Pequeña guía para hacer oración
(Devocionario)

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¿Qué es hacer oración?
12 preguntas para saber si soy "alma de oración".
Al comenzar la oración mental
Al terminar la oración mental 
Guión breve para hacer la oración de la mañana 
Oración conversando con Jesucristo
Seis preguntas para hablar con Jesús 
Textos para repetir durante la oración

    Palabras dirigidas a Dios Padre
    Palabras dirigidas a Jesús 
    Palabras dirigidas al Espíritu Santo 
    Palabras dirigidas a María 
Meterse en el Evangelio
    Nacimiento de Jesús 
    Diálogo con el joven rico 
    Curación del ciego Bartimeo 
    Pasión del Señor 
Textos de Juan Pablo II para meditar
    Necesidad de la oración 
    Buscar a Jesucristo 
    La llamada 
    Generosidad
Oraciones de un día cualquiera
Contemplación de los misterios del Santo Rosario

    Misterios Gozosos
    Misterios Dolorosos
    Misterios Gloriosos

 

¿Qué es hacer oración?

Santa Teresa de Jesús
No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.

San Pedro Damián
La oración es la elevación del alma hacia Dios y la petición de lo que se necesita de Dios.

San Josemaría Escrivá
Oración mental es ese diálogo con Dios, de corazón a corazón, en el que interviene toda el alma: la inteligencia y la imaginación, la memoria y la voluntad. Una meditación que contribuye a dar valor sobrenatural a nuestra pobre vida humana, nuestra vida diaria corriente.

Santo Cura de Ars
La oración es la elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y su Criador.

Santo Tomás de Aquino
La oración es el acto propio de la criatura racional.

Juan Pablo II
La oración es el reconocimiento de nuestros límites y de nuestra dependencia: venimos de Dios, somos de Dios y retornamos a Dios. Por tanto, no podemos menos de abandonarnos a El, nuestro Creador y Señor, con plena y total confianza [...]. La oración es, ante todo, un acto de inteligencia, un sentimiento de humildad y reconocimiento, una actitud de confianza y de abandono en Aquel que nos ha dado la vida por amor. La oración es un diálogo misterioso, pero real, con Dios, un diálogo de confianza y amor. 

Santa Teresita de Lisieux
Jesús, escondido en el fondo de mi pobre corazón, tiene a bien actuar en mí y me hace pensar todo lo que quiere que yo haga en cada momento
.

 

12 preguntas para saber si soy "alma de oración".

Un alma no es sólo una persona que acude todos los días a rezar durante un tiempo ante el Señor en una iglesia, oratorio o capilla, sino una persona que tiene verdadera intimidad con Dios en su alma.

Estas preguntas pueden servir para plan tarde algo decisivo en la vida de un cristiano: ¿soy alma de oración?

1. ¿Rezo verdaderamente? ¿Dialogo, hablo con Jesucristo? ¿Le escucho? ¿Me voy enamorando de Dios?

2. ¿Le cuento las cosas que he hecho hoy, en qué he ocupado mi cabeza, mi corazón... cuáles son mis ilusiones?

3. ¿Medito el Evangelio?

4. ¿Tomo notas que aviven mi oración, de un texto de la Liturgia, de lo que leo en la oración, por ejemplo?

5. ¿Hago actos de amor? Por ejemplo: "Jesús, te quiero y me gustaría quererte cada día más...".

6. ¿Le doy gracias? "Gracias, Jesús, porque esto y aquello me ha salido bien, y he sido capaz de vencerme -con tu ayuda- en aquello que me costaba...".

7. ¿Le pido por alguna persona? "Jesús, te pido por este hermano mío, que no va a Misa, por este amigo mío, que lo está pasando mal por unos problemas que tiene…".

8. ¿Le pido ayuda? "Jesús, quiero ser santo, ayúdame a conseguirlo…".

9. ¿Me desahogo con Él? "Jesús, estoy cansado, un poco harto de esto o de lo otro…, ayúdame".

10. ¿Le digo mis deseos, mis ilusiones? "Me gustaría acordarme más veces de Ti durante el día…".

11. ¿Me abandono en Él? "Jesús, no he sido capaz de vencerme en este detalle en el que te había dicho que iba a poner más empeño. Confío en Ti: sé que juntos lo conseguiremos…".

12. ¿Le pregunto? "¿Cómo podría hoy demostrarte mi amor? ¿En qué te gustaría que fuera más generoso esta semana?"

 

Al comenzar la oración mental
Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí

Al terminar la oración mental 
Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San José mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, intercede por mí.

Guión breve para hacer la oración de la mañana 
- Dar los buenos días a Dios: Alabarle y agradecerle todas las posibilidades que nos presente en el nuevo día. 
- Renovar y glosar el ofrecimiento de obras: ofrecerle las cosas de ese día; pedirle que en todo busques agradarle; pedirle que actúes con rectitud de intención (y no por vanidad, capricho o egoísmo). 
- Recordar y comentar con Él la realidad de que te estará viendo todo el día. Repasar cómo vivir la presencia de Dios durante el día (jaculatorias, industrias humanas, etc.) 
- Abandonar en manos de Dios el apostolado del día; ver a qué amigos puedes ayudar ese día. 
- Comentar el plan del día. 
- Pedir ayuda para poner por obra los propósitos que tenemos (de la dirección espiritual, del examen, etc.) 
- Pedir por las personas que quieras. 
- Leer el evangelio imaginándote ser un personaje.

Oración conversando con Jesucristo

Seis preguntas para hablar con Jesús 
Para agradarme a Mí no es preciso saber mucho, sino amar. Háblame sencillamente, con el corazón, como hablarías a tu padre o a tu hermano, o al más íntimo de tus amigos. "al orar, no seáis como los gentiles que piensan ser escuchados por decir muchas palabras... porque vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se las pidáis". "Hola Jesús, aquí me tienes otra vez para hacerte un rato de compañía..." - ¿Necesitas pedirme algo en favor de alguna persona? Dime de quiénes se trata y qué bienes quieres para ellos. Acuérdate de lo que dije y han recogido los evangelios: "Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá." Pide, pide mucho, que a mí me agradan los corazones generosos que olvidándose de sí mismos se preocupan de las necesidades de los demás. Háblame de tu familia, de tus amigos. ¿Quieres que les ayude en algo? - ¿Y para ti no necesitas nada? Hazme, si quieres, una lista de tus necesidades y ven a leerla en mi presencia. Háblame de lo que te cuesta, de tus flaquezas y debilidades. Cuéntame cuándo has sentido el aguijón de la soberbia o de la sensualidad, la tentación de la comodidad o del egoísmo... y pídeme luego que venga en ayuda de esos esfuerzos que haces -pocos o muchos- para luchar contra esas miserias. No te avergüences: hay en el cielo tantos santos que tuvieron esos mismos defectos que tú tienes... y lucharon... y recomenzaron esa lucha muchas veces... y poco a poco fueron mejorando. No vaciles en pedir cualquier tipo de bienes, que te concederé lo que más convenga para tu santificación. ¿Qué puedo hacer por tu bien? - Cuéntame qué planes tienes. ¿Qué te preocupa? ¿En qué piensas? ¿Qué deseas? ¿Qué cosas llaman hoy especialmente tu atención? ¿Cuáles son tus ilusiones? - ¿Sientes acaso tristeza por algún motivo? Cuéntame tus tristezas con todo detalle. ¿No os dije: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré?" ¿Quién te ha ofendido? Acércate a mi Corazón, tantas veces lastimado por los hombres, y encontrarás consuelo y remedio para las heridas que haya en el tuyo. Cuéntamelo todo y verás cómo es fácil perdonar y hacer el bien a los demás. ¿Temes algún mal? Ponte en mis brazos y en los de mi Madre, que tanto te quiere. Contigo estoy, aquí a tu lado me tienes. Todo lo conozco y nunca te abandonaré. - ¿Y no tienes alguna alegría que comunicarme? Cuéntame lo que desde la última vez que hablamos te ha salido bien o ha hecho sonreír a tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas, has recibido muestras de cariño, has vencido dificultades o has salido de apuros... ¿Pensabas que Yo no tenía nada que ver con todo eso? ¿Por qué entonces has tardado tanto en agradecérmelo? También a mí me gusta alegrarme con tus alegrías. Cuando dais gracias os resulta más fácil caer en la cuenta de que Yo estoy pendiente siempre de vosotros. - ¿Concretamos algún propósito? Sabes bien que nuestra intimidad será mayor en la medida en que te esfuerces por amarme y mejorar con mi ayuda. Es el momento de la sinceridad ¿Tienes la firme resolución de evitar toda ocasión de pecado? ¿Volverás a ser amable con aquellas personas que te cuesta tratar? ¿Deseas elegir siempre el camino del amor aunque implique sacrificios? ¿Te esforzarás por trabajar mejor? ¿Procurarás tenerme presente en todas tus acciones? ¿Volverás a mí siempre, pase lo que pase? ¿Seguiremos hablando mañana? Ahora vuelve a tus ocupaciones habituales, a tu trabajo... pero no olvides la conversación que hemos tenido aquí los dos, procura vivir en todo la caridad, ama a mi Madre, que lo es tuya también, y cuenta con mi ayuda para portarte como un buen hijo.

Textos para repetir durante la oración

Palabras dirigidas a Dios Padre
"Ved cómo habéis de orar: Padre nuestro, que estás en los cielos. santificado sea tu nombre; venga tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan nuestro de cada día y perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos de todo mal" 
(Mt. VI, 9-13) 

Señor y Dios mío, mi única esperanza, óyeme para que no me rinda ante el desaliento y deje de buscarte. Que yo ansíe siempre ver tu rostro. Dame fuerzas para la búsqueda, Tú que hiciste que te encontrara y me has dado esperanzas de un conocimiento más perfecto. Ante Ti está mi firmeza y mi debilidad: conserva la primera y sana la segunda (...). Haz que me acuerde de Ti. que te comprenda y te ame. Acrecienta en mí estos dones hasta que mi conversión sea completa. 
(San Agustín, De Trinitate) 

Dios mío, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo. tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora. 
(Beata Isabel de la Trinidad) 

Os doy gracias, Dios mío, por todas las gracias que me habéis concedido, en particular por haberme hecho pasar por la prueba purificadora del sufrimiento. 
(Santa Teresa de Lisieux) 

Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de ti. Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti. Señor mío y Dios mío, despójame de mi mismo para darme todo a ti. 
(San Nicolás de Flüe) 

Padre mío -¡trátale así, con confianza!-, que estás en los Cielos, mírame con compasivo Amor, y haz que te corresponda. - Derrite y enciende mi corazón de bronce. quema y purifica mi carne inmortificada, llena mi entendimiento de luces sobrenaturales, haz que mi lengua sea pregonera del Amor y de la Gloria de Cristo. 
(Forja, n. 3) 

Aquí estoy, porque me has llamado, decidido a que esta vez no pase el tiempo como el agua sobre los cantos rodados, sin dejar rastro. 
(Forja, n. 7)

 Señor, que tus hijos sean como una brasa encendidísima, sin llamaradas que se vean lejos. Una brasa que ponga el primer punto de fuego. en cada corazón que traten... Tú harás que ese chispazo se convierta en un incendio: tus Angeles -lo sé, lo he visto- son muy entendidos en eso de soplar sobre rescoldo de los corazones..., y un corazón sin cenizas no puede menos de ser tuyo. 
(Forja, n. 9) 

¡Dios mío. enséñame a amar! - ¡Dios mío, enséñame a orar! 
(Forja, n. 66) 

Señor, te pido un regalo: Amor..., un Amor que me deje limpio. -Y otro regalo aún: conocimiento propio, para llenarme de humildad. 
(Forja, n. 185) 

Todo lo refiero a Ti, Dios mío. Sin Ti -que eres mi Padre-, ¿qué sería de mí? 
(Forja, n. 229)

Señor, yo me uno a Ti, como un hijo cuando se pone en los brazos fuertes de su padre o en el regazo maravilloso de su madre, sentiré el calor de tu divinidad, sentiré las luces de tu sabiduría, sentiré correr por mi sangre tu fortaleza. 
(Forja, n. 342) 

¡Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios sobre todas las cosas! Amén. Amén.
(Forja, n. 769) 

¡Gracias, Señor, porque -al permitir la tentación- nos das también la hermosura y la fortaleza de tu gracia, para que seamos vencedores! ¡Gracias, Señor, por las tentaciones, que permites para que seamos humildes! 
(Forja, n. 313) 

Señor, que no nos inquieten nuestras pasadas miserias ya perdonadas, ni tampoco la posibilidad de miserias futuras; que nos abandonemos en tus manos misericordiosas; que te hagamos presentes nuestros deseos de santidad y apostolado, que laten como rescoldos bajo las cenizas de una aparente frialdad... - Señor, sé que nos escuchas. 
(Forja, n. 426) 

Dios mío: siempre acudes a las necesidades verdaderas. 
(Forja, n. 221) 

Señor, nada quiero más que lo que Tú quieras. Aun lo que en estos días vengo pidiéndote, si me aparta un milímetro de la Voluntad tuya, no me lo des. 
(Forja, n. 512) 

Señor: aunque sea miserable, no dejo de comprender que soy instrumento divino en tus manos. 
(Forja, n. 610) 

Dios mío: sólo deseo ser agradable a tus ojos; todo lo demás no me importa. Madre Inmaculada, haz que me mueva exclusivamente el Amor. (Forja, n. 1028) 

¡Tarde te amé, hermosura soberana, tarde te amé! Y Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y me lanzaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me retenían lejos de ti aquellas cosas que sin Ti no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de Ti. 
(San Agustín, Confesiones) 

Señor, Dios mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro. lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno. (Via Crucis VII, 3)

Palabras dirigidas a Jesús 

¡Oh Jesús mío y amor mío, qué irme esperanza me infunde vuestra Pasión! ¿Cómo puedo temer no alcanzar el perdón de mis pecados. el paraíso y todas las gracias, que me son necesarias, si considero que sois el Dios omnipotente que dio por mí su sangre? (San Alfonso Mª de Ligorio) 

Estamos, Señor, gustosamente en tu mano llagada. ¡Apriétanos fuerte!, ¡estrújanos!, ¡que perdamos toda la miseria terrena! ¡que nos purifiquemos, que nos encendamos, que nos sintamos empapados en tu Sangre! - Y luego, ¡lánzanos lejos!, lejos. con hambres de mies, a una siembra cada día más fecunda, por Amor a Ti. (Forja, n. 5) 

Veo tu Cruz, Jesús mío, y gozo de tu gracia, porque el premio de tu Calvario ha sido para nosotros el Espíritu Santo... Y te me das, cada día. amoroso -¡loco!- en la Hostia Santísima... Y me has hecho ¡hijo de Dios!. y me has dado a tu Madre. No me basta el hacimiento de gracias, se me va el pensamiento: Señor, Señor, ¡tantas almas lejos de Ti! (Forja, n. 27) 

Señor, que desde ahora sea otro: que no sea "yo", sino "aquél" que Tú deseas. Que no te niegue nada de lo que me pidas. Que sepa orar. Que sepa sufrir. Que nada me preocupe, fuera de tu gloria. Que sienta tu presencia de continuo. Que ame al Padre. Que te desee a Ti, mi Jesús. en una permanente Comunión. Que el Espíritu Santo me encienda. (Forja, n. 122) 

¡Señor, sólo quiero servirte! ¡Sólo quiero cumplir mis deberes, y amarte con alma enamorada! Hazme sentir tu paso firme a mi lado. Sé Tú mi único apoyo. (Forja, n. 449) 

Jesús, si en mí hay algo que te desagrada, dímelo, para que lo arranquemos. (Forja, n. 108) 

Todo lo espero de Ti, Jesús mío: ¡conviérteme! (Forja, n. 170) 

¿Qué te he hecho, Jesús, para que así me quieras? Ofenderte... y amarte. - Amarte: a esto va a reducirse mi vida. (Forja, n. 202) 

¡Jesús, hasta la locura y el heroísmo! Con tu gracia, Señor, aunque me sea preciso morir por Ti. ya no te abandonaré. (Forja, n. 210) 

Señor, mira que estoy enfermo; Señor, Tú, que por amor has muerto en la Cruz por mí, ven a curarme. (Forja, n.213) 

Jesús, si alguna vez se insinúa en mi alma la duda entre lo que Tú me pides o seguir otras ambiciones nobles, te digo desde ahora que prefiero tu camino, cueste lo que cueste. ¡No me dejes! (Forja, n. 292) 

Jesús, sabiendo que te quiero y que me quieres. lo demás nada me importa: todo va bien. (Forja, n. 335) 

¡Oh, Jesús! Si, siendo como he sido -pobre de mí- has hecho lo que has hecho... Si yo correspondiera, ¿qué harías? (Forja, n. 388) 

Jesús, que en tu Iglesia Santa perseveren todos en el camino, siguiendo su vocación cristiana, como los Magos siguieron la estrella: despreciando los consejos de Herodes..., que no les faltarán. (Forja, n. 366) 

Jesús mío, quiero corresponder a tu Amor, pero soy flojo. ¡Con tu gracia, sabré! (Forja. n. 383) 

Si he de hacer algo de provecho, Jesús, has de hacerlo Tú por mí. Que se cumpla tu Voluntad: la amo, ¡aunque tu Voluntad permita que yo esté siempre como ahora, penosamente cayendo, y Tú levantándome! (Forja, n. 390) 

Jesús, en tus brazos confiadamente me pongo, escondida mi cabeza en tu pecho amoroso, pegado mi corazón a tu Corazón: quiero, en todo, lo que Tú quieras. (Forja, n. 529) 

Señor, que nos haces participar del milagro de la Eucaristía: te pedimos que no te escondas, que vivas con nosotros, que te veamos, que te toquemos, que te sintamos, que queramos estar siempre junto a Ti, que seas el Rey de nuestras vidas y de nuestros trabajos. (Forja. n.542) 

Señor mío Jesús: haz que sienta, que secunde de tal modo tu gracia, que vacíe mi corazón..., para que lo llenes Tú, mi Amigo, mi Hermano, mi Rey, mi Dios, ¡mi Amor! (Forja. n. 913) 

Jesús: que mis distracciones sean distracciones al revés: en lugar de acordarme del mundo, cuando trate Contigo, que me acuerde de Ti, al tratar las cosas del mundo. (Forja, n. 1014) 

"Obras son amores y no buenas razones". ¡Obras, obras! -Propósito: seguiré diciéndote muchas veces que te amo- ¡cuántas te lo he repetido hoy!- pero, con tu gracia, será sobre todo mi conducta, serán las pequeñeces de cada día -con elocuencia muda- las que clamen delante de Ti, mostrándote mi Amor. (Forja, n. 497) 

Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las criaturas. (Forja, n. 832)

Palabras dirigidas al Espíritu Santo 
Repite de todo corazón y siempre con más amor. más aún cuando estés cerca del Sagrario o tengas al Señor dentro de tu pecho: -que no te rehúya, que el fuego de tu Espíritu me llene. (Forja, n. 515) 

Divino Huésped, Maestro, Luz, Guía, Amor: que sepa agasajarte, y escuchar tus lecciones, y encenderme, y seguirte y amarte. (Forja. n. 430) 

Espíritu Santo. Amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, lo que debo escribir, cómo debo actuar, lo que debo hacer para procurar tu gloria, el bien de las almas y mi propia santificación. (Cardenal Vredier) 

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad... He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después... mañana. Nunc coepi! ¡Ahora! no vaya a ser que el mañana me falte. (San Josemaría Escrivá) 

Ven, Espíritu Santo. llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. (San Josemaría Escrivá) 

Espíritu de amor, creador y santificador de las almas, cuya primera obra es transformarnos hasta asemejarnos a Jesús, ayúdame a parecerme a Jesús, a pensar como Jesús, a hablar como Jesús, a amar como Jesús, a sufrir como Jesús, a actuar en todo como Jesús. (A. Riaud) 

Espíritu Santo, quiero hacerme dócil a tu enseñanza y vivir fiel a los más pequeños toques de tus inspiraciones divinas. Sé mi luz y mi fuerza. Tú que hablas en silencio del alma, dame el espíritu de recogimiento. Tú que desciendes a las almas humildes. dame espíritu de humildad. enséñame a vivir de tu amor y enséñame a repartir amor a mi alrededor. (A. Riaud) 

¡Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra! Lo pedimos junto a María, junto a la que ha concebido por obra del Espíritu Santo y que -Esposa y Madre de Dios- es la esperanza del hombre y del mundo. Renueva la faz de la tierra. Esta tierra que sólo se puede renovar desde el hombre, en sus corazones, en las conciencias de los hombres. (Juan Pablo II, 26-V-1985) 

¡Ven Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo un rayo de tu luz! La Iglesia espera tu ayuda. Ven, haz que ella no se pierda por los caminos del mundo, sino que, apoyada por el calor de tu luz, camine segura hacia el Esposo, por el que suspira con todo el Ímpetu de su corazón. ¡Ven Espíritu divino! (Juan Pablo II. 30-V-1979) 

¡Espíritu de verdad. cumple en nosotros la misión para la cual el Hijo te ha mandado! Llena de Ti todo corazón y suscita en muchos jóvenes el anhelo de lo que es auténticamente grande y hermoso en la vida: el deseo de santidad y la pasión por la salvación de las almas. Haz nuestros corazones completamente libres y puros, y ayúdanos a vivir con plenitud el seguimiento de Cristo, para gustar como tu último don. del gozo que no tendrá jamás fin. (Juan Pablo II, 4-II-1990)

Palabras dirigidas a María 
Señora, Madre nuestra, el Señor ha querido que fueras tú, con tus manos, quien cuidara a Dios: ¡enséñame -enséñanos a todos- a tratar a tu Hijo! (Forja , n. 84) 

Madre mía. Refugio de pecadores, ruega por mí; que nunca más entorpezca la obra de Dios en mi alma. (Forja, n. 178) 

¡Madre mía! Las madres de la tierra miran con mayor predilección al hijo más débil, al más enfermo, al más corto. al pobre lisiado... -¡Señora!. yo sé que tú eres más Madre que todas las madres juntas... -Y, como yo soy tu hijo... Y, como yo soy débil, y enfermo... y lisiado... y feo... (Forja, n. 234) 

No me dejes. ¡Madre!: haz que busque a tu Hijo; haz que encuentre a tu Hijo: haz que ame a tu Hijo... ¡con todo mi ser! -Acuérdate, Señora, acuérdate. (Forja, n. 157) Madre, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano... y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús. (Forja, n. 161 ) 

Virgen María. Madre de la, Iglesia, tú, que por tu mismo divino Hijo, en el momento de su muerte redentora, fuiste presentada como Madre al discípulo predilecto, acuérdate del pueblo cristiano que en ti confía. Acuérdate de todos tus hijos y apoya sus peticiones ante Dios: conserva sólida su fe, fortifica su esperanza y aumenta su caridad. Acuérdate de aquellos que viven en la tribulación, en las necesidades. en los peligros, especialmente de aquellos que sufren persecución (...) Templo de la luz sin sombra y sin mancha, intercede ante tu Hijo Unigénito, para que sea misericordioso con nuestras faltas y aleje de nosotros la desgana, dando a nuestros ánimos la alegría de amar. Finalmente encomendamos a tu Corazón Inmaculado todo el género humano: condúcelo al conocimiento del único y verdadero Salvador, Cristo Jesús: aleja de él el flagelo del pecado y concede a todo el mundo la paz verdadera, en la justicia., en libertad y en el amor. (Pablo VI, discurso pronunciado durante el Concilio Vaticano II. 21-XI-1964)

Meterse en el Evangelio

Nacimiento de Jesús 

"José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa de David, para empadronarse con María, su esposa. que estaba encinta. Estando allí cumplieron los días de su parto" (Lc. II, 4-6). 
Repasa el ejemplo de Cristo, desde la cuna de Belén hasta el trono del Calvario. Considera su abnegación, sus privaciones: hambre, sed, fatiga. calor, sueño. malos tratos, incomprensiones, lágrimas.... y su alegría de salvar a la humanidad entera. Me gustaría que ahora grabaras hondamente en tu cabeza y en tu corazón -para que lo medites muchas veces, y lo traduzcas en consecuencias prácticas- aquel resumen de San Pablo, cuando invitaba a los de Efeso a seguir sin titubeos los pasos del Señor: sed imitadores de Dios, ya que sois sus hijos muy queridos, y proceded con amor, a ejemplo de lo que Cristo nos amó y se ofreció a sí mismo a Dios en oblación y hostia de olor suavísimo (Amigos de Dios, 128). 

"Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le recostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en la posada" (Lc 11. 7). 
Jesús nació en una gruta de Belén, dice la Escritura, "porque no hubo lugar para ellos en la posada". -No me aparto de la verdad teológica, si te digo que Jesús está buscando todavía posada en tu corazón (Forja, 274) Frío. Pobreza. Soy un esclavito de José. ¡Qué bueno es José! Me trata como un padre a su hijo. ¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!... ¡Y le beso -bésale tú-, y le bailo, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, mi Todo!...(Santo Rosario, Nacimiento de Jesús) 

"Nacido Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Orlente a Jerusalén unos magas diciendo: ¿Dónde está el rey de los Judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle" (Mt II, 2-3). 
Es nuestra misma experiencia. También nosotros advertimos que, poco a poco. en el alma se encendía un nuevo resplandor: el deseo de ser plenamente cristianos; si me permitís la expresión, la ansiedad de tomarnos a Dios en serio. Agradezcamos a Dios (...) este don que, junto con el de la fe, es el más grande que el Señor puede conceder a una criatura: el afán bien determinado de llegar a la plenitud de la caridad, con el convencimiento de que también es necesaria -y no sólo posible- la santidad en medio de las tareas profesionales, sociales... Considerad con qué finura nos invita el Señor. Se expresa con palabras humanas, como un enamorado: Yo te he llamado por tu nombre... Tú eres mío (Is XLIII, 1) (... ) Hace falta una recia vida de fe para no desvirtuar esta maravilla, que la Providencia divina pone en nuestras manos. Fe como la de los Reyes Magos: la convicción de que ni el desierto, ni las tempestades, ni la tranquilidad de los oasis nos impedirán llegar a la meta del Belén eterno: la vida definitiva con Dios. (Es Cristo que pasa, n. 32) Nuestro Señor se dirige a todos los hombres, para que vengan a su encuentro, para que sean santos. No llama sólo a los Reyes Magos, que eran sabios y poderosos; antes había enviado a los pastores de Belén, no ya una estrella, sino uno de sus ángeles. Pero, pobres o ricos, sabios o menos sabios, han de fomentar en su alma la disposición humilde que permite escuchar la voz de Dios (Es Cristo que pasa 33)

Diálogo con el joven rico 

"Saliendo al camino. corrió a El uno que, arrodillándose, le preguntó: maestro bueno ¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?" (Mc X, 17)
Es claro que, cuando nos ponemos ante Cristo, cuando El se convierte en confidente de los interrogantes de nuestra juventud, no podemos hacer otra pregunta que la del joven del Evangelio: ¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? (...) ¿Qué he de hacer para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido? 

"Ya sabes los mandamientos: No matarás, no adulterarás, no robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre..." (Mc X, 19). 
Hemos de suponer que en este diálogo que Cristo sostiene con cada uno de vosotros, jóvenes, se repita la misma pregunta: ¿sabes los mandamientos? Se repetirá infaliblemente, porque los mandamientos forman parte de la Alianza entre Dios y la humanidad. Los mandamientos determinan las bases esenciales del comportamiento, deciden el valor moral de los actos humanos. ¡Queridos jóvenes amigos! La respuesta que Jesús da a su interlocutor del Evangelio se dirige a cada uno y a cada una de vosotros. Cristo os interroga sobre el estado de vuestra sensibilidad moral y pregunta al mismo tiempo sobre el estado de vuestras conciencias. 

"Todo esto lo he guardado desde mi juventud..." (Mc X, 20). 
¡Cómo deseo ardientemente para cada uno de vosotros que el camino de vuestra vida recorrido hasta ahora coincida con esta respuesta; que vuestra conciencia consiga ya en estos años de la juventud aquella transparencia madura que en vuestra vida os permitirá a cada uno ser siempre "personas de conciencia", "personas de principios", "personas que inspiran confianza", esto es, que son creíbles. La personalidad moral así formada constituye a la vez la contribución más esencial que vosotros podréis aportar a la vida social. "Jesús, poniendo en él los ojos, le amó" Deseo que experimentéis una mirada así. ¡Deseo que experimentéis la verdad de que Cristo os mira con amor! El mira con amor a todo hombre. El Evangelio lo confirma a cada paso (...) Sabemos que Cristo confirmará y sellará esta mirada con el sacrificio redentor de la Cruz. Deseo a cada uno y a cada una de vosotros que descubráis esta mirada de Cristo y que la experimentéis hasta el fondo. No sé en qué momento de la vida. Pienso que el momento llegará cuando más falta haga; acaso en el sufrimiento, acaso también con el testimonio de una conciencia pura, como en el caso del joven del Evangelio, o acaso precisamente en la situación opuesta: junto al sentimiento de culpa, con el remordimiento de conciencia. Cristo, de hecho, miró también a Pedro en la hora de su caída, cuando por tres veces había negado a su Maestro. Al hombre le es necesaria esta mirada amorosa; le es necesario saberse amado. saberse amado eternamente y haber sido elegido desde la eternidad. Al mismo tiempo, este amor eterno de elección divina acompaña al hombre durante su vida como la mirada de amor de Cristo. 

"Una sola cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme" (Mc X, 21). 
Deseo deciros a todos vosotros, jóvenes, en esta importante fase del desarrollo de vuestra personalidad masculina o femenina que si tal llamada llega a tu corazón, no la acalles. Deja que se desarrolle hasta la madurez de una vocación. Colabora con esa llamada a través de la oración. "La mies es mucha..." Hay una gran necesidad de que muchos oigan la llamada de Cristo: "Sígueme". (Juan Pablo II Carta apostólica a los jóvenes del mundo. 31 de marzo de 1985)

Curación del ciego Bartimeo 

"Al salir (Jesús) de Jericó con sus discípulos, seguido de muchísima gente, Bartimeo, el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado Junto al camino para pedir limosna. Oyendo que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y decir: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí" (Mc X, 46-47). 
¿No te entran ganas de gritar a ti, que estás también parado a la vera del camino, de ese camino de la vida, que es tan corta; a ti, que te faltan luces; a ti, que necesitas más gracias para decidirte a buscar la santidad? ¿No sientes la urgencia de clamar: Jesús. Hijo de David, ten compasión de mí? ¡Qué hermosa jaculatoria, para que la repitas con frecuencia! 

"Había allí mucha que reñían a Bartimeo con el intento de que callara" (Mc X, 48). 
Como a ti, cuando has sospechado que Jesús pasaba a tu vera. Se aceleró el latir de tu pecho y comenzaste también a clamar, removido por una íntima inquietud. Y amigos, costumbres, comodidad, ambiente, todos te aconsejaron: ¡cállate, no des voces! ¿Por qué has de llamar a Jesús? ¡No le molestes! 

"Parándose entonces Jesús, le mandó llamar. Llamaron al ciego diciéndole: Ánimo, levántate, que te llama" (Mc X, 49). 
¡Es la vocación cristiana! Pero no es una sola la llamada de Dios. Considerad además que el Señor nos busca en cada instante: levántate -nos indica-, sal de tu poltronería, de tu comodidad, de tus pequeños egoísmos, de tus problemitas sin importancia. Despégate de la tierra, que estás ahí plano, chato, informe. Adquiere altura, peso y volumen y visión sobrenatural. (Amigos de Dios, nn. 195-196)

Pasión del Señor 

¿Quieres acompañar de cerca, muy de cerca, a Jesús?... Abre el Santo Evangelio y lee la Pasión del Señor. Pero leer sólo, no: vivir. La diferencia es grande. Leer es recordar una cosa que pasó: vivir es hallarse presente en un acontecimiento que está sucediendo ahora mismo, ser uno más en aquellas escenas. Entonces, deja que tu corazón se expansione, que se ponga junto al Señor. Y cuando notes que se escapa que eres cobarde, como los otros-, pide perdón por tus cobardías y las mías. (Via Crucis. IX,3) 

"Pilatos de nuevo preguntó y dijo: ¿Qué queréis, pues, que haga de este que llamáis rey de los judíos? Ellos gritaron otra vez: ¡Crucifícale! Pilatos les dijo: ¿Pero qué mal ha hecho? Y ellos gritaron más fuerte: ¡Crucifícale! Y Pilatos, queriendo contentar al pueblo, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle azotado, le entregó para que lo crucificasen" (Mc XV, 12-15). 
Atado a la columna. Lleno de llagas. Suena el golpear de las correas sobre su carne rota, sobre su carne sin mancilla, que padece por tu carne pecadora. -Más golpes. Más saña. Más aún... Es el colmo de la humana crueldad. Al cabo, rendidos, desatan a Jesús. -Y el cuerpo de Cristo se rinde también al dolor y cae, como un gusano, tronchado y medio muerto. Tú y yo no podemos hablar. -No hacen falta palabras. -Míralo, míralo... despacio. (Santo Rosario, Flagelación del Señor) 

"Le vistieron con un paño de púrpura y le ciñeron una corona tejida de espinas, y comenzaron a saludarle: Salve, rey de los judíos. Y le herían en la cabeza con una caña y le escupían, e hincando la rodilla le hacían reverencias" (Mc XV, 17-19). 
Llevan a mi Señor al patio del pretorio, y allí convocan a toda la cohorte. Los soldadotes brutales han desnudado sus carnes purísimas. Con un trapo de púrpura, viejo y sucio, cubren a Jesús. Una caña. por cetro, en la mano derecha... La corona de espinas, hincada a martillazos, le hace Rey de burlas (...) Y, a golpes, hieren su cabeza. Y le abofetean... y le escupen. (Santo Rosario, Coronación de espinas) No estorbes la obra del Paráclito: únete a Cristo, para purificarte, y siente, con Él, los insultos, y los salivazos, y los bofetones... y las espinas, y el peso de la cruz... y los hierros rompiendo tu carne, y las ansias de una muerte en desamparo...(Camino. n. 58) 

"Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí, y a los dos malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen..." (Lc XXIII, 33). 
Niño bobo. mira: todo esto..., todo lo ha sufrido por ti... y por mí. ¿No lloras? (Santo Rosario, Muerte de Jesús) Graba, Señor, tus llagas en mi corazón, para que me sirvan de libro donde pueda leer tu dolor y tu amor. Tu dolor para soportar por ti toda suerte de dolores. Tu amor para anteponer el tuyo a todos los demás amores (San Agustín)

Textos de Juan Pablo II para meditar

Necesidad de la oración 

Si nos miramos solamente a nosotros mismos, con nuestros límites y nuestros pecados, pronto seremos presa de la tristeza y del desánimo. Pero si mantenemos nuestros ojos vueltos al Señor, entonces nuestros corazones se llenarán de esperanza, nuestras mentes serán iluminadas por la luz de la verdad, y llegaremos a conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su plenitud de vida. Si verdaderamente deseáis seguir a Cristo, si queréis que vuestro amor a Él crezca y dure, debéis ser asiduos en la oración. Ella es la llave de la vitalidad de vuestro vivir en Cristo. Sin la oración, vuestra fe y vuestro amor morirán. Si sois constantes en la oración cotidiana y en participación dominical de la Misa, vuestro amor a Jesús crecerá. Y vuestro corazón conocerá la alegría y la paz profundas, una alegría y una paz que el mundo no logrará daros jamás. (Nueva Orleans. EE.UU. 12-IX-1987). 

Ser joven: tener proyectos Durante los años de la juventud se va configurando en cada uno la propia personalidad. El futuro comienza ya a hacerse presente. Estos años son el tiempo más propicio para un descubrimiento particularmente intenso del yo humano y de las propiedades y capacidades que éste encierra. Es el periodo en que se ve la vida como un proyecto prometedor a realizar, del cual cada uno es y quiere ser protagonista. Es también el tiempo adecuado para discernir y tomar conciencia con más radicalidad de que la vida no puede desarrollarse al margen de Dios y de los demás. Es la hora de afrontar las grandes cuestiones, de la opción entre el egoísmo y la generosidad. En una palabra: el joven se halla ante una ocasión irrepetible de orientar toda su existencia al servicio de Dios y de los hombres, contribuyendo así a la construcción de un mundo más cristiano y, por consiguiente, más humano. Sentido de la vida Ante toda esta amplia perspectiva que se ofrece a vuestros ojos, es lógico que se os planteen grandes cuestiones: ¿Cuál es el sentido de mi vida?, ¿hacia dónde debo orientarla?, ¿cuál es el fundamento sobre el que tengo que construirla?, ¿con qué medios cuento? Son éstas preguntas cruciales, densas de significado, que no pueden zanjarse con una respuesta precipitada. Estos mismos interrogantes acuciaban probablemente a aquel joven del Evangelio que se acercó a Jesús para preguntarle: "Maestro ¿qué he de hacer yo para conseguir la vida eterna?" (Mt XIX, 16). Igual que a vosotros, la vida se abría prometedora ante los ojos de aquel muchacho y deseaba vivirla intensamente, de un modo generoso. con decisiones definitivas. Quería alcanzar la vida eterna y buscaba para ello un camino seguro. Era un buen israelita, que cumplía la ley desde joven, pero percibía horizontes más amplios para su amor: por ello fue en busca del Maestro, en busca de Jesús, el único que "tiene palabras de vida eterna" (Jn VI, 88).

Buscar a Jesucristo 

Queridos jóvenes: Acercaos también vosotros al Maestro si queréis encontrar respuesta a las anhelos de vuestro corazón. Buscad a Cristo. que siendo Maestro, modelo, amigo y compañero, es el "Hijo de Dios hecho hombre", Dios con nosotros, Dios vivo que, muerto en la cruz y resucitado, ha querido permanecer a nuestro lado para brindarnos el calor de su amistad divina, perdonándonos, llenándonos de su gracia y haciéndonos semejantes a El. Cristo es quien tiene palabras de vida eterna porque El es la Vida misma. Buscadlo a través de la oración, en el diálogo sincero y asiduo con El. Hacedle partícipe de los interrogantes que os van planteando los problemas y proyectos propios de vuestra juventud. Buscadle en su Palabra, en los santos Evangelios, y en la vida litúrgica de la Iglesia. Acudid a los sacramentos. Abrid con confianza vuestras aspiraciones más íntimas al amor de Cristo, que os espera en la Eucaristía. Hallaréis respuesta a todas vuestras inquietudes y veréis con gozo que la coherencia de vida que El os pide es la puerta para lograr la realización de los más nobles deseos de vuestra alma joven. Comprometerse La fe y el amor no se reducen a palabras o a sentimientos vagos. Creer en Dios y amar a Dios significa vivir toda la vida con coherencia a la luz del Evangelio (...) y esto no es fácil. ¡Sí! Muchas veces se necesita mucho coraje para ir contra la corriente de la moda o la mentalidad de este mundo. Pero, lo repito, éste es el único camino para edificar una vida bien acabada y plena. Sed generosos en la entrega a vuestros hermanos; sed generosos en el sacrificio por los demás y en el trabajo; sed generosos en el cumplimiento de vuestras obligaciones familiares y cívicas; sed generosos en la construcción de la civilización del amor. Y, sobre todo, si alguno de vosotros siente una llamada a seguirle más de cerca (...) que sea generoso, que no tenga miedo, porque no hay nada que temer cuando el premio que espera es Dios mismo. Y si a pesar de vuestro esfuerzo personal por seguir a Cristo, alguna vez sois débiles no viviendo conforme a su ley del amor y a sus mandamientos, ¡no os desaniméis! ¡Cristo os sigue esperando! Él, Jesús, es el Buen Pastor que carga con la oveja perdida sobre sus hombros y la cuida con cariño para que sane. Cristo es el amigo que nunca defrauda. (Asunción. PARAGUAY. 18-V-1988). 

La llamada 

Deseo traer a vuestra memoria los encuentros del mismo Jesús con los jóvenes de su tiempo. Los Evangelios nos conservan el interesante relato de la conversación que mantuvo Jesús con un joven. Leemos que el joven propuso a Cristo uno de los problemas fundamentales que la juventud se propone en todas partes "Qué debo hacer...?" (Mc X, 17). recibiendo de El una respuesta precisa y penetrante: "Jesús, poniendo en él los ojos, le amó y dijo: ven y sígueme" (Mc X, 21 ). Pero mirad lo que ocurre: el joven, que habla mostrado tanto interés por el problema fundamental, "se fue triste, porque tenía mucha hacienda" (Mc X. 22). Por eso os digo a cada uno de vosotros: escuchad la llamada de Cristo cuando sentís que os dice: "Sígueme". Camina sobre mis pasos. ¡Ven a mi lado! ¡Permanece en mi amor! Es una opción que se hace: la opción por Cristo y por su modelo de vida, por su mandamiento de amor.

Generosidad

La tristeza de este joven nos lleva a reflexionar. Podemos tener la tentación de pensar que poseer muchas cosas. muchos bienes de este mundo, puede hacernos felices. En cambio, vemos en el caso del joven del Evangelio que las muchas riquezas se convirtieron en un obstáculo para aceptar la llamada de Jesús a seguirlo. ¡No estaba dispuesto a decir sí a Jesús, y no a sí mismo, a decir sí al amor, y no a la huida! El amor verdadero es exigente. No cumpliría mi misión si no os lo hubiera dicho con toda claridad (...) El amor exige esfuerzo y compromiso personal para cumplir la voluntad de Dios. Significa disciplina y sacrificio, pero significa también alegría y realización humana. Queridos jóvenes, no tengáis miedo a un esfuerzo y a un trabajo honestos; no tengáis miedo a la verdad. Con la ayuda de Cristo y a través de la oración, vosotros podéis responder a su llamada, resistiendo a las tentaciones, a los entusiasmos pasajeros y a toda forma de manipulación de masas. Abrid vuestros corazones a este Cristo del Evangelio, a su amor. a su verdad, a su alegría. ¡No os vayáis tristes! Entrega Como última palabra, a todos vosotros los que me escucháis esta tarde querría deciros esto: el motivo de mi misión, de mi viaje por los Estados Unidos, es deciros a vosotros, decir a cada uno jóvenes y ancianos-, decir a cada uno en nombre de Cristo: "Ven y sígueme". ¡Seguid a Cristo! Vosotros, esposos, haceos partícipes recíprocamente de vuestro amor y de vuestras cargas, respetad la dignidad humana de vuestro cónyuge; aceptad con alegría la vida que Dios os confía; haced estable y seguro vuestro matrimonio por amor a vuestros hijos. ¡Seguid a Cristo! Vosotros solteros aún o que os estáis preparando para el matrimonio, iSeguid a Cristo! Vosotros jóvenes o viejos, ¡seguid a Cristo! Vosotros enfermos o ancianos, vosotros los que sufrís o estáis afligidos; los que sentís la necesidad de cuidados, la necesidad de amor, la necesidad de un amigo. ¡Seguid a Cristo! En nombre de Cristo extiendo a todos vosotros la llamada, la invitación, la vocación: ¡Ven y sígueme! para eso he venido a América, para llamaros a Cristo, para llamar a todos y a cada uno de vosotros a vivir en su amor, hoy y siempre. (Boston. EE.UU. 1-X-1979). 

¡No tengáis miedo a ser santos! Jóvenes que me escucháis: dejadme repetiros lo que ya os dije en Santiago de Compostela, en la Jornada Mundial de la Juventud: !No tengáis miedo a ser santos! Seguid a Jesucristo, que es fuente de libertad y de vida. Abríos al Señor para que El ilumine todos vuestros pasos. Que el sea vuestro tesoro más querido; y si os llama a una intimidad mayor, no cerréis vuestro corazón. La docilidad a su llamada no mermará en nada la plenitud de vuestra vida: al contrario, la multiplicará, la ensanchará hasta abrazar con vuestro amor los confines del mundo. ¡Dejaos amar y salvar por Cristo, dejaos iluminar por su poderosa luz! Así seréis luz de vida y de esperanza en medio de esta sociedad. (Madrid. 16-VI-1993).

Oraciones de un día cualquiera

DÍA 1 
Señor mío y Dios mío. Creo firmemente que estás aquí... que me ves, que me oyes... Jesús, sé que me ves aquí, sentado en el banco, aunque yo no te vea a ti... veo un velo, y un sagrario... pero tú si me ves... y me oyes... Sin ruido de palabras, sabes lo que llevo en el corazón, lo que quiero decirte... y estás pendiente de mí como si sólo yo estuviese hablando contigo... Esta relación contigo, Señor, es tan personal como la que tenías con los discípulos, a solas, por las orillas de Tiberíades... Puedo descargar en ti mis preocupaciones... y quejarme de lo que no va... y consolarte... y preguntarte lo que no entiendo... y pedirte que me ayudes... y contarte algo divertido... Y, sobre todo, Señor, puedo pedirte perdón por lo que no va, por aquello que me haces ver -a veces solo con una mirada- que no te ha gustado... Y darte gracias porque me has dado tanto, tanto... Y porque estás ahí, desde antes de que yo naciese, encerrado, esperándome... gracias, Dios mío, porque me acompañas siempre que yo quiero... y por tantas cosas más... Jesús, te amo... me gustaría amarte... Te estaba diciendo -¡sintiendo!- que me ves, que me oyes, pero también me hablas Jesús... como a los apóstoles me animas... me regañas con cariño... me sonríes... me pides más, más... que sepa salir de mí mismo y pensar en los demás... en sus necesidades materiales... y, sobre todo, en lo que puedo ayudarles para que también te conozcan, y sepan qué sentido tiene su vida, y sean felices... Jesús... me has vuelto a encender por dentro, a contagiar tu optimismo y tu amor por todos... y la urgencia por cambiar el mundo... empezando por mí... Pero yo solo no puedo... ya lo he intentado otras veces, mi Amor, y ya ves... Pero quieres que luche... y contigo sé que puedo, y que voy mejorando, poco a poco...

DÍA 2 
Dios mío, sabes que llevo tiempo sin hacer bien la oración, viéndote y hablándote menos en el sagrario. Ayúdame a volver a intentarlo... ¡auméntame la fe!, fe en tu presencia ahí... ¿cómo he podido, Señor, tratarte tan mal estos días..? Acudo a ti, Madre mía, como un niño pequeño... como ese niño del cuadro... También a ti te he dejado de lado tantos días... y eso que me lo he propuesto otras veces San José, mi Padre y Señor... te he dicho al principio supersanjosé... ¿cómo hacías para secundar la gracia..? Llévame a tratar bien, siempre, en todas las oraciones, a María y a Jesús... y con Jesús, Hijo de Dios, al Padre y al Espíritu Santo... Espíritu Santo, ¡abre otra vez tu escuela..! (...) Perdonad, María y José, vosotros estáis aquí de otra manera... pero Jesús está ahí, encerrado, Dios encerrado... la Trinidad encerrada, cuando todo -también vosotros-, es suyo... y por Amor... ¿es verdad que por Amor?, ¿cabe un amor tan grande..? ...Interceded por mí, porque sino no sé que va a salir... Señor, hoy, para empezar, quiero mirarte más en el sagrario, porque estás ahí ¡desde hace tanto tiempo...! Y sin que te hiciera falta... ¿por qué nos quieres tanto, Señor..? Yo pienso en el cariño de las madres, de mi madre, y de la Virgen, y entiendo que nos quieras tanto, pues eres perfecto y eres Amor... Estoy nervioso..., y por eso te pido desde ya por él... a mí no me importa fracasar -no me debería importar-. Señor, no noto mucho luego, en el d(a, estos ratos contigo... pero intento ser sincero y no hacer teatro... tienes que ayudarme también a luchar luego y a sacarles partido... Jesús, que sea sacrificado...

DÍA 3 
(...) Señor, perdóname, porque te he tratado mal en la comunión... ¡cómo soy tan bruto..! estaba cansado, pero no es disculpa... te voy a poner más cariño ahora, que físicamente sigues ahí... No he estado tampoco hoy muy en presencia tuya... pero me voy a concretar algunas ayudas... para empezar rezando bien el Angelus,... y rezando bien... Te miro, Dios mío, con cariño; por lo menos eso... y te pido ayuda... Ahora, bendición... que sepa adorarte, te voy a mirar con cariño, porque eres Dios, todopoderoso, inmenso, infinito, y te quedas ahí, en un trozo de pan... ¿cómo es, Señor, que me acostumbro?, que nos acostumbramos... Madre mía, ayúdame... gracias por todo también, pero ayúdame... ...A ti, Jesús, lo primero que te digo, una vez más, es que me perdones... me duele fallarte, pero cada vez me importa menos pedirte perdón, porque voy conociendo la pasta de que estoy hecho... Jesús, mi amor, ¿no estás cansado de estar ahí, encerrado..? Será por el amor, que lo aguanta todo... ¡dame de ese amor!, que crece con el sacrificio. (...) Pongo en tus manos todo lo del día: lo que me ha preocupado... y eso que me debería haber preocupado... ¡Señor, que va muy lento..!: métete tú en la gente, que eres el único que cambias... ¿o es que vas a fracasar..? (...) Señor, ¿cómo me olvido de que te tengo aquí, dentro..? ¿por qué las cosas del trabajo y del día no me llevan a ti...? Si es mi vocación... Señor, recuerdo que todo es posible para el que confía en Ti... pedir imposibles, ¿y te pido imposibles? (...) me voy a reformar en eso. (...) Madre... Señor, ¡dame fuerza para luchar, para vencer, para amar..! para pensar en los demás... estoy demasiado pendiente de mí: quiero olvidarme de mí..., ser feliz con las preocupaciones de los demás... ¡Madre!, qué poco pienso en los demás... gracias por hacérmelo ver y enséñame a cambiar...

DÍA 4 
...Madre mía, céntrame, porque estoy muy distraído... Te pido por la vela... que ponga vibración, que se trata de adorar a Jesucristo..., a ti, Dios mío, presente en el sagrario... Te pido perdón una vez más, Dios mío, porque podía haberte tratado mejor en la comunión... ¡no me empapo de lo que ocurre... del milagro diario de la misa y la comunión...! Perdona también, Señor, porque he estado poco en presencia de Dios, tuya... y poco esforzado en algunos momentos del trabajo... perdona también, Señor, la mortificación que ayer retrasé por la noche... ...Hasta ahora te he dado pocas gracias, Señor... no soy digno, te dijo el centurión, pero con una palabra tuya... me gustaría tener esa fe, Jesús..,. ¿por qué no mejoro más..? ¿por qué no te quiero de una vez por todas..? Ya veo, Señor, que quieres que esté cerca de ti, cerca de la Virgen, como un niño pequeño que no puede separarse de sus padres ¡pero así es feliz..! Gracias, Jesús, un día más... (...) Señor, ¿cómo no me explota el pecho si me he tragado una bomba de diez megatones..? Voy a intentar estar pendiente de ti, Jesús...

DÍA 5 
Jesús, ¿por qué me cuesta hoy tanto hablar contigo..? Te he pedido ayuda, y se la pido también a mi Madre..., pero me cuesta; creo que me costará menos, Señor, si actualizo la fe y pienso que estás ahí... a unos metros... Jesús de Nazareth, el Hijo de María... que pensabas -¡piensas!- como nosotros... que reías, comías, sufrías y nadabas con los discípulos... y además de perfecto Hombre, eres perfecto Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, y. contigo están ahí -¡ahí- el Padre y el Espíritu Santo, Unico Dios... ¡qué grande eres , Señor..! quiero estar aquí, este rato, aunque no sepa hacer nada más, sólo mirarte... Madre mía, que no sea paspán; enséñame a hablar con tu Hijo... como tú le tratabas en Nazareth... con qué confianza, con qué cariño... y con qué respeto... Señor, ¿qué te voy a dar hoy..? Voy a repasar contigo el día... esa empanada por la mañana... el trabajo, no te he tenido muy en cuenta... el apostolado lo he visto, pero... gracias, Dios mío, porque he cerrado ese trabajo... y luego ¿qué...? Te ofrezco esta tarde, a ver si te hago alguna visita... y te pido por las gestiones que tengo... ¿y qué más..? Jesús, creo que estás ahí... gracias por estar ahí... ¿te quiero, Jesús..? ¿cómo es que todavía no te quiero más..? Me gustaría quererte locamente... Señor, ¿qué hace la gente, qué pasa? Pero tú tienes más, tú puedes mucho más... Dios mío, se me va el tiempo... ¿y hoy qué..? Ya lo he visto: te voy a visitar luego... Madre mía,... ¿por qué no acudo más a ti..? Si lo vi, que tengo que pedirte más ayuda, como un niño... San José, hoy nada, hoy me despido... ángel de mi guarda, tú sigue ahí...

DÍA 6 
Jesús, ¿a qué vengo yo aquí a estas horas..? Porque estás tú, mi Amor y mi todo... con tu Cuerpo, con tu Sangre, con tu Alma y tu Divinidad... ahí, detrás de ese velo... Me gustaría recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos... por eso te lo venía repitiendo... Dios mío, me gustaría estar todo el día junto a ti, viviendo contigo... el mismo... el mismo Jesús que vivías con María y José en Nazareth, en aquella casa en la que sería imposible no estar juntos... y tú, Señor, serías... ¡perfecto Hombre!; sonriente, servicial, maduro, trabajador, cariñoso, fuerte... y guapo; serías la atracción del pueblo... y con María y José... ¡menudo trío..! Y estás aquí, Jesús, el mismo... ¡veinte siglos después..!, esperándome... quiero vivir, rezar, reír, jugar también contigo... Pero vuelvo, Señor, a lo del trío: ¡qué trío..!, alucinarían... Pero no erais -¡sois!- un trío: ¡dos tríos..! y tú, en el medio, uniéndoles... el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tres Personas que sois un único Dios... Señor, ¡auméntame la fe..! Si a veces me olvido de ti, es que no tengo fe..., ¿cómo me puedo olvidar de mi Dios..., que eres dueño hasta de aquello con lo que te olvido..? Madre mía... otro día que necesito tu ayuda... acordaos, oh piadosísima Virgen María... Se me acaba el tiempo y todavía no te he dicho nada...

Contemplación de los misterios del Santo Rosario

Misterios Gozosos

La Anunciación 
No olvides, amigo mío, que somos niños. La Señora del dulce nombre, María, está recogida en oración. Tú eres, en aquella casa, lo que quieras ser: un amigo, un criado, un curioso, un vecino... -Yo ahora no me atrevo a ser nada. Me escondo detrás de ti y, pasmado, contemplo la escena: El Arcángel dice su embajada... ¿Quomodo fiet istud, quoniam virum non cognosco? -¿De qué modo se hará esto si no conozco varón? (Luc., I, 34.) La voz de nuestra Madre agolpa en mi memoria, por contraste, todas las impurezas de los hombres..., las mías también. Y ¡cómo odio entonces esas bajas miserias de la tierra!... ¡Qué propósitos! Fiat mihi secundum verbum tuum. -Hágase en mí según tu palabra. (Luc., I, 38.) Al encanto de estas palabras virginales, el Verbo se hizo carne. Va a terminar la primera decena... Aún tengo tiempo de decir a mi Dios, antes que mortal alguno: Jesús, te amo.

La Visitación de Nuestra Señora 
Ahora, niño amigo, ya habrás aprendido a manejarte. - Acompaña con gozo a José y a Santa María... y escucharás tradiciones de la Casa de David: Oirás hablar de Isabel y de Zacarías, te enternecerás ante el amor purísimo de José, y latirá fuertemente tu corazón cada vez que nombren al Niño que nacerá en Belén... Caminamos apresuradamente hacia las montañas, hasta un pueblo de la tribu de Judá. (Luc., I, 39.) Llegamos. -Es la casa donde va a nacer Juan, el Bautista. - Isabel aclama, agradecida, a la Madre de su Redentor: -Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! -¿De dónde a mí tanto bien, que venga la Madre de mi Señor a visitarme? (Luc., I, 42 y 43.) El Bautista nonnato se estremece... (Luc., I, 41.) -La humildad de María se vierte en el Magníficat... -Y tú y yo, que somos -que éramos- unos soberbios, prometemos que seremos humildes.

El nacimiento de Jesús 
Se ha promulgado un edicto de César Augusto, y manda empadronar a todo el mundo. Cada cual ha de ir, para esto, al pueblo de donde arranca su estirpe. -Como es José de la casa y familia de David, va con la Virgen María desde Nazaret a la ciudad llamada Belén, en Judea. (Luc., II, 1-5.) Y en Belén nace nuestro Dios: ¡Jesucristo! -No hay lugar en la posada: en un establo. -Y su Madre le envuelve en pañales y le recuesta en el pesebre. (Luc., II, 7.) Frío. -Pobreza. -Soy un esclavito de José. -¡Qué bueno es José! -Me trata como un padre a su hijo. -¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!... Y le beso -bésale tú-, y le bailo, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Unico, mi Todo!... ¡Qué hermoso es el Niño... y qué corta la decena!

Purificación de la Virgen 
Cumplido el tiempo de la purificación de la Madre, según la Ley de Moisés, es preciso ir con el Niño a Jerusalén para presentarle al Señor. (Luc., II, 22.) Y esta vez serás tú, amigo mío, quien lleve la jaula de las tórtolas. -¿Te fijas? Ella -¡la Inmaculada!- se somete a la Ley como si estuviera inmunda. ¿Aprenderás con este ejemplo, niño tonto, a cumplir, a pesar de todos los sacrificios personales, la Santa Ley de Dios? ¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos purificación! - Expiar, y, por encima de la expiación, el Amor. -Un amor que sea cauterio, que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con llamas divinas la miseria de nuestro corazón. Un hombre justo y temeroso de Dios, que movido por el Espíritu Santo ha venido al templo -le había sido revelado que no moriría antes de ver al Cristo-, toma en sus brazos al Mesías y le dice: Ahora, Señor, ahora sí que sacas en paz de este mundo a tu siervo, según tu promesa... porque mis ojos han visto al Salvador. (Luc., II, 25-30.)

El Niño Perdido 
¿Dónde está Jesús? -Señora: ¡el Niño!... ¿dónde está? Llora María. -Por demás hemos corrido tú y yo de grupo en grupo, de caravana en caravana: no le han visto. -José, tras hacer inútiles esfuerzos por no llorar, llora también... Y tú... Y yo. Yo, como soy un criadito basto, lloro a moco tendido y clamo al cielo y a la tierra..., por cuando le perdí por mi culpa y no clamé. Jesús: que nunca más te pierda... Y entonces la desgracia y el dolor nos unen, como nos unió el pecado, y salen de todo nuestro ser gemidos de profunda contrición y frases ardientes, que la pluma no puede, no debe estampar. Y, al consolarnos con el gozo de encontrar a Jesús -¡tres días de ausencia!- disputando con los Maestros de Israel (Luc., II, 46), quedará muy grabada en tu alma y en la mía la obligación de dejar a los de nuestra casa por servir al Padre Celestial.

Misterios Dolorosos

Oración en el huerto 
Orad, para que no entréis en la tentación. -Y se durmió Pedro. -Y los demás apóstoles. -Y te dormiste tú, niño amigo..., y yo fui también otro Pedro dormilón. Jesús, solo y triste, sufría y empapaba la tierra con su sangre. De rodillas sobre el duro suelo, persevera en oración... Llora por ti... y por mí: le aplasta el peso de los pecados de los hombres. Pater, si vis, transfer calicem istum a me. -Padre, si quieres, haz que pase este cáliz de mí... Pero no se haga mi voluntad, sed tua fiat, sino la tuya. (Luc., XXII, 42.) Un Angel del cielo le conforta. -Está Jesús en la agonía. - Continúa prolixius, más intensamente orando... -Se acerca a nosotros, que dormimos: levantaos, orad -nos repite-, para que no caigáis en la tentación. (Luc., XXII, 46.) Judas el traidor: un beso. -La espada de Pedro brilla en la noche. -Jesús habla: ¿como a un ladrón venís a buscarme? (Marc., XIV, 48.) Somos cobardes: le seguimos de lejos, pero despiertos y orando. -Oración... Oración...

Flagelación del Señor 
Habla Pilatos: Vosotros tenéis costumbre de que os suelte a uno por Pascua. ¿A quién dejamos libre, a Barrabás -ladrón, preso con otros por un homicidio- o a Jesús? (Math., XXVII,17.) -Haz morir a éste y suelta a Barrabás, clama el pueblo incitado por sus príncipes. (Luc., XXIII, 18.) Habla Pilatos de nuevo: Entonces ¿qué haré de Jesús que se llama el Cristo? (Math., XXVII, 22.) -Crucifige eum! -¡Crucifícale! (Marc., XV, 14.) Pilatos, por tercera vez, les dice: Pues ¿qué mal ha hecho? Yo no hallo en él causa alguna de muerte. (Luc., XXIII, 22.) Aumentaba el clamor de la muchedumbre: ¡crucifícale, crucifícale! (Marc., XV, 14.) Y Pilatos, deseando contentar al pueblo, les suelta a Barrabás y ordena que azoten a Jesús. Atado a la columna. Lleno de llagas. Suena el golpear de las correas sobre su carne rota, sobre su carne sin mancilla, que padece por tu carne pecadora. -Más golpes. Más saña. Más aún... Es el colmo de la humana crueldad. Al cabo, rendidos, desatan a Jesús. -Y el cuerpo de Cristo se rinde también al dolor y cae, como un gusano, tronchado y medio muerto. Tú y yo no podemos hablar. -No hacen falta palabras. - Míralo, míralo... despacio. Después... ¿serás capaz de tener miedo a la expiación?

Coronación de Espinas 
¡Satisfecha queda el ansia de sufrir de nuestro Rey! - Llevan a mi Señor al patio del pretorio, y allí convocan a toda la cohorte. (Marc., XV, 16) -Los soldadotes brutales han desnudado sus carnes purísimas. -Con un trapo de púrpura, viejo y sucio, cubren a Jesús. -Una caña, por cetro, en su mano derecha... La corona de espinas, hincada a martillazos, le hace Rey de burlas... Ave Rex judeorum! -Dios te salve, Rey de los judíos. (Marc., XV, 18.) Y, a golpes, hieren su cabeza. Y le abofetean... y le escupen. Coronado de espinas y vestido con andrajos de púrpura, Jesús es mostrado al pueblo judío: Ecce homo! -Ved aquí al hombre. Y de nuevo los pontífices y sus ministros alzaron el grito diciendo: ¡crucifícale, crucifícale! (Joann., XVIII, 5 y 6.) -Tú y yo, ¿no le habremos vuelto a coronar de espinas, y a abofetear, y a escupir? Ya no más, Jesús, y no más... Y un propósito firme y concreto pone fin a estas diez Avemarías. 4º misterio: La Cruz a cuestas Con su Cruz a cuestas marcha hacia el Calvario, lugar que en hebreo se llama Gólgota. (Joann., XIX, 17.) -Y echan mano de un tal Simón, natural de Cirene, que viene de una granja, y le cargan la Cruz para que la lleve en pos de Jesús. (Luc., XXIII, 26.) Se ha cumplido aquello de Isaías (LIII, 12): cum sceleratis reputatus est, fue contado entre los malhechores: porque llevaron para hacerlos morir con El a otros dos, que eran ladrones. (Luc., XXIII, 32.) Si alguno quiere venir tras de mí... Niño amigo: estamos tristes, viviendo la Pasión de Nuestro Señor Jesús. -Mira con qué amor se abraza a la Cruz. -Aprende de El. -Jesús lleva Cruz por ti: tú, llévala por Jesús. Pero no lleves la Cruz arrastrando... Llévala a plomo, porque tu Cruz, así llevada, no será una Cruz cualquiera: será... la Santa Cruz. No te resignes con la Cruz. Resignación es palabra poco generosa. Quiere la Cruz. Cuando de verdad la quieras, tu Cruz será... una Cruz, sin Cruz. Y de seguro, como El, encontrarás a María en el camino.

Muerte de Jesús 
Jesús Nazareno, Rey de los judíos, tiene dispuesto el trono triunfador. Tú y yo no lo vemos retorcerse, al ser enclavado: sufriendo cuanto se pueda sufrir, extiende sus brazos con gesto de Sacerdote Eterno. Los soldados toman las santas vestiduras y hacen cuatro partes. -Por no dividir la túnica, la sortean para ver de quién será. -Y así, una vez más, se cumple la Escritura que dice: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre ellos echaron suertes. (Joann., XIX, 23 y 24.) Ya está en lo alto... -Y, junto a su Hijo, al pie de la Cruz, Santa María... y María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Y Juan, el discípulo que El amaba. Ecce mater tua! -¡Ahí tienes a tu madre!: nos da a su Madre por Madre nuestra. Le ofrecen antes vino mezclado con hiel, y habiéndolo gustado, no lo tomó. (Math., XXVII, 34.) Ahora tiene sed... de amor, de almas. Consummatum est. -Todo está consumado. (Joann., XIX, 30.) Niño bobo, mira: todo esto..., todo lo ha sufrido por ti... y por mí. -¿No lloras?

Misterios Gloriosos

Resurrección del Señor 
Al caer la tarde del sábado, María Magdalena y María, madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar el cuerpo muerto de Jesús. -Muy de mañana, al otro día, llegan al sepulcro, salido ya el sol. (Marc., XVI, 1 y 2.) Y entrando, se quedan consternadas porque no hallan el cuerpo del Señor. -Un mancebo, cubierto de vestidura blanca, les dice: No temáis: sé que buscáis a Jesús Nazareno: non est hic, surrexit enim sicut dixit, -no esta aquí, porque ha resucitado, según predijo. (Math., XXVIII, 5.) ¡Ha resucitado! -Jesús ha resucitado. No está en el sepulcro. -La Vida pudo más que la muerte. Se apareció a su Madre Santísima. -Se apareció a María de Magdala, que está loca de amor. -Y a Pedro y a los demás Apóstoles. -Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho! Que nunca muramos por el pecado; que sea eterna nuestra resurrección espiritual. -Y, antes de terminar la decena, has besado tú las llagas de sus pies..., y yo más atrevido -por más niño- he puesto mis labios sobre su costado abierto.

La Ascensión del Señor 
Adoctrina ahora el Maestro a sus discípulos: les ha abierto la inteligencia, para que entiendan las Escrituras y les toma por testigos de su vida y de sus milagros, de su pasión y muerte, y de la gloria de su resurrección. (Luc., XXIV, 45 y 48.) Después los lleva camino de Betania, levanta las manos y los bendice. -Y, mientras, se va separando de ellos y se eleva al cielo (Luc., XXIV, 50), hasta que le ocultó una nube. (Act., I, 9.) Se fue Jesús con el Padre. -Dos Angeles de blancas vestiduras se aproximan a nosotros y nos dicen: Varones de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? (Act., I, 11.) Pedro y los demás vuelven a Jerusalén -cum gaudio magno- con gran alegría. (Luc., XXIV, 52.) -Es justo que la Santa Humanidad de Cristo reciba el homenaje, la aclamación y adoración de todas las jerarquías de los Angeles y de todas las legiones de los bienaventurados de la Gloria. Pero, tú y yo sentimos la orfandad: estamos tristes, y vamos a consolarnos con María.

Pentecostés 
Había dicho el Señor: Yo rogaré al Padre, y os dará otro Paráclito, otro Consolador, para que permanezca con vosotros eternamente. (Joann., XIV, 16.) -Reunidos los discípulos todos juntos en un mismo lugar, de repente sobrevino del cielo un ruido como de viento impetuoso que invadió toda la casa donde se encontraban. -Al mismo tiempo, unas lenguas de fuego se repartieron y se asentaron sobre cada uno de ellos. (Act., II, 1- 3.) Llenos del Espíritu Santo, como borrachos, estaban los Apóstoles. (Act., II, 13.) Y Pedro, a quien rodeaban los otros once, levantó la voz y habló. -Le oímos gente de cien países. -Cada uno le escucha en su lengua. -Tú y yo en la nuestra. -Nos habla de Cristo Jesús y del Espíritu Santo y del Padre. No le apedrean, ni le meten en la cárcel: se convierten y son bautizados tres mil, de los que oyeron. Tú y yo, después de ayudar a los Apóstoles en la administración de los bautismos, bendecimos a Dios Padre, por su Hijo Jesús, y nos sentimos también borrachos del Espíritu Santo.

Asunción de la Virgen 
Assumpta est María in coelum: gaudent angeli! -María ha sido llevada por Dios, en cuerpo y alma, a los cielos: ¡y los Angeles se alegran! Así canta la Iglesia. -Y así, con ese clamor de regocijo, comenzamos la contemplación en esta decena del Santo Rosario: Se ha dormido la Madre de Dios. -Están alrededor de su lecho los doce Apóstoles. -Matías sustituyó a Judas. Y nosotros, por gracia que todos respetan, estamos a su lado también. Pero Jesús quiere tener a su Madre, en cuerpo y alma, en la Gloria. -Y la Corte celestial despliega todo su aparato, para agasajar a la Señora. -Tú y yo -niños, al fin- tomamos la cola del espléndido manto azul de la Virgen, y así podemos contemplar aquella maravilla. La Trinidad beatísima recibe y colma de honores a la Hija, Madre y Esposa de Dios... -Y es tanta la majestad de la Señora, que hace preguntar a los Angeles: ¿Quién es ésta?

Coronación de la Virgen 
Eres toda hermosa, y no hay en ti mancha. -Huerto cerrado eres, hermana mía, Esposa, huerto cerrado, fuente sellada. -Veni: coronaberis. -Ven: serás coronada. (Cant., IV, 7, 12 y 8.) Si tú y yo hubiéramos tenido poder, la hubiéramos hecho también Reina y Señora de todo lo creado. Una gran señal apareció en el cielo: una mujer con corona de doce estrellas sobre su cabeza. -Vestido de sol. -La luna a sus pies. (Apoc., XII, 1.) María, Virgen sin mancilla, reparó la caída de Eva: y ha pisado, con su planta inmaculada, la cabeza del dragón infernal. Hija de Dios, Madre de Dios, Esposa de Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo la coronan como Emperatriz que es del Universo. Y le rinden pleitesía de vasallos los Angeles..., y los patriarcas y los profetas y los Apóstoles..., y los mártires y los confesores y las vírgenes y todos los santos..., y todos los pecadores y tú y yo.

Textos de "Nueve ideas para hacer oración" de Vicente Huerta

 


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