
y Señor, Ángel de mi guarda, intercede por mí.
Guión breve para hacer la oración de la mañana - Dar los buenos días a
Dios: Alabarle y agradecerle todas las posibilidades que nos presente en el
nuevo día. - Renovar y glosar el ofrecimiento de obras: ofrecerle las cosas de
ese día; pedirle que en todo busques agradarle; pedirle que actúes con
rectitud de intención (y no por vanidad, capricho o egoísmo). - Recordar y
comentar con Él la realidad de que te estará viendo todo el día. Repasar
cómo vivir la presencia de Dios durante el día (jaculatorias, industrias
humanas, etc.) - Abandonar en manos de Dios el apostolado del día; ver a qué
amigos puedes ayudar ese día. - Comentar el plan del día. - Pedir ayuda para
poner por obra los propósitos que tenemos (de la dirección espiritual, del
examen, etc.) - Pedir por las personas que quieras. - Leer el evangelio
imaginándote ser un personaje.
Oración conversando con Jesucristo
Seis preguntas para hablar con Jesús Para agradarme a Mí no es preciso
saber mucho, sino amar. Háblame sencillamente, con el corazón, como hablarías
a tu padre o a tu hermano, o al más íntimo de tus amigos. "al orar, no
seáis como los gentiles que piensan ser escuchados por decir muchas palabras...
porque vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se las
pidáis". "Hola Jesús, aquí me tienes otra vez para hacerte un rato
de compañía..." - ¿Necesitas pedirme algo en favor de alguna persona?
Dime de quiénes se trata y qué bienes quieres para ellos. Acuérdate de lo que
dije y han recogido los evangelios: "Pedid y recibiréis, buscad y
hallaréis, llamad y se os abrirá." Pide, pide mucho, que a mí me agradan
los corazones generosos que olvidándose de sí mismos se preocupan de las
necesidades de los demás. Háblame de tu familia, de tus amigos. ¿Quieres que
les ayude en algo? - ¿Y para ti no necesitas nada? Hazme, si quieres, una lista
de tus necesidades y ven a leerla en mi presencia. Háblame de lo que te cuesta,
de tus flaquezas y debilidades. Cuéntame cuándo has sentido el aguijón de la
soberbia o de la sensualidad, la tentación de la comodidad o del egoísmo... y
pídeme luego que venga en ayuda de esos esfuerzos que haces -pocos o muchos-
para luchar contra esas miserias. No te avergüences: hay en el cielo tantos
santos que tuvieron esos mismos defectos que tú tienes... y lucharon... y
recomenzaron esa lucha muchas veces... y poco a poco fueron mejorando. No
vaciles en pedir cualquier tipo de bienes, que te concederé lo que más
convenga para tu santificación. ¿Qué puedo hacer por tu bien? - Cuéntame
qué planes tienes. ¿Qué te preocupa? ¿En qué piensas? ¿Qué deseas? ¿Qué
cosas llaman hoy especialmente tu atención? ¿Cuáles son tus ilusiones? -
¿Sientes acaso tristeza por algún motivo? Cuéntame tus tristezas con todo
detalle. ¿No os dije: "Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, que Yo os aliviaré?" ¿Quién te ha ofendido? Acércate a mi
Corazón, tantas veces lastimado por los hombres, y encontrarás consuelo y
remedio para las heridas que haya en el tuyo. Cuéntamelo todo y verás cómo es
fácil perdonar y hacer el bien a los demás. ¿Temes algún mal? Ponte en mis
brazos y en los de mi Madre, que tanto te quiere. Contigo estoy, aquí a tu lado
me tienes. Todo lo conozco y nunca te abandonaré. - ¿Y no tienes alguna
alegría que comunicarme? Cuéntame lo que desde la última vez que hablamos te
ha salido bien o ha hecho sonreír a tu corazón. Quizá has tenido agradables
sorpresas, has recibido muestras de cariño, has vencido dificultades o has
salido de apuros... ¿Pensabas que Yo no tenía nada que ver con todo eso? ¿Por
qué entonces has tardado tanto en agradecérmelo? También a mí me gusta
alegrarme con tus alegrías. Cuando dais gracias os resulta más fácil caer en
la cuenta de que Yo estoy pendiente siempre de vosotros. - ¿Concretamos algún
propósito? Sabes bien que nuestra intimidad será mayor en la medida en que te
esfuerces por amarme y mejorar con mi ayuda. Es el momento de la sinceridad
¿Tienes la firme resolución de evitar toda ocasión de pecado? ¿Volverás a
ser amable con aquellas personas que te cuesta tratar? ¿Deseas elegir siempre
el camino del amor aunque implique sacrificios? ¿Te esforzarás por trabajar
mejor? ¿Procurarás tenerme presente en todas tus acciones? ¿Volverás a mí
siempre, pase lo que pase? ¿Seguiremos hablando mañana? Ahora vuelve a tus
ocupaciones habituales, a tu trabajo... pero no olvides la conversación que
hemos tenido aquí los dos, procura vivir en todo la caridad, ama a mi Madre,
que lo es tuya también, y cuenta con mi ayuda para portarte como un buen hijo.
Textos para repetir durante la oración
Palabras dirigidas a Dios Padre
"Ved cómo habéis de orar:
Padre nuestro, que estás en los cielos. santificado sea tu nombre; venga tu
reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan
nuestro de cada día y perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros
perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos
de todo mal" (Mt. VI, 9-13)
Señor y Dios mío, mi única esperanza, óyeme
para que no me rinda ante el desaliento y deje de buscarte. Que yo ansíe
siempre ver tu rostro. Dame fuerzas para la búsqueda, Tú que hiciste que te
encontrara y me has dado esperanzas de un conocimiento más perfecto. Ante Ti
está mi firmeza y mi debilidad: conserva la primera y sana la segunda (...).
Haz que me acuerde de Ti. que te comprenda y te ame. Acrecienta en mí estos
dones hasta que mi conversión sea completa. (San Agustín, De Trinitate)
Dios
mío, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti,
como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni
hacerme salir de ti, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad
de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo. tu morada amada y el
lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté
allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin
reservas a tu acción creadora. (Beata Isabel de la Trinidad)
Os doy gracias,
Dios mío, por todas las gracias que me habéis concedido, en particular por
haberme hecho pasar por la prueba purificadora del sufrimiento. (Santa Teresa de
Lisieux)
Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de ti. Señor
mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti. Señor mío y Dios mío,
despójame de mi mismo para darme todo a ti. (San Nicolás de Flüe)
Padre mío
-¡trátale así, con confianza!-, que estás en los Cielos, mírame con
compasivo Amor, y haz que te corresponda. - Derrite y enciende mi corazón de
bronce. quema y purifica mi carne inmortificada, llena mi entendimiento de luces
sobrenaturales, haz que mi lengua sea pregonera del Amor y de la Gloria de
Cristo. (Forja, n. 3)
Aquí estoy, porque me has llamado, decidido a que esta
vez no pase el tiempo como el agua sobre los cantos rodados, sin dejar rastro.
(Forja, n. 7)
Señor, que tus hijos sean como una brasa encendidísima, sin
llamaradas que se vean lejos. Una brasa que ponga el primer punto de fuego. en
cada corazón que traten... Tú harás que ese chispazo se convierta en un
incendio: tus Angeles -lo sé, lo he visto- son muy entendidos en eso de soplar
sobre rescoldo de los corazones..., y un corazón sin cenizas no puede menos de
ser tuyo. (Forja, n. 9)
¡Dios mío. enséñame a amar! - ¡Dios mío,
enséñame a orar! (Forja, n. 66)
Señor, te pido un regalo: Amor..., un Amor
que me deje limpio. -Y otro regalo aún: conocimiento propio, para llenarme de
humildad. (Forja, n. 185)
Todo lo refiero a Ti, Dios mío. Sin Ti -que eres mi
Padre-, ¿qué sería de mí? (Forja, n. 229)
Señor, yo me uno a Ti, como un
hijo cuando se pone en los brazos fuertes de su padre o en el regazo maravilloso
de su madre, sentiré el calor de tu divinidad, sentiré las luces de tu
sabiduría, sentiré correr por mi sangre tu fortaleza. (Forja, n. 342)
¡Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y
amabilísima Voluntad de Dios sobre todas las cosas! Amén. Amén. (Forja, n.
769)
¡Gracias, Señor, porque -al permitir la tentación- nos das también la
hermosura y la fortaleza de tu gracia, para que seamos vencedores! ¡Gracias,
Señor, por las tentaciones, que permites para que seamos humildes! (Forja, n.
313)
Señor, que no nos inquieten nuestras pasadas miserias ya perdonadas, ni
tampoco la posibilidad de miserias futuras; que nos abandonemos en tus manos
misericordiosas; que te hagamos presentes nuestros deseos de santidad y
apostolado, que laten como rescoldos bajo las cenizas de una aparente
frialdad... - Señor, sé que nos escuchas. (Forja, n. 426)
Dios mío: siempre
acudes a las necesidades verdaderas. (Forja, n. 221)
Señor, nada quiero más
que lo que Tú quieras. Aun lo que en estos días vengo pidiéndote, si me
aparta un milímetro de la Voluntad tuya, no me lo des. (Forja, n. 512)
Señor:
aunque sea miserable, no dejo de comprender que soy instrumento divino en tus
manos. (Forja, n. 610)
Dios mío: sólo deseo ser agradable a tus ojos; todo lo
demás no me importa. Madre Inmaculada, haz que me mueva exclusivamente el Amor.
(Forja, n. 1028)
¡Tarde te amé, hermosura soberana, tarde te amé! Y Tú
estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y me lanzaba
sobre estas cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no
estaba contigo. Me retenían lejos de ti aquellas cosas que sin Ti no
existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y
resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora
te anhelo; gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti; me tocaste, y deseé
con ansia la paz que procede de Ti. (San Agustín, Confesiones)
Señor, Dios
mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro. lo pequeño y
lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno. (Via Crucis VII, 3)
Palabras dirigidas a Jesús
¡Oh Jesús mío y amor mío, qué irme
esperanza me infunde vuestra Pasión! ¿Cómo puedo temer no alcanzar el perdón
de mis pecados. el paraíso y todas las gracias, que me son necesarias, si
considero que sois el Dios omnipotente que dio por mí su sangre? (San Alfonso
Mª de Ligorio)
Estamos, Señor, gustosamente en tu mano llagada. ¡Apriétanos
fuerte!, ¡estrújanos!, ¡que perdamos toda la miseria terrena! ¡que nos
purifiquemos, que nos encendamos, que nos sintamos empapados en tu Sangre! - Y
luego, ¡lánzanos lejos!, lejos. con hambres de mies, a una siembra cada día
más fecunda, por Amor a Ti. (Forja, n. 5)
Veo tu Cruz, Jesús mío, y gozo de
tu gracia, porque el premio de tu Calvario ha sido para nosotros el Espíritu
Santo... Y te me das, cada día. amoroso -¡loco!- en la Hostia Santísima... Y
me has hecho ¡hijo de Dios!. y me has dado a tu Madre. No me basta el
hacimiento de gracias, se me va el pensamiento: Señor, Señor, ¡tantas almas
lejos de Ti! (Forja, n. 27)
Señor, que desde ahora sea otro: que no sea
"yo", sino "aquél" que Tú deseas. Que no te niegue nada de
lo que me pidas. Que sepa orar. Que sepa sufrir. Que nada me preocupe, fuera de
tu gloria. Que sienta tu presencia de continuo. Que ame al Padre. Que te desee a
Ti, mi Jesús. en una permanente Comunión. Que el Espíritu Santo me encienda.
(Forja, n. 122)
¡Señor, sólo quiero servirte! ¡Sólo quiero cumplir mis
deberes, y amarte con alma enamorada! Hazme sentir tu paso firme a mi lado. Sé
Tú mi único apoyo. (Forja, n. 449)
Jesús, si en mí hay algo que te
desagrada, dímelo, para que lo arranquemos. (Forja, n. 108)
Todo lo espero de
Ti, Jesús mío: ¡conviérteme! (Forja, n. 170)
¿Qué te he hecho, Jesús,
para que así me quieras? Ofenderte... y amarte. - Amarte: a esto va a reducirse
mi vida. (Forja, n. 202)
¡Jesús, hasta la locura y el heroísmo! Con tu
gracia, Señor, aunque me sea preciso morir por Ti. ya no te abandonaré.
(Forja, n. 210)
Señor, mira que estoy enfermo; Señor, Tú, que por amor has
muerto en la Cruz por mí, ven a curarme. (Forja, n.213)
Jesús, si alguna vez
se insinúa en mi alma la duda entre lo que Tú me pides o seguir otras
ambiciones nobles, te digo desde ahora que prefiero tu camino, cueste lo que
cueste. ¡No me dejes! (Forja, n. 292)
Jesús, sabiendo que te quiero y que me
quieres. lo demás nada me importa: todo va bien. (Forja, n. 335)
¡Oh, Jesús!
Si, siendo como he sido -pobre de mí- has hecho lo que has hecho... Si yo
correspondiera, ¿qué harías? (Forja, n. 388)
Jesús, que en tu Iglesia Santa
perseveren todos en el camino, siguiendo su vocación cristiana, como los Magos
siguieron la estrella: despreciando los consejos de Herodes..., que no les
faltarán. (Forja, n. 366)
Jesús mío, quiero corresponder a tu Amor, pero soy
flojo. ¡Con tu gracia, sabré! (Forja. n. 383)
Si he de hacer algo de provecho,
Jesús, has de hacerlo Tú por mí. Que se cumpla tu Voluntad: la amo, ¡aunque
tu Voluntad permita que yo esté siempre como ahora, penosamente cayendo, y Tú
levantándome! (Forja, n. 390)
Jesús, en tus brazos confiadamente me pongo,
escondida mi cabeza en tu pecho amoroso, pegado mi corazón a tu Corazón:
quiero, en todo, lo que Tú quieras. (Forja, n. 529)
Señor, que nos haces
participar del milagro de la Eucaristía: te pedimos que no te escondas, que
vivas con nosotros, que te veamos, que te toquemos, que te sintamos, que
queramos estar siempre junto a Ti, que seas el Rey de nuestras vidas y de
nuestros trabajos. (Forja. n.542)
Señor mío Jesús: haz que sienta, que
secunde de tal modo tu gracia, que vacíe mi corazón..., para que lo llenes
Tú, mi Amigo, mi Hermano, mi Rey, mi Dios, ¡mi Amor! (Forja. n. 913)
Jesús:
que mis distracciones sean distracciones al revés: en lugar de acordarme del
mundo, cuando trate Contigo, que me acuerde de Ti, al tratar las cosas del
mundo. (Forja, n. 1014)
"Obras son amores y no buenas razones".
¡Obras, obras! -Propósito: seguiré diciéndote muchas veces que te amo-
¡cuántas te lo he repetido hoy!- pero, con tu gracia, será sobre todo mi
conducta, serán las pequeñeces de cada día -con elocuencia muda- las que
clamen delante de Ti, mostrándote mi Amor. (Forja, n. 497)
Señor, espero en
Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que
te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las
criaturas. (Forja, n. 832)
Palabras dirigidas al Espíritu Santo
Repite de todo corazón y
siempre con más amor. más aún cuando estés cerca del Sagrario o tengas al
Señor dentro de tu pecho: -que no te rehúya, que el fuego de tu Espíritu me
llene. (Forja, n. 515)
Divino Huésped, Maestro, Luz, Guía, Amor: que sepa
agasajarte, y escuchar tus lecciones, y encenderme, y seguirte y amarte. (Forja.
n. 430)
Espíritu Santo. Amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre lo que
debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, lo que
debo escribir, cómo debo actuar, lo que debo hacer para procurar tu gloria, el
bien de las almas y mi propia santificación. (Cardenal Vredier)
¡Ven, oh Santo
Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi
corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad... He oído tu
voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después... mañana. Nunc
coepi! ¡Ahora! no vaya a ser que el mañana me falte. (San Josemaría Escrivá)
Ven, Espíritu Santo. llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el
fuego de tu amor. (San Josemaría Escrivá)
Espíritu de amor, creador y
santificador de las almas, cuya primera obra es transformarnos hasta asemejarnos
a Jesús, ayúdame a parecerme a Jesús, a pensar como Jesús, a hablar como
Jesús, a amar como Jesús, a sufrir como Jesús, a actuar en todo como Jesús.
(A. Riaud)
Espíritu Santo, quiero hacerme dócil a tu enseñanza y vivir fiel a
los más pequeños toques de tus inspiraciones divinas. Sé mi luz y mi fuerza.
Tú que hablas en silencio del alma, dame el espíritu de recogimiento. Tú que
desciendes a las almas humildes. dame espíritu de humildad. enséñame a vivir
de tu amor y enséñame a repartir amor a mi alrededor. (A. Riaud)
¡Envía,
Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra! Lo pedimos junto a María,
junto a la que ha concebido por obra del Espíritu Santo y que -Esposa y Madre
de Dios- es la esperanza del hombre y del mundo. Renueva la faz de la tierra.
Esta tierra que sólo se puede renovar desde el hombre, en sus corazones, en las
conciencias de los hombres. (Juan Pablo II, 26-V-1985)
¡Ven Espíritu Santo, y
envíanos desde el cielo un rayo de tu luz! La Iglesia espera tu ayuda. Ven, haz
que ella no se pierda por los caminos del mundo, sino que, apoyada por el calor
de tu luz, camine segura hacia el Esposo, por el que suspira con todo el Ímpetu
de su corazón. ¡Ven Espíritu divino! (Juan Pablo II. 30-V-1979)
¡Espíritu
de verdad. cumple en nosotros la misión para la cual el Hijo te ha mandado!
Llena de Ti todo corazón y suscita en muchos jóvenes el anhelo de lo que es
auténticamente grande y hermoso en la vida: el deseo de santidad y la pasión
por la salvación de las almas. Haz nuestros corazones completamente libres y
puros, y ayúdanos a vivir con plenitud el seguimiento de Cristo, para gustar
como tu último don. del gozo que no tendrá jamás fin. (Juan Pablo II,
4-II-1990)
Palabras dirigidas a María
Señora, Madre nuestra, el Señor ha
querido que fueras tú, con tus manos, quien cuidara a Dios: ¡enséñame
-enséñanos a todos- a tratar a tu Hijo! (Forja , n. 84)
Madre mía. Refugio de
pecadores, ruega por mí; que nunca más entorpezca la obra de Dios en mi alma.
(Forja, n. 178)
¡Madre mía! Las madres de la tierra miran con mayor
predilección al hijo más débil, al más enfermo, al más corto. al pobre
lisiado... -¡Señora!. yo sé que tú eres más Madre que todas las madres
juntas... -Y, como yo soy tu hijo... Y, como yo soy débil, y enfermo... y
lisiado... y feo... (Forja, n. 234)
No me dejes. ¡Madre!: haz que busque a tu
Hijo; haz que encuentre a tu Hijo: haz que ame a tu Hijo... ¡con todo mi ser!
-Acuérdate, Señora, acuérdate. (Forja, n. 157) Madre, Vida, Esperanza mía,
condúceme con tu mano... y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi
Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos. ¡Oh
clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para
que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y
gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús. (Forja, n. 161 )
Virgen María.
Madre de la, Iglesia, tú, que por tu mismo divino Hijo, en el momento de su
muerte redentora, fuiste presentada como Madre al discípulo predilecto,
acuérdate del pueblo cristiano que en ti confía. Acuérdate de todos tus hijos
y apoya sus peticiones ante Dios: conserva sólida su fe, fortifica su esperanza
y aumenta su caridad. Acuérdate de aquellos que viven en la tribulación, en
las necesidades. en los peligros, especialmente de aquellos que sufren
persecución (...) Templo de la luz sin sombra y sin mancha, intercede ante tu
Hijo Unigénito, para que sea misericordioso con nuestras faltas y aleje de
nosotros la desgana, dando a nuestros ánimos la alegría de amar. Finalmente
encomendamos a tu Corazón Inmaculado todo el género humano: condúcelo al
conocimiento del único y verdadero Salvador, Cristo Jesús: aleja de él el
flagelo del pecado y concede a todo el mundo la paz verdadera, en la justicia.,
en libertad y en el amor. (Pablo VI, discurso pronunciado durante el Concilio
Vaticano II. 21-XI-1964)
Meterse en el Evangelio
Nacimiento de Jesús
"José subió de Galilea, de la ciudad de
Nazaret, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa de
David, para empadronarse con María, su esposa. que estaba encinta. Estando
allí cumplieron los días de su parto" (Lc. II, 4-6). Repasa el ejemplo de
Cristo, desde la cuna de Belén hasta el trono del Calvario. Considera su
abnegación, sus privaciones: hambre, sed, fatiga. calor, sueño. malos tratos,
incomprensiones, lágrimas.... y su alegría de salvar a la humanidad entera. Me
gustaría que ahora grabaras hondamente en tu cabeza y en tu corazón -para que
lo medites muchas veces, y lo traduzcas en consecuencias prácticas- aquel
resumen de San Pablo, cuando invitaba a los de Efeso a seguir sin titubeos los
pasos del Señor: sed imitadores de Dios, ya que sois sus hijos muy queridos, y
proceded con amor, a ejemplo de lo que Cristo nos amó y se ofreció a sí mismo
a Dios en oblación y hostia de olor suavísimo (Amigos de Dios, 128).
"Y
dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le recostó en
un pesebre, por no haber sitio para ellos en la posada" (Lc 11. 7).
Jesús
nació en una gruta de Belén, dice la Escritura, "porque no hubo lugar
para ellos en la posada". -No me aparto de la verdad teológica, si te digo
que Jesús está buscando todavía posada en tu corazón (Forja, 274) Frío.
Pobreza. Soy un esclavito de José. ¡Qué bueno es José! Me trata como un
padre a su hijo. ¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo,
horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!... ¡Y le beso -bésale
tú-, y le bailo, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, mi
Todo!...(Santo Rosario, Nacimiento de Jesús)
"Nacido Jesús en Belén de
Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Orlente a Jerusalén unos magas
diciendo: ¿Dónde está el rey de los Judíos que acaba de nacer? Porque hemos
visto su estrella al oriente y venimos a adorarle" (Mt II, 2-3).
Es nuestra
misma experiencia. También nosotros advertimos que, poco a poco. en el alma se
encendía un nuevo resplandor: el deseo de ser plenamente cristianos; si me
permitís la expresión, la ansiedad de tomarnos a Dios en serio. Agradezcamos a
Dios (...) este don que, junto con el de la fe, es el más grande que el Señor
puede conceder a una criatura: el afán bien determinado de llegar a la plenitud
de la caridad, con el convencimiento de que también es necesaria -y no sólo
posible- la santidad en medio de las tareas profesionales, sociales...
Considerad con qué finura nos invita el Señor. Se expresa con palabras
humanas, como un enamorado: Yo te he llamado por tu nombre... Tú eres mío (Is
XLIII, 1) (... ) Hace falta una recia vida de fe para no desvirtuar esta
maravilla, que la Providencia divina pone en nuestras manos. Fe como la de los
Reyes Magos: la convicción de que ni el desierto, ni las tempestades, ni la
tranquilidad de los oasis nos impedirán llegar a la meta del Belén eterno: la
vida definitiva con Dios. (Es Cristo que pasa, n. 32) Nuestro Señor se dirige a
todos los hombres, para que vengan a su encuentro, para que sean santos. No
llama sólo a los Reyes Magos, que eran sabios y poderosos; antes había enviado
a los pastores de Belén, no ya una estrella, sino uno de sus ángeles. Pero,
pobres o ricos, sabios o menos sabios, han de fomentar en su alma la
disposición humilde que permite escuchar la voz de Dios (Es Cristo que pasa 33)
Diálogo con el joven rico
"Saliendo al camino. corrió a El
uno que, arrodillándose, le preguntó: maestro bueno ¿Qué he de hacer para
alcanzar la vida eterna?" (Mc X, 17) Es claro que, cuando nos ponemos ante
Cristo, cuando El se convierte en confidente de los interrogantes de nuestra
juventud, no podemos hacer otra pregunta que la del joven del Evangelio: ¿Qué
he de hacer para alcanzar la vida eterna? (...) ¿Qué he de hacer para que mi
vida tenga pleno valor y pleno sentido?
"Ya sabes los mandamientos: No
matarás, no adulterarás, no robarás, no dirás falso testimonio, no
defraudarás, honra a tu padre y a tu madre..." (Mc X, 19). Hemos de
suponer que en este diálogo que Cristo sostiene con cada uno de vosotros,
jóvenes, se repita la misma pregunta: ¿sabes los mandamientos? Se repetirá
infaliblemente, porque los mandamientos forman parte de la Alianza entre Dios y
la humanidad. Los mandamientos determinan las bases esenciales del
comportamiento, deciden el valor moral de los actos humanos. ¡Queridos jóvenes
amigos! La respuesta que Jesús da a su interlocutor del Evangelio se dirige a
cada uno y a cada una de vosotros. Cristo os interroga sobre el estado de
vuestra sensibilidad moral y pregunta al mismo tiempo sobre el estado de
vuestras conciencias.
"Todo esto lo he guardado desde mi juventud..."
(Mc X, 20). ¡Cómo deseo ardientemente para cada uno de vosotros que el camino
de vuestra vida recorrido hasta ahora coincida con esta respuesta; que vuestra
conciencia consiga ya en estos años de la juventud aquella transparencia madura
que en vuestra vida os permitirá a cada uno ser siempre "personas de
conciencia", "personas de principios", "personas que
inspiran confianza", esto es, que son creíbles. La personalidad moral así
formada constituye a la vez la contribución más esencial que vosotros podréis
aportar a la vida social. "Jesús, poniendo en él los ojos, le amó"
Deseo que experimentéis una mirada así. ¡Deseo que experimentéis la verdad
de que Cristo os mira con amor! El mira con amor a todo hombre. El Evangelio lo
confirma a cada paso (...) Sabemos que Cristo confirmará y sellará esta mirada
con el sacrificio redentor de la Cruz. Deseo a cada uno y a cada una de vosotros
que descubráis esta mirada de Cristo y que la experimentéis hasta el fondo. No
sé en qué momento de la vida. Pienso que el momento llegará cuando más falta
haga; acaso en el sufrimiento, acaso también con el testimonio de una
conciencia pura, como en el caso del joven del Evangelio, o acaso precisamente
en la situación opuesta: junto al sentimiento de culpa, con el remordimiento de
conciencia. Cristo, de hecho, miró también a Pedro en la hora de su caída,
cuando por tres veces había negado a su Maestro. Al hombre le es necesaria esta
mirada amorosa; le es necesario saberse amado. saberse amado eternamente y haber
sido elegido desde la eternidad. Al mismo tiempo, este amor eterno de elección
divina acompaña al hombre durante su vida como la mirada de amor de Cristo.
"Una sola cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y
tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme" (Mc X, 21).
Deseo
deciros a todos vosotros, jóvenes, en esta importante fase del desarrollo de
vuestra personalidad masculina o femenina que si tal llamada llega a tu
corazón, no la acalles. Deja que se desarrolle hasta la madurez de una
vocación. Colabora con esa llamada a través de la oración. "La mies es
mucha..." Hay una gran necesidad de que muchos oigan la llamada de Cristo:
"Sígueme". (Juan Pablo II Carta apostólica a los jóvenes del mundo.
31 de marzo de 1985)
Curación del ciego Bartimeo
"Al salir (Jesús) de Jericó con
sus discípulos, seguido de muchísima gente, Bartimeo, el ciego, hijo de Timeo,
estaba sentado Junto al camino para pedir limosna. Oyendo que era Jesús de
Nazaret, comenzó a gritar y decir: Jesús, Hijo de David, ten compasión de
mí" (Mc X, 46-47). ¿No te entran ganas de gritar a ti, que estás
también parado a la vera del camino, de ese camino de la vida, que es tan
corta; a ti, que te faltan luces; a ti, que necesitas más gracias para
decidirte a buscar la santidad? ¿No sientes la urgencia de clamar: Jesús. Hijo
de David, ten compasión de mí? ¡Qué hermosa jaculatoria, para que la repitas
con frecuencia!
"Había allí mucha que reñían a Bartimeo con el intento
de que callara" (Mc X, 48). Como a ti, cuando has sospechado que Jesús
pasaba a tu vera. Se aceleró el latir de tu pecho y comenzaste también a
clamar, removido por una íntima inquietud. Y amigos, costumbres, comodidad,
ambiente, todos te aconsejaron: ¡cállate, no des voces! ¿Por qué has de
llamar a Jesús? ¡No le molestes!
"Parándose entonces Jesús, le mandó
llamar. Llamaron al ciego diciéndole: Ánimo, levántate, que te llama"
(Mc X, 49). ¡Es la vocación cristiana! Pero no es una sola la llamada de Dios.
Considerad además que el Señor nos busca en cada instante: levántate -nos
indica-, sal de tu poltronería, de tu comodidad, de tus pequeños egoísmos, de
tus problemitas sin importancia. Despégate de la tierra, que estás ahí plano,
chato, informe. Adquiere altura, peso y volumen y visión sobrenatural. (Amigos
de Dios, nn. 195-196)
Pasión del Señor
¿Quieres acompañar de cerca, muy de cerca, a
Jesús?... Abre el Santo Evangelio y lee la Pasión del Señor. Pero leer sólo,
no: vivir. La diferencia es grande. Leer es recordar una cosa que pasó: vivir
es hallarse presente en un acontecimiento que está sucediendo ahora mismo, ser
uno más en aquellas escenas. Entonces, deja que tu corazón se expansione, que
se ponga junto al Señor. Y cuando notes que se escapa que eres cobarde, como
los otros-, pide perdón por tus cobardías y las mías. (Via Crucis. IX,3)
"Pilatos de nuevo preguntó y dijo: ¿Qué queréis, pues, que haga de este
que llamáis rey de los judíos? Ellos gritaron otra vez: ¡Crucifícale!
Pilatos les dijo: ¿Pero qué mal ha hecho? Y ellos gritaron más fuerte:
¡Crucifícale! Y Pilatos, queriendo contentar al pueblo, les soltó a
Barrabás; y a Jesús, después de haberle azotado, le entregó para que lo
crucificasen" (Mc XV, 12-15). Atado a la columna. Lleno de llagas. Suena el
golpear de las correas sobre su carne rota, sobre su carne sin mancilla, que
padece por tu carne pecadora. -Más golpes. Más saña. Más aún... Es el colmo
de la humana crueldad. Al cabo, rendidos, desatan a Jesús. -Y el cuerpo de
Cristo se rinde también al dolor y cae, como un gusano, tronchado y medio
muerto. Tú y yo no podemos hablar. -No hacen falta palabras. -Míralo,
míralo... despacio. (Santo Rosario, Flagelación del Señor)
"Le vistieron
con un paño de púrpura y le ciñeron una corona tejida de espinas, y
comenzaron a saludarle: Salve, rey de los judíos. Y le herían en la cabeza con
una caña y le escupían, e hincando la rodilla le hacían reverencias" (Mc
XV, 17-19). Llevan a mi Señor al patio del pretorio, y allí convocan a toda la
cohorte. Los soldadotes brutales han desnudado sus carnes purísimas. Con un
trapo de púrpura, viejo y sucio, cubren a Jesús. Una caña. por cetro, en la
mano derecha... La corona de espinas, hincada a martillazos, le hace Rey de
burlas (...) Y, a golpes, hieren su cabeza. Y le abofetean... y le escupen.
(Santo Rosario, Coronación de espinas) No estorbes la obra del Paráclito:
únete a Cristo, para purificarte, y siente, con Él, los insultos, y los
salivazos, y los bofetones... y las espinas, y el peso de la cruz... y los
hierros rompiendo tu carne, y las ansias de una muerte en desamparo...(Camino.
n. 58)
"Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí, y
a los dos malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús decía:
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen..." (Lc XXIII, 33).
Niño
bobo. mira: todo esto..., todo lo ha sufrido por ti... y por mí. ¿No lloras?
(Santo Rosario, Muerte de Jesús) Graba, Señor, tus llagas en mi corazón, para
que me sirvan de libro donde pueda leer tu dolor y tu amor. Tu dolor para
soportar por ti toda suerte de dolores. Tu amor para anteponer el tuyo a todos
los demás amores (San Agustín)
Textos de Juan Pablo II para meditar
Necesidad de la oración
Si nos miramos solamente a nosotros mismos,
con nuestros límites y nuestros pecados, pronto seremos presa de la tristeza y
del desánimo. Pero si mantenemos nuestros ojos vueltos al Señor, entonces
nuestros corazones se llenarán de esperanza, nuestras mentes serán iluminadas
por la luz de la verdad, y llegaremos a conocer la plenitud del Evangelio con
todas sus promesas y su plenitud de vida. Si verdaderamente deseáis seguir a
Cristo, si queréis que vuestro amor a Él crezca y dure, debéis ser asiduos en
la oración. Ella es la llave de la vitalidad de vuestro vivir en Cristo. Sin la
oración, vuestra fe y vuestro amor morirán. Si sois constantes en la oración
cotidiana y en participación dominical de la Misa, vuestro amor a Jesús
crecerá. Y vuestro corazón conocerá la alegría y la paz profundas, una
alegría y una paz que el mundo no logrará daros jamás. (Nueva Orleans. EE.UU.
12-IX-1987).
Ser joven: tener proyectos Durante los años de la juventud se va
configurando en cada uno la propia personalidad. El futuro comienza ya a hacerse
presente. Estos años son el tiempo más propicio para un descubrimiento
particularmente intenso del yo humano y de las propiedades y capacidades que
éste encierra. Es el periodo en que se ve la vida como un proyecto prometedor a
realizar, del cual cada uno es y quiere ser protagonista. Es también el tiempo
adecuado para discernir y tomar conciencia con más radicalidad de que la vida
no puede desarrollarse al margen de Dios y de los demás. Es la hora de afrontar
las grandes cuestiones, de la opción entre el egoísmo y la generosidad. En una
palabra: el joven se halla ante una ocasión irrepetible de orientar toda su
existencia al servicio de Dios y de los hombres, contribuyendo así a la
construcción de un mundo más cristiano y, por consiguiente, más humano.
Sentido de la vida Ante toda esta amplia perspectiva que se ofrece a vuestros
ojos, es lógico que se os planteen grandes cuestiones: ¿Cuál es el sentido de
mi vida?, ¿hacia dónde debo orientarla?, ¿cuál es el fundamento sobre el que
tengo que construirla?, ¿con qué medios cuento? Son éstas preguntas
cruciales, densas de significado, que no pueden zanjarse con una respuesta
precipitada. Estos mismos interrogantes acuciaban probablemente a aquel joven
del Evangelio que se acercó a Jesús para preguntarle: "Maestro ¿qué he
de hacer yo para conseguir la vida eterna?" (Mt XIX, 16). Igual que a
vosotros, la vida se abría prometedora ante los ojos de aquel muchacho y
deseaba vivirla intensamente, de un modo generoso. con decisiones definitivas.
Quería alcanzar la vida eterna y buscaba para ello un camino seguro. Era un
buen israelita, que cumplía la ley desde joven, pero percibía horizontes más
amplios para su amor: por ello fue en busca del Maestro, en busca de Jesús, el
único que "tiene palabras de vida eterna" (Jn VI, 88).
Buscar a Jesucristo
Queridos jóvenes: Acercaos también vosotros al
Maestro si queréis encontrar respuesta a las anhelos de vuestro corazón.
Buscad a Cristo. que siendo Maestro, modelo, amigo y compañero, es el
"Hijo de Dios hecho hombre", Dios con nosotros, Dios vivo que, muerto
en la cruz y resucitado, ha querido permanecer a nuestro lado para brindarnos el
calor de su amistad divina, perdonándonos, llenándonos de su gracia y
haciéndonos semejantes a El. Cristo es quien tiene palabras de vida eterna
porque El es la Vida misma. Buscadlo a través de la oración, en el diálogo
sincero y asiduo con El. Hacedle partícipe de los interrogantes que os van
planteando los problemas y proyectos propios de vuestra juventud. Buscadle en su
Palabra, en los santos Evangelios, y en la vida litúrgica de la Iglesia. Acudid
a los sacramentos. Abrid con confianza vuestras aspiraciones más íntimas al
amor de Cristo, que os espera en la Eucaristía. Hallaréis respuesta a todas
vuestras inquietudes y veréis con gozo que la coherencia de vida que El os pide
es la puerta para lograr la realización de los más nobles deseos de vuestra
alma joven. Comprometerse La fe y el amor no se reducen a palabras o a
sentimientos vagos. Creer en Dios y amar a Dios significa vivir toda la vida con
coherencia a la luz del Evangelio (...) y esto no es fácil. ¡Sí! Muchas veces
se necesita mucho coraje para ir contra la corriente de la moda o la mentalidad
de este mundo. Pero, lo repito, éste es el único camino para edificar una vida
bien acabada y plena. Sed generosos en la entrega a vuestros hermanos; sed
generosos en el sacrificio por los demás y en el trabajo; sed generosos en el
cumplimiento de vuestras obligaciones familiares y cívicas; sed generosos en la
construcción de la civilización del amor. Y, sobre todo, si alguno de vosotros
siente una llamada a seguirle más de cerca (...) que sea generoso, que no tenga
miedo, porque no hay nada que temer cuando el premio que espera es Dios mismo. Y
si a pesar de vuestro esfuerzo personal por seguir a Cristo, alguna vez sois
débiles no viviendo conforme a su ley del amor y a sus mandamientos, ¡no os
desaniméis! ¡Cristo os sigue esperando! Él, Jesús, es el Buen Pastor que
carga con la oveja perdida sobre sus hombros y la cuida con cariño para que
sane. Cristo es el amigo que nunca defrauda. (Asunción. PARAGUAY. 18-V-1988).
La llamada
Deseo traer a vuestra memoria los encuentros del mismo Jesús con los
jóvenes de su tiempo. Los Evangelios nos conservan el interesante relato de la
conversación que mantuvo Jesús con un joven. Leemos que el joven propuso a
Cristo uno de los problemas fundamentales que la juventud se propone en todas
partes "Qué debo hacer...?" (Mc X, 17). recibiendo de El una
respuesta precisa y penetrante: "Jesús, poniendo en él los ojos, le amó
y dijo: ven y sígueme" (Mc X, 21 ). Pero mirad lo que ocurre: el joven,
que habla mostrado tanto interés por el problema fundamental, "se fue
triste, porque tenía mucha hacienda" (Mc X. 22). Por eso os digo a cada
uno de vosotros: escuchad la llamada de Cristo cuando sentís que os dice:
"Sígueme". Camina sobre mis pasos. ¡Ven a mi lado! ¡Permanece en mi
amor! Es una opción que se hace: la opción por Cristo y por su modelo de vida,
por su mandamiento de amor.
Generosidad
La tristeza de este joven nos lleva a reflexionar.
Podemos tener la tentación de pensar que poseer muchas cosas. muchos bienes de
este mundo, puede hacernos felices. En cambio, vemos en el caso del joven del
Evangelio que las muchas riquezas se convirtieron en un obstáculo para aceptar
la llamada de Jesús a seguirlo. ¡No estaba dispuesto a decir sí a Jesús, y
no a sí mismo, a decir sí al amor, y no a la huida! El amor verdadero es
exigente. No cumpliría mi misión si no os lo hubiera dicho con toda claridad
(...) El amor exige esfuerzo y compromiso personal para cumplir la voluntad de
Dios. Significa disciplina y sacrificio, pero significa también alegría y
realización humana. Queridos jóvenes, no tengáis miedo a un esfuerzo y a un
trabajo honestos; no tengáis miedo a la verdad. Con la ayuda de Cristo y a
través de la oración, vosotros podéis responder a su llamada, resistiendo a
las tentaciones, a los entusiasmos pasajeros y a toda forma de manipulación de
masas. Abrid vuestros corazones a este Cristo del Evangelio, a su amor. a su
verdad, a su alegría. ¡No os vayáis tristes! Entrega Como última palabra, a
todos vosotros los que me escucháis esta tarde querría deciros esto: el motivo
de mi misión, de mi viaje por los Estados Unidos, es deciros a vosotros, decir
a cada uno jóvenes y ancianos-, decir a cada uno en nombre de Cristo: "Ven
y sígueme". ¡Seguid a Cristo! Vosotros, esposos, haceos partícipes
recíprocamente de vuestro amor y de vuestras cargas, respetad la dignidad
humana de vuestro cónyuge; aceptad con alegría la vida que Dios os confía;
haced estable y seguro vuestro matrimonio por amor a vuestros hijos. ¡Seguid a
Cristo! Vosotros solteros aún o que os estáis preparando para el matrimonio,
iSeguid a Cristo! Vosotros jóvenes o viejos, ¡seguid a Cristo! Vosotros
enfermos o ancianos, vosotros los que sufrís o estáis afligidos; los que
sentís la necesidad de cuidados, la necesidad de amor, la necesidad de un
amigo. ¡Seguid a Cristo! En nombre de Cristo extiendo a todos vosotros la
llamada, la invitación, la vocación: ¡Ven y sígueme! para eso he venido a
América, para llamaros a Cristo, para llamar a todos y a cada uno de vosotros a
vivir en su amor, hoy y siempre. (Boston. EE.UU. 1-X-1979).
¡No tengáis miedo
a ser santos! Jóvenes que me escucháis: dejadme repetiros lo que ya os dije en
Santiago de Compostela, en la Jornada Mundial de la Juventud: !No tengáis miedo
a ser santos! Seguid a Jesucristo, que es fuente de libertad y de vida. Abríos
al Señor para que El ilumine todos vuestros pasos. Que el sea vuestro tesoro
más querido; y si os llama a una intimidad mayor, no cerréis vuestro corazón.
La docilidad a su llamada no mermará en nada la plenitud de vuestra vida: al
contrario, la multiplicará, la ensanchará hasta abrazar con vuestro amor los
confines del mundo. ¡Dejaos amar y salvar por Cristo, dejaos iluminar por su
poderosa luz! Así seréis luz de vida y de esperanza en medio de esta sociedad.
(Madrid. 16-VI-1993).
Oraciones de un día cualquiera
DÍA 1 Señor mío y Dios mío. Creo firmemente que estás aquí... que me
ves, que me oyes... Jesús, sé que me ves aquí, sentado en el banco, aunque yo
no te vea a ti... veo un velo, y un sagrario... pero tú si me ves... y me
oyes... Sin ruido de palabras, sabes lo que llevo en el corazón, lo que quiero
decirte... y estás pendiente de mí como si sólo yo estuviese hablando
contigo... Esta relación contigo, Señor, es tan personal como la que tenías
con los discípulos, a solas, por las orillas de Tiberíades... Puedo descargar
en ti mis preocupaciones... y quejarme de lo que no va... y consolarte... y
preguntarte lo que no entiendo... y pedirte que me ayudes... y contarte algo
divertido... Y, sobre todo, Señor, puedo pedirte perdón por lo que no va, por
aquello que me haces ver -a veces solo con una mirada- que no te ha gustado... Y
darte gracias porque me has dado tanto, tanto... Y porque estás ahí, desde
antes de que yo naciese, encerrado, esperándome... gracias, Dios mío, porque
me acompañas siempre que yo quiero... y por tantas cosas más... Jesús, te
amo... me gustaría amarte... Te estaba diciendo -¡sintiendo!- que me ves, que
me oyes, pero también me hablas Jesús... como a los apóstoles me animas... me
regañas con cariño... me sonríes... me pides más, más... que sepa salir de
mí mismo y pensar en los demás... en sus necesidades materiales... y, sobre
todo, en lo que puedo ayudarles para que también te conozcan, y sepan qué
sentido tiene su vida, y sean felices... Jesús... me has vuelto a encender por
dentro, a contagiar tu optimismo y tu amor por todos... y la urgencia por
cambiar el mundo... empezando por mí... Pero yo solo no puedo... ya lo he
intentado otras veces, mi Amor, y ya ves... Pero quieres que luche... y contigo
sé que puedo, y que voy mejorando, poco a poco...
DÍA 2 Dios mío, sabes que llevo tiempo sin hacer bien la oración,
viéndote y hablándote menos en el sagrario. Ayúdame a volver a intentarlo...
¡auméntame la fe!, fe en tu presencia ahí... ¿cómo he podido, Señor,
tratarte tan mal estos días..? Acudo a ti, Madre mía, como un niño
pequeño... como ese niño del cuadro... También a ti te he dejado de lado
tantos días... y eso que me lo he propuesto otras veces San José, mi Padre y
Señor... te he dicho al principio supersanjosé... ¿cómo hacías para
secundar la gracia..? Llévame a tratar bien, siempre, en todas las oraciones, a
María y a Jesús... y con Jesús, Hijo de Dios, al Padre y al Espíritu
Santo... Espíritu Santo, ¡abre otra vez tu escuela..! (...) Perdonad, María y
José, vosotros estáis aquí de otra manera... pero Jesús está ahí,
encerrado, Dios encerrado... la Trinidad encerrada, cuando todo -también
vosotros-, es suyo... y por Amor... ¿es verdad que por Amor?, ¿cabe un amor
tan grande..? ...Interceded por mí, porque sino no sé que va a salir...
Señor, hoy, para empezar, quiero mirarte más en el sagrario, porque estás
ahí ¡desde hace tanto tiempo...! Y sin que te hiciera falta... ¿por qué nos
quieres tanto, Señor..? Yo pienso en el cariño de las madres, de mi madre, y
de la Virgen, y entiendo que nos quieras tanto, pues eres perfecto y eres
Amor... Estoy nervioso..., y por eso te pido desde ya por él... a mí no me
importa fracasar -no me debería importar-. Señor, no noto mucho luego, en el
d(a, estos ratos contigo... pero intento ser sincero y no hacer teatro... tienes
que ayudarme también a luchar luego y a sacarles partido... Jesús, que sea
sacrificado...
DÍA 3 (...) Señor, perdóname, porque te he tratado mal en la comunión...
¡cómo soy tan bruto..! estaba cansado, pero no es disculpa... te voy a poner
más cariño ahora, que físicamente sigues ahí... No he estado tampoco hoy muy
en presencia tuya... pero me voy a concretar algunas ayudas... para empezar
rezando bien el Angelus,... y rezando bien... Te miro, Dios mío, con cariño;
por lo menos eso... y te pido ayuda... Ahora, bendición... que sepa adorarte,
te voy a mirar con cariño, porque eres Dios, todopoderoso, inmenso, infinito, y
te quedas ahí, en un trozo de pan... ¿cómo es, Señor, que me acostumbro?,
que nos acostumbramos... Madre mía, ayúdame... gracias por todo también, pero
ayúdame... ...A ti, Jesús, lo primero que te digo, una vez más, es que me
perdones... me duele fallarte, pero cada vez me importa menos pedirte perdón,
porque voy conociendo la pasta de que estoy hecho... Jesús, mi amor, ¿no
estás cansado de estar ahí, encerrado..? Será por el amor, que lo aguanta
todo... ¡dame de ese amor!, que crece con el sacrificio. (...) Pongo en tus
manos todo lo del día: lo que me ha preocupado... y eso que me debería haber
preocupado... ¡Señor, que va muy lento..!: métete tú en la gente, que eres
el único que cambias... ¿o es que vas a fracasar..? (...) Señor, ¿cómo me
olvido de que te tengo aquí, dentro..? ¿por qué las cosas del trabajo y del
día no me llevan a ti...? Si es mi vocación... Señor, recuerdo que todo es
posible para el que confía en Ti... pedir imposibles, ¿y te pido imposibles?
(...) me voy a reformar en eso. (...) Madre... Señor, ¡dame fuerza para
luchar, para vencer, para amar..! para pensar en los demás... estoy demasiado
pendiente de mí: quiero olvidarme de mí..., ser feliz con las preocupaciones
de los demás... ¡Madre!, qué poco pienso en los demás... gracias por
hacérmelo ver y enséñame a cambiar...
DÍA 4 ...Madre mía, céntrame, porque estoy muy distraído... Te pido por
la vela... que ponga vibración, que se trata de adorar a Jesucristo..., a ti,
Dios mío, presente en el sagrario... Te pido perdón una vez más, Dios mío,
porque podía haberte tratado mejor en la comunión... ¡no me empapo de lo que
ocurre... del milagro diario de la misa y la comunión...! Perdona también,
Señor, porque he estado poco en presencia de Dios, tuya... y poco esforzado en
algunos momentos del trabajo... perdona también, Señor, la mortificación que
ayer retrasé por la noche... ...Hasta ahora te he dado pocas gracias, Señor...
no soy digno, te dijo el centurión, pero con una palabra tuya... me gustaría
tener esa fe, Jesús..,. ¿por qué no mejoro más..? ¿por qué no te quiero de
una vez por todas..? Ya veo, Señor, que quieres que esté cerca de ti, cerca de
la Virgen, como un niño pequeño que no puede separarse de sus padres ¡pero
así es feliz..! Gracias, Jesús, un día más... (...) Señor, ¿cómo no me
explota el pecho si me he tragado una bomba de diez megatones..? Voy a intentar
estar pendiente de ti, Jesús...
DÍA 5 Jesús, ¿por qué me cuesta hoy tanto hablar contigo..? Te he pedido
ayuda, y se la pido también a mi Madre..., pero me cuesta; creo que me costará
menos, Señor, si actualizo la fe y pienso que estás ahí... a unos metros...
Jesús de Nazareth, el Hijo de María... que pensabas -¡piensas!- como
nosotros... que reías, comías, sufrías y nadabas con los discípulos... y
además de perfecto Hombre, eres perfecto Dios, Segunda Persona de la Santísima
Trinidad, y. contigo están ahí -¡ahí- el Padre y el Espíritu Santo, Unico
Dios... ¡qué grande eres , Señor..! quiero estar aquí, este rato, aunque no
sepa hacer nada más, sólo mirarte... Madre mía, que no sea paspán;
enséñame a hablar con tu Hijo... como tú le tratabas en Nazareth... con qué
confianza, con qué cariño... y con qué respeto... Señor, ¿qué te voy a dar
hoy..? Voy a repasar contigo el día... esa empanada por la mañana... el
trabajo, no te he tenido muy en cuenta... el apostolado lo he visto, pero...
gracias, Dios mío, porque he cerrado ese trabajo... y luego ¿qué...? Te
ofrezco esta tarde, a ver si te hago alguna visita... y te pido por las
gestiones que tengo... ¿y qué más..? Jesús, creo que estás ahí... gracias
por estar ahí... ¿te quiero, Jesús..? ¿cómo es que todavía no te quiero
más..? Me gustaría quererte locamente... Señor, ¿qué hace la gente, qué
pasa? Pero tú tienes más, tú puedes mucho más... Dios mío, se me va el
tiempo... ¿y hoy qué..? Ya lo he visto: te voy a visitar luego... Madre
mía,... ¿por qué no acudo más a ti..? Si lo vi, que tengo que pedirte más
ayuda, como un niño... San José, hoy nada, hoy me despido... ángel de mi
guarda, tú sigue ahí...
DÍA 6 Jesús, ¿a qué vengo yo aquí a estas horas..? Porque estás tú, mi
Amor y mi todo... con tu Cuerpo, con tu Sangre, con tu Alma y tu Divinidad...
ahí, detrás de ese velo... Me gustaría recibirte con aquella pureza, humildad
y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y
fervor de los santos... por eso te lo venía repitiendo... Dios mío, me
gustaría estar todo el día junto a ti, viviendo contigo... el mismo... el
mismo Jesús que vivías con María y José en Nazareth, en aquella casa en la
que sería imposible no estar juntos... y tú, Señor, serías... ¡perfecto
Hombre!; sonriente, servicial, maduro, trabajador, cariñoso, fuerte... y guapo;
serías la atracción del pueblo... y con María y José... ¡menudo trío..! Y
estás aquí, Jesús, el mismo... ¡veinte siglos después..!, esperándome...
quiero vivir, rezar, reír, jugar también contigo... Pero vuelvo, Señor, a lo
del trío: ¡qué trío..!, alucinarían... Pero no erais -¡sois!- un trío:
¡dos tríos..! y tú, en el medio, uniéndoles... el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo, tres Personas que sois un único Dios... Señor, ¡auméntame
la fe..! Si a veces me olvido de ti, es que no tengo fe..., ¿cómo me puedo
olvidar de mi Dios..., que eres dueño hasta de aquello con lo que te olvido..?
Madre mía... otro día que necesito tu ayuda... acordaos, oh piadosísima
Virgen María... Se me acaba el tiempo y todavía no te he dicho nada...
Contemplación de los misterios del Santo Rosario
Misterios Gozosos
La Anunciación No olvides, amigo mío, que somos niños. La
Señora del dulce nombre, María, está recogida en oración. Tú eres, en
aquella casa, lo que quieras ser: un amigo, un criado, un curioso, un vecino...
-Yo ahora no me atrevo a ser nada. Me escondo detrás de ti y, pasmado,
contemplo la escena: El Arcángel dice su embajada... ¿Quomodo fiet istud,
quoniam virum non cognosco? -¿De qué modo se hará esto si no conozco varón?
(Luc., I, 34.) La voz de nuestra Madre agolpa en mi memoria, por contraste,
todas las impurezas de los hombres..., las mías también. Y ¡cómo odio
entonces esas bajas miserias de la tierra!... ¡Qué propósitos! Fiat mihi
secundum verbum tuum. -Hágase en mí según tu palabra. (Luc., I, 38.) Al
encanto de estas palabras virginales, el Verbo se hizo carne. Va a terminar la
primera decena... Aún tengo tiempo de decir a mi Dios, antes que mortal alguno:
Jesús, te amo.
La Visitación de Nuestra Señora
Ahora, niño amigo, ya
habrás aprendido a manejarte. - Acompaña con gozo a José y a Santa María...
y escucharás tradiciones de la Casa de David: Oirás hablar de Isabel y de
Zacarías, te enternecerás ante el amor purísimo de José, y latirá
fuertemente tu corazón cada vez que nombren al Niño que nacerá en Belén...
Caminamos apresuradamente hacia las montañas, hasta un pueblo de la tribu de
Judá. (Luc., I, 39.) Llegamos. -Es la casa donde va a nacer Juan, el Bautista.
- Isabel aclama, agradecida, a la Madre de su Redentor: -Bendita tú eres entre
todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! -¿De dónde a mí tanto
bien, que venga la Madre de mi Señor a visitarme? (Luc., I, 42 y 43.) El
Bautista nonnato se estremece... (Luc., I, 41.) -La humildad de María se vierte
en el Magníficat... -Y tú y yo, que somos -que éramos- unos soberbios,
prometemos que seremos humildes.
El nacimiento de Jesús Se ha promulgado un edicto de César
Augusto, y manda empadronar a todo el mundo. Cada cual ha de ir, para esto, al
pueblo de donde arranca su estirpe. -Como es José de la casa y familia de
David, va con la Virgen María desde Nazaret a la ciudad llamada Belén, en
Judea. (Luc., II, 1-5.) Y en Belén nace nuestro Dios: ¡Jesucristo! -No hay
lugar en la posada: en un establo. -Y su Madre le envuelve en pañales y le
recuesta en el pesebre. (Luc., II, 7.) Frío. -Pobreza. -Soy un esclavito de
José. -¡Qué bueno es José! -Me trata como un padre a su hijo. -¡Hasta me
perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole
cosas dulces y encendidas!... Y le beso -bésale tú-, y le bailo, y le canto, y
le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Unico, mi Todo!... ¡Qué hermoso es el Niño...
y qué corta la decena!
Purificación de la Virgen Cumplido el tiempo de la
purificación de la Madre, según la Ley de Moisés, es preciso ir con el Niño
a Jerusalén para presentarle al Señor. (Luc., II, 22.) Y esta vez serás tú,
amigo mío, quien lleve la jaula de las tórtolas. -¿Te fijas? Ella -¡la
Inmaculada!- se somete a la Ley como si estuviera inmunda. ¿Aprenderás con
este ejemplo, niño tonto, a cumplir, a pesar de todos los sacrificios
personales, la Santa Ley de Dios? ¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos
purificación! - Expiar, y, por encima de la expiación, el Amor. -Un amor que
sea cauterio, que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con
llamas divinas la miseria de nuestro corazón. Un hombre justo y temeroso de
Dios, que movido por el Espíritu Santo ha venido al templo -le había sido
revelado que no moriría antes de ver al Cristo-, toma en sus brazos al Mesías
y le dice: Ahora, Señor, ahora sí que sacas en paz de este mundo a tu siervo,
según tu promesa... porque mis ojos han visto al Salvador. (Luc., II, 25-30.)
El Niño Perdido
¿Dónde está Jesús? -Señora: ¡el
Niño!... ¿dónde está? Llora María. -Por demás hemos corrido tú y yo de
grupo en grupo, de caravana en caravana: no le han visto. -José, tras hacer
inútiles esfuerzos por no llorar, llora también... Y tú... Y yo. Yo, como soy
un criadito basto, lloro a moco tendido y clamo al cielo y a la tierra..., por
cuando le perdí por mi culpa y no clamé. Jesús: que nunca más te pierda... Y
entonces la desgracia y el dolor nos unen, como nos unió el pecado, y salen de
todo nuestro ser gemidos de profunda contrición y frases ardientes, que la
pluma no puede, no debe estampar. Y, al consolarnos con el gozo de encontrar a
Jesús -¡tres días de ausencia!- disputando con los Maestros de Israel (Luc.,
II, 46), quedará muy grabada en tu alma y en la mía la obligación de dejar a
los de nuestra casa por servir al Padre Celestial.
Misterios Dolorosos
Oración en el huerto Orad, para que no entréis en la
tentación. -Y se durmió Pedro. -Y los demás apóstoles. -Y te dormiste tú,
niño amigo..., y yo fui también otro Pedro dormilón. Jesús, solo y triste,
sufría y empapaba la tierra con su sangre. De rodillas sobre el duro suelo,
persevera en oración... Llora por ti... y por mí: le aplasta el peso de los
pecados de los hombres. Pater, si vis, transfer calicem istum a me. -Padre, si
quieres, haz que pase este cáliz de mí... Pero no se haga mi voluntad, sed tua
fiat, sino la tuya. (Luc., XXII, 42.) Un Angel del cielo le conforta. -Está
Jesús en la agonía. - Continúa prolixius, más intensamente orando... -Se
acerca a nosotros, que dormimos: levantaos, orad -nos repite-, para que no
caigáis en la tentación. (Luc., XXII, 46.) Judas el traidor: un beso. -La
espada de Pedro brilla en la noche. -Jesús habla: ¿como a un ladrón venís a
buscarme? (Marc., XIV, 48.) Somos cobardes: le seguimos de lejos, pero
despiertos y orando. -Oración... Oración...
Flagelación del Señor
Habla Pilatos: Vosotros tenéis
costumbre de que os suelte a uno por Pascua. ¿A quién dejamos libre, a
Barrabás -ladrón, preso con otros por un homicidio- o a Jesús? (Math.,
XXVII,17.) -Haz morir a éste y suelta a Barrabás, clama el pueblo incitado por
sus príncipes. (Luc., XXIII, 18.) Habla Pilatos de nuevo: Entonces ¿qué haré
de Jesús que se llama el Cristo? (Math., XXVII, 22.) -Crucifige eum!
-¡Crucifícale! (Marc., XV, 14.) Pilatos, por tercera vez, les dice: Pues
¿qué mal ha hecho? Yo no hallo en él causa alguna de muerte. (Luc., XXIII,
22.) Aumentaba el clamor de la muchedumbre: ¡crucifícale, crucifícale! (Marc.,
XV, 14.) Y Pilatos, deseando contentar al pueblo, les suelta a Barrabás y
ordena que azoten a Jesús. Atado a la columna. Lleno de llagas. Suena el
golpear de las correas sobre su carne rota, sobre su carne sin mancilla, que
padece por tu carne pecadora. -Más golpes. Más saña. Más aún... Es el colmo
de la humana crueldad. Al cabo, rendidos, desatan a Jesús. -Y el cuerpo de
Cristo se rinde también al dolor y cae, como un gusano, tronchado y medio
muerto. Tú y yo no podemos hablar. -No hacen falta palabras. - Míralo,
míralo... despacio. Después... ¿serás capaz de tener miedo a la expiación?
Coronación de Espinas ¡Satisfecha queda el ansia de sufrir de
nuestro Rey! - Llevan a mi Señor al patio del pretorio, y allí convocan a toda
la cohorte. (Marc., XV, 16) -Los soldadotes brutales han desnudado sus carnes
purísimas. -Con un trapo de púrpura, viejo y sucio, cubren a Jesús. -Una
caña, por cetro, en su mano derecha... La corona de espinas, hincada a
martillazos, le hace Rey de burlas... Ave Rex judeorum! -Dios te salve, Rey de
los judíos. (Marc., XV, 18.) Y, a golpes, hieren su cabeza. Y le abofetean... y
le escupen. Coronado de espinas y vestido con andrajos de púrpura, Jesús es
mostrado al pueblo judío: Ecce homo! -Ved aquí al hombre. Y de nuevo los
pontífices y sus ministros alzaron el grito diciendo: ¡crucifícale,
crucifícale! (Joann., XVIII, 5 y 6.) -Tú y yo, ¿no le habremos vuelto a
coronar de espinas, y a abofetear, y a escupir? Ya no más, Jesús, y no más...
Y un propósito firme y concreto pone fin a estas diez Avemarías. 4º misterio:
La Cruz a cuestas Con su Cruz a cuestas marcha hacia el Calvario, lugar que en
hebreo se llama Gólgota. (Joann., XIX, 17.) -Y echan mano de un tal Simón,
natural de Cirene, que viene de una granja, y le cargan la Cruz para que la
lleve en pos de Jesús. (Luc., XXIII, 26.) Se ha cumplido aquello de Isaías
(LIII, 12): cum sceleratis reputatus est, fue contado entre los malhechores:
porque llevaron para hacerlos morir con El a otros dos, que eran ladrones. (Luc.,
XXIII, 32.) Si alguno quiere venir tras de mí... Niño amigo: estamos tristes,
viviendo la Pasión de Nuestro Señor Jesús. -Mira con qué amor se abraza a la
Cruz. -Aprende de El. -Jesús lleva Cruz por ti: tú, llévala por Jesús. Pero
no lleves la Cruz arrastrando... Llévala a plomo, porque tu Cruz, así llevada,
no será una Cruz cualquiera: será... la Santa Cruz. No te resignes con la
Cruz. Resignación es palabra poco generosa. Quiere la Cruz. Cuando de verdad la
quieras, tu Cruz será... una Cruz, sin Cruz. Y de seguro, como El, encontrarás
a María en el camino.
Muerte de Jesús
Jesús Nazareno, Rey de los judíos, tiene
dispuesto el trono triunfador. Tú y yo no lo vemos retorcerse, al ser
enclavado: sufriendo cuanto se pueda sufrir, extiende sus brazos con gesto de
Sacerdote Eterno. Los soldados toman las santas vestiduras y hacen cuatro
partes. -Por no dividir la túnica, la sortean para ver de quién será. -Y
así, una vez más, se cumple la Escritura que dice: Partieron entre sí mis
vestidos, y sobre ellos echaron suertes. (Joann., XIX, 23 y 24.) Ya está en lo
alto... -Y, junto a su Hijo, al pie de la Cruz, Santa María... y María, mujer
de Cleofás, y María Magdalena. Y Juan, el discípulo que El amaba. Ecce mater
tua! -¡Ahí tienes a tu madre!: nos da a su Madre por Madre nuestra. Le ofrecen
antes vino mezclado con hiel, y habiéndolo gustado, no lo tomó. (Math., XXVII,
34.) Ahora tiene sed... de amor, de almas. Consummatum est. -Todo está
consumado. (Joann., XIX, 30.) Niño bobo, mira: todo esto..., todo lo ha sufrido
por ti... y por mí. -¿No lloras?
Misterios Gloriosos
Resurrección del Señor Al caer la tarde del sábado, María
Magdalena y María, madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a
embalsamar el cuerpo muerto de Jesús. -Muy de mañana, al otro día, llegan al
sepulcro, salido ya el sol. (Marc., XVI, 1 y 2.) Y entrando, se quedan
consternadas porque no hallan el cuerpo del Señor. -Un mancebo, cubierto de
vestidura blanca, les dice: No temáis: sé que buscáis a Jesús Nazareno: non
est hic, surrexit enim sicut dixit, -no esta aquí, porque ha resucitado, según
predijo. (Math., XXVIII, 5.) ¡Ha resucitado! -Jesús ha resucitado. No está en
el sepulcro. -La Vida pudo más que la muerte. Se apareció a su Madre
Santísima. -Se apareció a María de Magdala, que está loca de amor. -Y a
Pedro y a los demás Apóstoles. -Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y
más locos que la Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho! Que nunca muramos por
el pecado; que sea eterna nuestra resurrección espiritual. -Y, antes de
terminar la decena, has besado tú las llagas de sus pies..., y yo más atrevido
-por más niño- he puesto mis labios sobre su costado abierto.
La Ascensión del Señor Adoctrina ahora el Maestro a sus
discípulos: les ha abierto la inteligencia, para que entiendan las Escrituras y
les toma por testigos de su vida y de sus milagros, de su pasión y muerte, y de
la gloria de su resurrección. (Luc., XXIV, 45 y 48.) Después los lleva camino
de Betania, levanta las manos y los bendice. -Y, mientras, se va separando de
ellos y se eleva al cielo (Luc., XXIV, 50), hasta que le ocultó una nube.
(Act., I, 9.) Se fue Jesús con el Padre. -Dos Angeles de blancas vestiduras se
aproximan a nosotros y nos dicen: Varones de Galilea, ¿qué hacéis mirando al
cielo? (Act., I, 11.) Pedro y los demás vuelven a Jerusalén -cum gaudio magno-
con gran alegría. (Luc., XXIV, 52.) -Es justo que la Santa Humanidad de Cristo
reciba el homenaje, la aclamación y adoración de todas las jerarquías de los
Angeles y de todas las legiones de los bienaventurados de la Gloria. Pero, tú y
yo sentimos la orfandad: estamos tristes, y vamos a consolarnos con María.
Pentecostés Había dicho el Señor: Yo rogaré al Padre, y os
dará otro Paráclito, otro Consolador, para que permanezca con vosotros
eternamente. (Joann., XIV, 16.) -Reunidos los discípulos todos juntos en un
mismo lugar, de repente sobrevino del cielo un ruido como de viento impetuoso
que invadió toda la casa donde se encontraban. -Al mismo tiempo, unas lenguas
de fuego se repartieron y se asentaron sobre cada uno de ellos. (Act., II, 1-
3.) Llenos del Espíritu Santo, como borrachos, estaban los Apóstoles. (Act.,
II, 13.) Y Pedro, a quien rodeaban los otros once, levantó la voz y habló. -Le
oímos gente de cien países. -Cada uno le escucha en su lengua. -Tú y yo en la
nuestra. -Nos habla de Cristo Jesús y del Espíritu Santo y del Padre. No le
apedrean, ni le meten en la cárcel: se convierten y son bautizados tres mil, de
los que oyeron. Tú y yo, después de ayudar a los Apóstoles en la
administración de los bautismos, bendecimos a Dios Padre, por su Hijo Jesús, y
nos sentimos también borrachos del Espíritu Santo.
Asunción de la Virgen Assumpta est María in coelum: gaudent
angeli! -María ha sido llevada por Dios, en cuerpo y alma, a los cielos: ¡y
los Angeles se alegran! Así canta la Iglesia. -Y así, con ese clamor de
regocijo, comenzamos la contemplación en esta decena del Santo Rosario: Se ha
dormido la Madre de Dios. -Están alrededor de su lecho los doce Apóstoles.
-Matías sustituyó a Judas. Y nosotros, por gracia que todos respetan, estamos
a su lado también. Pero Jesús quiere tener a su Madre, en cuerpo y alma, en la
Gloria. -Y la Corte celestial despliega todo su aparato, para agasajar a la
Señora. -Tú y yo -niños, al fin- tomamos la cola del espléndido manto azul
de la Virgen, y así podemos contemplar aquella maravilla. La Trinidad
beatísima recibe y colma de honores a la Hija, Madre y Esposa de Dios... -Y es
tanta la majestad de la Señora, que hace preguntar a los Angeles: ¿Quién es
ésta?
Coronación de la Virgen
Eres toda hermosa, y no hay en ti
mancha. -Huerto cerrado eres, hermana mía, Esposa, huerto cerrado, fuente
sellada. -Veni: coronaberis. -Ven: serás coronada. (Cant., IV, 7, 12 y 8.) Si
tú y yo hubiéramos tenido poder, la hubiéramos hecho también Reina y Señora
de todo lo creado. Una gran señal apareció en el cielo: una mujer con corona
de doce estrellas sobre su cabeza. -Vestido de sol. -La luna a sus pies. (Apoc.,
XII, 1.) María, Virgen sin mancilla, reparó la caída de Eva: y ha pisado, con
su planta inmaculada, la cabeza del dragón infernal. Hija de Dios, Madre de
Dios, Esposa de Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo la coronan como
Emperatriz que es del Universo. Y le rinden pleitesía de vasallos los Angeles...,
y los patriarcas y los profetas y los Apóstoles..., y los mártires y los
confesores y las vírgenes y todos los santos..., y todos los pecadores y tú y
yo.
Textos de "Nueve ideas
para hacer oración" de Vicente Huerta |