La Santa Misa: antes, durante y después
(Devocionario)

antes, durante y después

ANTES

Oración preparando la Santa Misa. 

Dios mío, tú has creado este maravilloso mundo que disfrutamos: tierra y mar, cielo y firmamento, animales con todas sus especies... Todo lo bueno que tengo, empezando por la vida, lo he recibido de ti. Gracias: quiero agradecértelo. A la vez, Señor, cuando miro el comportamiento de los hombres -empezando por el mío- observo que hay maldad en nuestros corazones: te devolvemos mal por bien, estropeamos lo bueno que tú nos das. Siento, Dios mío, el dolor que te causamos. Perdónanos: quiero pedirte perdón. ¿Qué quieres que haga por ti, Señor? Por mi parte, te dedico y ofrezco todo lo que tengo y todo lo que soy. Y también todo lo bueno de todos los hombres de todos los tiempos. Y... sobre todo... la vida del primero de los hombres, Jesús, tu Hijo primogénito. El es el Cordero de Dios, que con el sacrificio de su vida, quita y borra el pecado del mundo. Por eso estoy aquí en Misa: para ofrecerte hoy, en nombre de todos tus hijos, el único sacrificio de Jesucristo, y con él, ofrecerte el sacrificio de todo lo que tengo, hago y soy. Gracias, y recibe con gusto esta Misa que es de Cristo y mía: te ofrecemos los dos nuestras vidas. Quiero vivirla con verdadero amor, agradecimiento, adoración y dolor. Madre mía, tú que estuviste en la primera Misa, enséñame a vivirla con tus mismos sentimientos. Amén.

Explicación de la Santa Misa.

De vez en cuando te vendrá bien repasar esta explicación, para recordar el sentido de la Misa, y vivirla con la actitud correcta. 

1. Un hombre pobre y sin trabajo, recogiendo limosnas que a duras penas le dan para malcomer, va por la calle. Se cruza con una persona rica a la que, no sabe porqué, le cae bien. Y ese hombre le da de todo: traje, comida, coche, trabajo, un sueldo, e incluso su casa para compartirla. El pobre no hacía más que decir: ¡gracias, no sé qué hacer para agradecérselo! 

2. Así se ha encontrado el hombre delante de Dios desde el principio de la creación: un Dios le había dado todo lo que tenía, empezando por la vida y el aire que respiraba y todo lo creado: todo puesto a su disposición. Por eso, desde las primeras civilizaciones, el hombre muestra una intuición, como una especie de instinto, que le llevaba a agradecer a Dios todo lo recibido: ¡gracias, no sé qué hacer para agradecértelo! 

3. ¿Cómo dar gracias? Decir gracias no bastaba. Las palabras solas no son suficientes. Hacía falta hacer algo para esta divinidad; hacer algo, obras que respaldasen esas palabras: gracias, y para que veas que es verdad que estoy agradecido hago esto. 

4. ¿Qué hacer? De vez en cuando escogían algo entre todo lo que Dios les había dado, y se lo devolvían, se lo ofrecían, se lo dedicaban; como diciendo: te dedico y ofrezco esto para decirte que reconozco que todo es tuyo. 

5. Y ¿qué escoger para dar a Dios? Cuanto más valioso fuese, mejor; porque si de Dios recibían todo, era importante que estuviese contento con ellos. A veces tomaban parte de la cosecha y la quemaban. O tomaban algún animal y lo mataban. (En alguna civilización ofrecían incluso la vida de algún ser humano, pero lo más frecuentes era ofrecer la vida de algún animal). Pero siempre algo de valor. 

6. ¿Y por qué la quemaban, o lo mataban? Para privarse de aquello: privándose de ese bien quedaba dedicado exclusivamente a Dios. Al ofrecérselas a Dios las hacían sagradas (sagrado quiere decir dedicada a Dios). Y de ahí viene la palabra sacrificio: coger algo mío y dedicárselo a Dios, porque reconozco que todo es suyo. Así se lo agradezco. 

7. ¿Los sacrificios se hacían sólo para dar gracias con hechos? No sólo; además, el hombre se daba cuenta de que cometía acciones que no eran del gusto de Dios, que perjudicaban a Dios o a sus criaturas: eso es el pecado. Y para que Dios no se enfadase con el hombre por sus pecados, el hombre se veía en la obligación de ofrecerle más sacrificios, y más valiosos. Así, la realización de sacrificios ha sido algo común a tantas civilizaciones. Y el pueblo escogido por Dios, el judío, también sacrificaba muchos animales ofreciéndolos a Dios: bueyes, corderos, tórtolas,... 

8. ¿Por qué ahora no sacrificamos bueyes ni corderos, ni ningún otro animal? Después de muchos siglos, Dios se hizo hombre. Y en cuanto Juan el Bautista vio a Jesús dijo: Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que quiere decir: Jesucristo es el cordero, la vida que será ofrecida, sacrificada por los hombres a Dios. Y además, es el único Cordero cuyo sacrificio puede ganarnos el perdón y la vuelta amistosa del hombre con Dios. Jesucristo hace ese sacrificio en la Cruz, en el Calvario. Y dice en la Última Cena: Haced esto en conmemoración mía. Que quiere decir: este sacrificio mío ofrecedlo en mi nombre a lo largo de los siglos. 

9. ¿Qué es por tanto la Misa? Es el sacrificio del Cordero de Dios, de Jesucristo, con el que agradecemos a Dios, le adoramos, y conseguimos el perdón de los pecados de los hombres. 

10. Recapitulando, hemos visto hasta ahora que el hombre, que es naturalmente religioso al saberse criatura busca tratar a Dios ofreciéndole algo, pidiéndole perdón, adorándole y pidiéndole su ayuda. Desde el principio lo ha hecho ofreciéndole cosas que estaban a su alcance, esto es, sacrificándole algo. Y Jesucristo se ofreció él mismo como víctima para el sacrificio que debía perdonar nuestros pecados. El sacrificio de Jesucristo, por ser Dios, tiene un valor infinito, y es el único sacrificio del todo agradable a Dios y capaz de obtener el perdón para el hombre. 

11. ¿Y yo qué hago en la Misa? Demos un paso más. Dios revela que lo que le agrada no es el sacrificio de animales, sino que lo que él desea es el sacrificio de nuestros corazones, de nuestras personas: que le dediquemos, ofrezcamos y entreguemos a él lo que tenemos y somos. Ese es el sacrificio que nos pide. Por lo tanto, en la Misa unimos mi sacrificio y el de Cristo; el sacrificio de dedicación de mi vida a Dios lo añado al sacrificio de la cruz. 

12. ¿Qué quiere decir vivir la Misa? No sólo asistir, sino que a la vez que ofrecemos la vida y muerte de su Hijo, nos ofrezcamos nosotros con Él en el Altar. Por eso la Misa es el centro de la vida del cristiano y podemos hablar con propiedad de nuestra Misa, la de Jesús y la mía. Eso es fundamentalmente participar en la Misa: ofrecerme con Cristo totalmente a Dios Padre en el Espíritu Santo.

DURANTE

15 momentos durante la misa 

1. BESO EN EL ALTAR: Cuando el sacerdote se acerca y sube al altar, el cielo entero se abre con la Santísima Trinidad para contemplar el sacrificio que se va a realizar; puedes ver (en 3-D) que se abre un agujero en el techo y se asoman Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo para escuchar con interés cada palabra que el sacerdote y tú decís. ¿,Por qué besa el altar al llegar? Porque el altar representa a Cristo, y porque ahí vendrá Jesús dentro de unos minutos; nada más llegar se encontrará ese beso. Puedes dejar también tú un beso en el altar con el corazón, mientras le dices: ¡Jesús, te amo! 

2. EL SEÑOR ESTÉ CON VOSOTROS: Así saluda el sacerdote, ayudándonos a ver a Jesucristo vivo. La Misa es memorial de su pasión, muerte y resurrección. Jesús esté vivo, y es quien ofrece el sacrificio a Dios Padre, y nosotros con él. La Misa es Jesús, que continúa dándose a los hombres y aplicándonos su Redención. 

3. GOLPES DE PECHO: "Yo confieso... por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa". ¿Sabes por qué se golpea el pecho en el lado izquierdo? Porque ahí está el corazón. Y, así como para despertar a una persona le das golpes o llamas a una puerta golpeándola puedes ver (en 3-D) que das golpes a tu corazón diciéndole: ¡despierta, cambia de vida, busca amar a Dios, reacciona, conviértete! 

4. SEÑOR, TEN PIEDAD: Gritaba el ciego Bartimeo: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí! (Mc 10,47); y 1e curó. El padre de un chaval endemoniado le ruega: ¡Si algo puedes, ayúdanos, ten piedad de nosotros! (Mc 9,22); y le curó. Sólo Dios les podía curar. Y como ellos no tienen nada con lo que "comprar" ese favor a Jesucristo, le piden que se lo haga por compasión, por misericordia, por amor y pena. Con la misma actitud debes suplicar con voz alta y fuerte: ¡Señor, ten piedad!; y te curará. Y puedes dirigir los gritos: el primero a Dios Padre, el segundo al Hijo y el tercero al Espíritu Santo. 

5. "OREMOS": El sacerdote deja aquí un breve espacio de tiempo de silencio para poner alguna(s) intención(es) al ofrecer este sacrificio de la Misa. Tú también puedes hacerlo. ¿Qué significa ofrecer la Misa por algo? Asómbrate: significa que tú ofreces a Dios Padre la vida, pasión y muerte de su Hijo Jesucristo; y a la vez que le ofreces lo más querido para él, le pides a cambio que él te conceda eso. 

6. EL EVANGELIO: Es el mismo Jesucristo hecho palabra y escritura. Por eso lo escuchamos de pie, y el sacerdote lo besa cuando termina de leérnoslo. Que veas a Jesucristo que te habla, y también tú le beses interiormente. 

7. OFERTORIO PAN Y VINO: Nos sentamos, pero es el momento en el que debes estar más activo. El pan, hecho con la suma de muchos granitos de trigo, es también un símbolo. ¿Qué es lo que ofrece el sacerdote a Dios? La suma de todas las pequeñas cosas que los asistentes ponen en la patena: horas de trabajo, pequeñas mortificaciones, alegrías, dolores, deporte, diversiones del día, lucha por sacar propósitos, detalles de cariño y servicio... Puedes decir: Señor mío y Dios mío, te ofrezco todo lo que tenga; mis planes y proyectos, mis sacrificios y alegrías. ¡Quiero ser todo tuyo! ¡Para ti, para siempre! Como ofreces todo lo tuyo, te ayudará verte pequeñito sobre la patena: ¿ves (en 3-D) que, en nombre de Cristo, el sacerdote regala a Dios Padre tu vida, tu persona? (Por eso vale tanto cualquier pequeña cosa de tu día). Cuando ofrece el vino puedes hacer de nuevo el mismo ofrecimiento. 

8. LAVABO: El sacerdote ya tiene las manos limpias; ¿por qué se lava las manos otra vez? Para decir, con un gesto externo, que igual que el agua va a quitar de sus manos las pequeñas suciedades, del mismo modo pide a Dios que su gracia y misericordia limpie su alma de sus suciedades (pecados, amor propio, faltas de amor, etc.). Pídeselo tú también, con las palabras que en voz baja dice el sacerdote: ¡Señor, lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! Puedes pensar que es la Sangre de Cristo en la Cruz, que ahora estará sobre el altar, la que realmente nos ha conseguido el lavado y perdón de nuestros pecados. 

9. PREFACIO: ¿Cuántos estáis en Misa? No cuentes la gente, porque fallarás. ¡Increíble! ¿Cuántos? Toda la humanidad. Mira (en 3-D): ahora llamamos a toda la creación para que estén. con nosotros en la Consagración, en la Cruz. Te explico: EL SEÑOR ESTÉ CON VOSOTROS: ese "vosotros" hace referencia a todos los hombres del mundo, no sólo a los presentes. LEVANTEMOS EL CORAZÓN: levantarlo hasta el cielo, para unirnos a todos los que están allí. DEMOS GRACIAS A DIOS: y a continuación se dan argumentos, motivos por los que damos gracias (primero por darnos a Jesucristo y luego se dan otros distintos según los días: estate atento para descubrirlos). POR ESO CON LOS ÁNGELES...: pedimos también a los ángeles que adoren a Dios con nosotros. Ya ves ¡Está toda da creación en la Misa, aunque la Iglesia esté vacía! Todos los hombres, todos los que están en el Cielo, y todos los ángeles. 

10. SANTO, SANTO, SANTO: "Llevaron el borrico a Jesús (...) Muchos extendían sus mantos sobre el camino, otros cortaban ramas de los campos, y los que iban delante y detrás de Él, gritaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el reino que viene de David! ¡Hosanna en las alturas!" (Mc 11, 7-10). Ahora que Cristo ya va a venir, grita con toda la creación: Santo, Santo, Santo... Bendito el que viene en nombre del Señor. ¡Hosanna en el Cielo! 

11. CONSAGRACIÓN: El sacerdote "presta" ahora su voz y sus manos a Jesucristo. Y Jesús es Dios. Un día dijo: hágase la luz, y se hizo; que haya lumbreras en el firmamento del cielo, y se hicieron las estrellas (Ex 1, 1-15). Ahora dice: esto es mi Cuerpo y ese trozo de pan se convierte en su cuerpo. Puedes decirle mientras alza la Hostia lo que le dijo Santo Tomás: ¡Señor mío y Dios mío! Este es el Cáliz de mi Sangre y el vino se convierte en su Sangre. Puedes decirle: ¡Sangre de Cristo, embriágame, empápame! 

12. BIENVENIDO A TU ALTAR, SEÑOR: Ya se ha realizado el milagro. Acaba de llegar Jesucristo, otra vez, a la tierra. Cuando vino Jesucristo por primera vez, en el portal de Belén, sólo unos pastores le dieron la bienvenida. ¡Qué brutos somos los hombres! ¡Cuántas veces le hacemos vacío, porque no le vemos! En cuanto acabe la consagración, date prisa para agradecer en bajito: ¡Bienvenido a tu altar, Señor! 

13. PADRENUESTRO: ¡Fíjate qué suerte! Dios Padre está especialmente pendiente y atento a todo lo que le decimos. Y rezas ahora, con Jesucristo, el Padrenuestro; como los apóstoles. Que lo pronuncies en voz alta; y fíjate en las 7 peticiones que contiene esa oración. 

14. COMUNIÓN: Tres cosas. EN LA COLA: ve rezando comuniones espirituales y el "Señor mío Jesucristo", preparando su llegada. EL CUERPO DE CRISTO, ¡AMÉN!: El Amén significa: así sea, así creo que es, sé que a quien tiene usted en sus manos es Cristo (aunque mis ojos vean un simple trozo de pan). El Amén es un gran acto de fe: dilo fuerte. TOCÓ SU LENGUA (Mc 7,33): cuenta el evangelio que un día le presentaron a Jesús un sordomudo, y Jesús para curarle le toca la lengua, y lo curó. También ahora te toca a ti la lengua; en cuanto te toque: gracias, Señor, muchas gracias; ¡cúrame también a mí! 

15. ELEVACIONES: en cuatro ocasiones se levanta la patena y el cáliz. Saber porqué te ayudará. 
EN EL OFERTORIO: se levanta el pan y el vino ofreciéndole a Dios todo lo nuestro. Como tiene poco valor, se elevan a poca altura sobre el altar. 
EN LA CONSAGRACIÓN: en ese momento se hace presente Jesucristo con su Cuerpo y con su Sangre. Enseguida se elevan para que todos lo vean y le puedan adorar. Se eleva lo suficiente para que lo vean todos. Clava tus ojos en él. 
POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL: al final de la plegaria eucarística, se eleva el Cuerpo y Sangre para ofrecerlo a Dios Padre. Se elevan a más altura, pues es Cristo, el sacrificio de mayor valor. Al responder todos Amén estamos diciendo que sí, que nos sumamos nosotros al sacrificio de Cristo con nuestra entrega personal. 
ÉSTE ES EL CORDERO DE DIOS: antes de la comunión nos lo muestra el sacerdote para que nos dirijamos a él preparándonos ya para recibirle. Clava tus ojos en él.

DESPUÉS

1. Un guión de conversación. 

A. Gracias: - por haber venido a tu alma. - por haberte creado, redimido, hecho cristiano y conservado la vida. - por lo que te ha dado, desde que naciste (vete diciéndole: familia, salud o enfermedad, amigos, cualidades, talentos...). - por dones que te ha concedido Dios últimamente, que conoces. - por dones que desconoces. - porque siempre perdona, a ti tantas veces. - por haberte dado a su Madre la Virgen. 

B. Petición: - que te aumente la fe, la esperanza, la caridad y la humildad. - dolor de amor; un corazón grande; verdadera vida interior. - que seas santo, viviendo con generosidad tu vocación. - por la Iglesia y el Papa; por la diócesis y el obispo; por los sacerdotes: que sean santos y nunca falten; por la unidad de los cristianos. - por tu familia: (dile nombres y cosas en concreto). - por tus amigos, por tus compañeros, tu apostolado (dile nombres y cosas en concreto). - por la paz en el mundo; que se acaben las guerras y el terrorismo; que nadie pase hambre. - que nadie aborte; que las leyes y la ciencia estén al servicio del bien de la humanidad. - por la humanidad; que cada vez le conozca más gente, reconociendo en Jesús al Salvador. 

C. Adoración: - hacer actos de amor: lo que le quieres y quisieras quererle; amarle por los que no le aman. - actos de entrega: que eres todo suyo, que sólo quieres vivir para él, que le entregas toda tu vida, tus posibilidades, tu futuro, etc. 

D. Desagravio: - pedirle perdón por los pecados de todos los hombres de todos los tiempos. - por tus pecados, faltas de amor y entrega, olvidos, rutina, indiferencia... - no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, y cuántas veces los hombres -y tú en concreto- no han apreciado lo que él hace por nosotros.

2. Oraciones de Acción de Gracias después de la Misa.

Invocaciones al Santísimo Redentor 
Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del Costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh, buen Jesús! óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.

Oración de San Francisco de Asís 
Señor, haz de mí, un instrumento de tu paz: que donde hay odio, ponga yo amor; que donde hay ofensa, ponga yo perdón; que donde hay discordia, ponga yo unión; que donde hay desesperación, ponga yo esperanza; que donde hay tinieblas, ponga yo luz; que donde hay tristeza, ponga yo alegría. Haz, Señor, que no busque tanto ser consolado, como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar.

Oración de San Ignacio de Loyola 
Toma, Señor, toda mi libertad. Recibe mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Todo lo que tengo y poseo Tú me lo diste: todo te lo devuelvo y entrego totalmente a Ti. Concédeme con tu gracia amarte sobretodo a Ti; y a todos con tu corazón.

Adoro te devote 
Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte. Al juzgar de Ti se equivocan la vista, el tacto y el gusto, pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios; nada es más verdadero que esta palabra de verdad. En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió el ladrón arrepentido. No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios; haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere, que te ame. ¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das la vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva, y que siempre saboree tu dulzura. Señor Jesús, bondadoso pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero. Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto deseo: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén.

A Cristo Crucificado 
No me mueve, mi Dios, para quererte el Cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte; Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte; muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera que aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera; no me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera.

Oración al Espíritu Santo 
Ven ¡Oh Santo Espíritu! Ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos; fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo; inflama mi voluntad... He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después..., mañana. Nunc coepi! ¡Ahora! No vaya a ser que el mañana me falte. ¡Oh, Espíritu de verdad y sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, espíritu de gozo y de paz! Quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras...

Oración pidiendo ser otro Cristo 
Gracias, Señor: creo que estás físicamente dentro de mí. ¿Cómo actuarías hoy, Señor, si tuvieses mis manos, mi lengua, mis ojos, mi cuerpo; si tuvieses mi energía y mi tiempo: mi familia. mis amigos, mi trabajo? Pues hoy te dejo que seas yo: ¡que tú vivas hoy en mí! Hoy quiero ser tú, el Hijo, que pasa por el mundo. Que lleve, Señor, tu mirada, tu sonrisa, tu consuelo, tu paz, tu ayuda y tu palabra, tu servicio, tu entrega, tu amor... a todos aquellos con los que me cruce. Padre. cristifícame, transfórmame todo en Cristo, dame su Espíritu, para que sea él entre los hombres. Amén.

Oración a San Miguel Arcángel 
Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la maldad y las asechanzas del demonio. Pedimos suplicantes que Dios lo mantenga bajo su imperio; y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con el poder divino, a Satanás y a los otros espíritus malvados que andan por el mundo tratando de perder a las almas. Amén.

Oración a San José 
San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Madre Santísima, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre y mejor a Jesús y María.

Oración de Papa Clemente XI 
Creo, Señor, haz que crea con más firmeza; espero, haz que espere con mayor confianza; me arrepiento, haz que tenga mayor dolor. Dirígeme con tu sabiduría, sujétame con tu justicia, consuélame con tu clemencia, protégeme con tu poder. Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, para que se dirijan a Ti; mis palabras para que hablen de Ti; mis obras para que sean tuyas; mis contrariedades para que las lleve por Ti. Quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como Tú lo quieres, quiero hasta que Tú quieras. Señor, te pido que ilumines mi entendimiento, enciendas mi voluntad, limpies mi corazón y santifiques mi alma. Que me aparte de mis pasadas faltas, que rechace las tentaciones futuras, que corrija las malas inclinaciones y practique las virtudes necesarias. Que venza la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la generosidad, la ira con la bondad, la tibieza con la piedad. Señor hazme atento en la oración, sobrio en la comida, constante en el trabajo y firme en los propósitos.

Oración de Santo Tomás de Aquino 
Te doy gracias, Señor, Santo Padre, Omnipotente eterno Dios, porque a mí, pecador, indigno siervo tuyo, sin ningún mérito de mi parte, sino únicamente por tu misericordia, te has dignado alimentarme con el precioso Cuerpo y Sangre de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Y pido que esta santa comunión no me sea motivo de castigo, sino intercesión saludable para el perdón. Sea para mí armadura de la fe, y escudo de buena voluntad. Sea la muerte de mis vicios, exterminio de la concupiscencia, aumento de la caridad y de la paciencia, de la humildad y de la obediencia, y de todas las virtudes. Sea firme defensa contra las insidias de todos los enemigos, tanto visibles como invisibles; perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu. Sea perpetua unión contigo único y verdadero Dios, y sea el término feliz de mi muerte. Y te ruego, te dignes conducir a este pecador a aquel convite inefable donde Tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus santos, luz verdadera, satisfacción plena, alegría eterna, dicha consumada y perfecta felicidad. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Oración a la Santísima Virgen María 
Oh, María, Virgen y Madre Santísima, he recibido a tu Hijo amadísimo, a quien concebiste en tu seno inmaculado, engendraste, alimentaste y estrechaste suavemente entre tus brazos. Te presento y ofrezco, con amor y humildad, Aquel mismo, cuya presencia te alegraba y te llenaba de gozo, para estrecharlo con tus brazos, amarlo con tu corazón y ofrecerlo como supremo culto de latría a la Santísima Trinidad, por tu honor y gloria, y por mis necesidades y las de todo el mundo. Te ruego, queridísima Madre, que me obtengas el perdón de todos mis pecados y abundante gracia para servirle a partir de ahora con más fidelidad, y la gracia de la perseverancia final para que pueda contigo alabarle por todos los siglos de los siglos. Amén.

Oración para el apostolado (del Rey Balduino) 
Señor, tú sabes el esfuerzo que suponen para mí esas conversaciones en las que trato de acercar a la fe a otras personas. Después siento tu alegría en mí, pero antes la inquietud me invade. Transfórmame, Señor, para que me resulte casi imposible no "gritarte".

Oración de Santo Tomás Moro 
Dame salud del cuerpo y, con ella, el sentido común necesario para conservarla lo mejor posible. Dame un alma santa, Señor, que mantenga ante mis ojos todo lo que es bueno y puro, para que a la vista del pecado no se turbe, sino que sepa encontrar los medios para poner orden en todas las cosas. Dame un alma ajena a la tristeza, que no conozca refunfuños ni suspiros ni lamentos. Y no permitas que esta cosa que se llama "yo", y que siempre tiende a dilatarse, me preocupe demasiado. Dame, Señor, sentido del humor. Dame la gracia de comprender una broma, para lograr un poco de felicidad en esta vida y saber regalarla a los demás. Así sea.

Oración del barro 
En tus manos, Señor, me pongo y me entrego. Trabaja una y otra vez la arcilla que soy yo, pues en tus manos me pongo como el barro se pone en manos del alfarero. Dale la forma Tú mismo. Me basta con que mi vida sirva para tus fines y en nada me resista a tu divino proyecto, para el cual he sido creado. Pide, mándame ¿qué quieres que haga? ¿qué quieres que deje de hacer? Animado o desanimado, comprendido por los demás o entre incomprensiones y críticas, con ganas o sin ganas, cuando me vayan las cosas bien o cuando me vea inútil para todo, sólo me queda decir a ejemplo de vuestra Madre: hágase en mí según tu palabra.

3. Una conversación escrita 

(días pares) 
¡Ojo! No leas; díselo, que es distinto. No hace falta que la termines cada día: si después de decirle algo que aquí está escrito, dejas de leer y se lo comentas con tus palabras, ¡mucho mejor! Señor mío Jesucristo, realmente presente en mí, te adoro con todo mi corazón, me uno a la adoración que te rinden los ángeles y los santos. Te doy gracias por todo lo bueno que he recibido de ti: la vida, la familia, la fe, los sacramentos, tu propia Madre, la gracia santificante, la vocación, los dones humanos y sobrenaturales y tantos bienes que desconozco... Gracias, Jesús, por la Santa Misa y por la Comunión. ¡Qué bueno eres y cuánto me amas! Yo te adoro y te amo. Quiero amarte más, mucho más. ¡Ayúdame! Porque a veces me olvido de ti y, otras veces, me vence la tentación y la maldad. En la Santa Misa se renueva tu Sacrificio del Calvario. Mueres clavado en la Cruz, te ofreces al Padre Celestial por mi salvación y por la de todo el mundo. Eres mi Redentor y sigues queriendo salvarme. Gracias, Jesús. Quiero la salvación. No permitas que me aleje de ti por el pecado. Jesús, sé Tú mi Salvador. El pan y el vino, por las palabras de la Consagración se han convertido -transubstanciado- en tu mismo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. En la Santa Hostia y en el Cáliz estás vivo y eres Dios y Hombre de verdad, aunque mis ojos no te vean. Creo, Señor, en este misterio de fe. Te adoro; te amo. Ahora que he comulgado puedo decir con alegría: Dios está conmigo; yo estoy con Dios. Quiero estar siempre contigo, Jesús, porque tú me amas y yo quiero saber amarte. Quiero tenerte siempre en mi corazón para tener tu fuerza y lograr serte fiel en todo. Necesito especialmente tu fuerza para vivir con delicadeza y reciedumbre la virtud de la santa pureza que tanto te agrada. Dame la fortaleza de los mártires para ser valiente ante la tentación impura, para vencer mis malas inclinaciones. ¡Antes morir que pecar! Si tú estás conmigo, te seré fiel. Quiero desagraviarte, pedirte perdón y consolarte por las ofensas que continuamente recibes. ¡Qué bueno has sido conmigo! ¡Te pido perdón por mis pecados! Te amo con todo mi corazón, me pesa haberte ofendido tantas veces, y me propongo, con tu gracia, no volver a ofenderte en adelante. Me consagro totalmente a ti; te entrego y pongo en tus manos mi voluntad, afectos, deseos y todas mis cosas. Te hablaré de personas que yo estimo mucho para que tú les bendigas y les des lo que necesiten. Sabes, Jesús, mejor que yo lo que hoy y ahora más conviene a cada uno. Te iré diciendo sus nombres: mis familiares... (nómbralos), amistades..., los que me ayudan..., en especial... Te recuerdo también a los enfermos... Te pido por las almas del purgatorio y te ruego por los pecadores, por los moribundos que están en pecado ¡para que se conviertan y reciban el sacramento de la confesión!... Te pido por el Papa, por la Iglesia, por los obispos y por los sacerdotes... Es posible que haya alguna persona en el mundo en este momento que necesite que yo pida por él: ¡Jesús, ayúdale! Tengo que hablarte de mí y de cuanto va llenando mi día, de mi quehacer en casa, mi trabajo o estudio; un proyecto por realizar; mi trato y servicio al prójimo. Quizá una pena, una preocupación, un disgusto; o una alegría, una buena noticia, una victoria. Seguro que tengo que hablarte de algún propósito por cumplir; tal vez de una inspiración especial sobre lo que deseas de mí. Dime, Señor ¿qué quieres de mí? Te diré con la Virgen Santísima: Hágase -vaya haciéndose- en mí según tu Voluntad. Para terminar, te hago una súplica muy especial; mira Jesús: tu iglesia y el mundo necesitan hombres y mujeres que se entreguen a ti para ser apóstoles tuyos. Elige de entre nosotros a los que quieras; llámanos y danos la valentía de dejarlo todo y seguirte para ser sembradores de tu doctrina de amor y portadores de tu salvación. Virgen y Madre de Dios, yo me ofrezco por hijo tuyo, y en honra y gloria tuya te ofrezco mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi cuerpo y mi alma; y te pido que me alcances la gracia de no cometer jamás un solo pecado. ¡Aquí tienes a tu hijo! En ti, Madre mía, he puesto toda mi confianza y no quedaré confundido. Amén.

(días impares) 
En primer lugar, quiero empezar por darte las gracias, Jesús. Te tendría que agradecer tantas cosas, que no sé por dónde empezar. Gracias por haber venido a mi interior, ¡qué bien tener a Dios dentro de mí! Te doy muchísimas gracias por la familia que me has dado, en la que tú has querido que yo naciera. Te agradezco la formación que me ha dado mi familia (la recibida en el colegio, en el club...), porque gracias a lo que me han enseñado de ti he tenido la suerte de poder recibirte hoy en la Misa, y espero continuar haciéndolo muchos días en adelante. He querido empezar por agradecerte, pero ahora paso a pedirte algunas cosas. No me importa "pasarme" mucho pidiendo cosas. Sé que tú eres mi amigo, y que si quieres me las concedes. Te pido en primer lugar por mi familia: por mis padres (habla un poco a Jesús de ellos), por mis hermanos (también puedes ir hablando de cada uno), te pido por mis familiares (abuelos, tíos, primos...) Te ruego que le ayudes mucho al Papa, que no se sienta muy solo allí en Roma. Hazle fuerte para que aguante bien todos los problemas de la Iglesia, y que siga queriendo mucho, como hasta ahora lo viene haciendo, a todos los hombres. Te pido por la Iglesia, por los obispos, por los sacerdotes, que todos sean muy santos y sepan exigimos para que seamos mejores cristianos. La paz del mundo es una cosa que tienes que conseguir, Jesús. ¡Qué no haya más guerras, ni más terrorismo! Te pido por todos los que mueren con violencia. Te pido por lo que son maltratados, por los que no tienen lo necesario para vivir, por los que no tienen padres, cariño, salud,... Te pido por los hombres que todavía no te conocen. Que encuentren pronto a alguien que les diga algo sobre nuestra fe y que se acerquen a la Iglesia. Te pido por los pecadores, para que se arrepientan y se confiesen. Por los niños que van a nacer, por los niños que, desgraciadamente, sus madres no quieren tener y los matan. ¡Qué se acabe el aborto en el mundo! Que se dé cuenta esa gente, Jesús, de la barbaridad que hacen al matar a esas pobres criaturas. Jesús, no puedo olvidarme de mis amigos. Ayuda a todos en sus necesidades. (Puedes contarle, alguna cosa de ellos y pedirla especialmente). Ayúdame a mí mismo a ser mejor amigo tuyo. Que te quiera más, cada día un poco más. Jesús, dile a mi Angel de la Guarda, seguro que te hace más caso a ti que a mí, que me avise cuando paso cerca de algún sagrario, que me ayude a no distraerme cuando hago la visita, cuando comulgo y paso un rato contigo como el de ahora. Que, de vez en cuando, me dé algún aviso para que me acuerde de ti. Y si hago algo mal, o voy a hacerlo, que no me deje y que me ayude a resistir la tentación. Tú también me ayudarás, ¿verdad? Te pido por mis compañeros. ¡Aumenta todavía más mi petición, Jesús! Tú lo puedes todo, así que te pido por mi ciudad, e incluso por toda la humanidad, que cada vez más gente crea en ti, que te quieran más en el mundo. Espero que hoy por esta oración, se acerque más a ti al menos una persona; así, día tras día, iré convirtiendo a mucha gente... (Puedes aumentar la lista con alguna intención tuya particular) Bueno, Jesús, que me acuerde hoy durante todo el día de ti; perdona por todas las veces que te he abandonado. Ayúdame a que nunca más vuelva a ocurrir. Confío en que tú me ayudarás. Me despido de ti, de mi mejor amigo, hasta la próxima Comunión, que espero sea pronto. ¡No te fallaré! También me despido de ti, Virgen María y Madre mía. Seguro que has oído mis peticiones, cuando hablaba con tu Hijo, al que tanto quieres y tan unida estás. No me dejes tampoco tú y agárrame fuerte de la mano para que nunca abandone a Jesús, ni te abandone a ti. Intercede por mí ante Dios en todas mis peticiones, y en todas las cosas que sabes que necesito, aunque no se las pida por que no me doy cuenta.

4. Rey, Médico, Maestro y Amigo. 
San Josemaría. Es Cristo que pasa, nº 92-93. 

A. Es REY y ansía reinar en nuestros corazones de hijos de Dios. Pero no imaginemos los reinados humanos; Cristo no domina ni busca imponerse, porque no ha venido a ser servido sino a servir. Su reino es la paz, la alegría, la justicia. Cristo, rey nuestro, no espera de nosotros vanos razonamientos, sino hechos, porque no todo aquel que dice ¡Señor!, ¡Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial, ése entrará. 

B. Es MÉDICO y cura nuestro egoísmo, si dejamos que su gracia penetre hasta el fondo del alma. Jesús nos ha advertido que la peor enfermedad es la hipocresía, el orgullo que lleva a disimular los propios pecados. Con el Médico es imprescindible una sinceridad absoluta, explicar enteramente la verdad y decir: Señor, si quieres -y Tú quieres siempre- puedes curarme. Tú conoces mi flaqueza; siento estos síntomas, padezco estas otras debilidades. Y le mostramos sencillamente las llagas; y el pus, si hay pus. Señor, Tú, que has curado a tantas almas, haz que, al tenerte en mi pecho o al contemplarte en e1 Sagrario, te reconozca como Médico divino. 

C. Es MAESTRO de una ciencia que sólo él posee: la del amor sin límites a Dios y, en Dios, a todos los hombres. En la escuela de Cristo se aprende que nuestra existencia no nos pertenece: él entregó su vida por todos los hombres y, si le seguimos, hemos de comprender que tampoco nosotros podemos apropiarnos de la nuestra de manera egoísta, sin compartir los dolores de los demás. Nuestra vida es de Dios y hemos de gastarla en su servicio, preocupándonos generosamente de las almas, demostrando, con la palabra y con el ejemplo, la hondura de las exigencias cristianas. Jesús espera que alimentemos el deseo de adquirir esa ciencia, para repetirnos: el que tenga sed. venga a mí y beba. Y contestamos: enséñanos a olvidarnos de nosotros mismos, para pensar en ti y en todas las almas. De este modo el Señor nos llevará adelante con su gracia, como cuando comenzábamos a escribir -¿recordáis aquellos palotes de la infancia, guiados por la mano del maestro?-, y así empezaremos a saborear la dicha de manifestar nuestra fe, que es ya otra dádiva de Dios, también con trazos inequívocos de conducta cristiana, donde todos puedan leer las maravillas divinas. 

D. Es AMIGO, el Amigo. Nos llama amigos y él fue quien dio el primer paso; nos amó primero. Sin embargo, no impone su cariño: lo ofrece. Lo muestra con el signo más claro de la amistad: nadie tiene amor más grande que e1 que entrega su vida por sus amigos. Era amigo de Lázaro y lloró por él, cuando lo vio muerto: y lo resucitó. Si nos ve fríos, desganados, quizá con la rigidez de una vida interior que se extingue, su llanto será para nosotros vida: Yo te lo mando, amigo mío, levántate y anda, sal fuera de esa vida estrecha, que no es vida.

Textos de "La Misa antes, durante y después" de José Pedro Manglano.