Escorzo

 

Javier Sánchez-Collado ©
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(Don Miguel de Cervantes, con esa traza que nadie ha visto y  todos conocemos, está sentado delante de una mesa, sobria y castellana, como él mismo. Ante él, un libro, que no lee, y cuyas páginas pasa agitado y nervioso, enfadado.)

Cervantes-¡No Doy crédito a lo que estoy leyendo! ¡A fe mía que...! ¡Y me nota de viejo! ¡Y de manco! (Tira el libro contra la pared.) ¡Bellaco de Avellaneda! ¡Como si hubiera sido en mi mano detener el tiempo, que no pasase por mí! O si mis heridas no fueran honrosas. ¡Que si en batalla fui manco...!

Valle-Inclán-(Poncho, bastón, chivesca barba, de todo lo cual no se ha percatado don Miguel.) ...Yo lo fui en una taberna.

Cervantes-¡Pues yo lo fui en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros!

Valle-Inclán-Miopes son los siglos para la gloria pasada, y resulta ya algo muy lejano, mi querido don Miguel. Y, al final, cojos del brazo quedamos. ¿Qué importa cómo?

Cervantes-¿Y quién sois vos, hombre manco, y quién os ha dado vela en este entierro?

Valle-Inclán-Valle me llaman, de otro Madrid vengo y asombrado estoy viendo tanto enfado en alguien que tan famoso es en mi tiempo.

Cervantes-¿Y cómo no he de estar airado tras leer este plagio, este robo del hijo de mi entendimiento que me ha hecho ese tal Avellaneda, que dice ser oriundo de Tordesillas? ¡Bellaco desvegonzado! ¡Mentecato, y asno, y atrevido!

Valle-Inclán-Tch, tch. Me decepcionáis, don Miguel. ¿Quién iba a pensar que tan gran escritor mostraría tal falta de ingenio para desatar su ira? ¿No diríais mejor: "bostezo de la estupidez"?

Cervantes-Tenéis razón: ¡Amadís de Ignaria!

Valle-Inclán-Alopecia del ingenio.

Cervantes-Rebuznador de libros.

Valle-Inclán-Ozador de las letras.

Cervantes-Cacatúa del Parnaso.

Valle-Inclán-Parnaseador de las cacatúas. Almendrado en mente...

Cervantes-Y Avellaneda en nombre.

Valle-Inclán-Esto ya es otra cosa.

Cervantes-Cierto. Mas por lo que veo, también sois vos escritor, pues si tenéis vista suficiente para las faltas, es porque sin duda apreciáis los méritos.

Valle-Inclán-¿Escritor? Más bien diría yo escribidor, e incluso desescribidor para muchos.

Cervantes-Pero ¿Cómo es que estáis aquí, y qué es eso de que venís de otro tiempo?

Valle-Inclán-Siempre me ha gustado la noche madrileña, y tengo ganas de ver cómo es el Madrid de vuestro tiempo.

Cervantes-En algún lugar creo haber leído algo parecido, y me parece que voy a representar a un nuevo Dante. ¿Y sois entonces vos mi Virgilio?

Valle-Inclán-Desde luego, no seré vuestra Beatriz. Pero basta ya de diálogos y mostradme este Madrid de vuestro siglo...

Cervantes-...XVII ¿De cuál si no? Y, por cierto, que creo que os podré mostrar un buen rincón, pues si ahí mismo os asomáis veréis la plaza de los Ramales, y aquello que veis frente a esa iglesia no es sino la casa solariega de los Olivares, que sin duda han de llegar a convertirse en grandes de España.

Valle-Inclán-Excelente me parece. Podremos escondernos y acechar la noche, porque es en la calle donde aprendemos nuestro oficio los escritores.

Cervantes-¡Decídmelo a mi! Pero seguidme ya y escondámonos, que ya estoy viendo gente que se acerca, mi querido Valle.

 

 

                        Esquinete y Tajadillo

 

(En esta calle, de cuyo nombre hoy tampoco quiero acordarme, pide limosna un joven mendigo, vestido cual su condición exige y su desnudez tolera. Ved en aquella esquina a ese otro pícaro tumbado en la sombra, que bosteza y se solaza con los afanes de su compañero de oficio. Imitemosle desde nuestra penumbra, pues un nuevo personaje asoma por aquel rincón.)

Tajadillo-¡Ah, caballero! ¿A dónde vais tan presuroso?

Criado-A la casa de mi señor. Criado soy del duque de Olivares, cuya casa ahí veis y de la cual no puedo ausentarme por mucho tiempo.

Tajadillo-No os preocupéis, que no es de vuestro tiempo de lo que he menester, sino de vuestro dinero, que bien lo podréis dar a un pobre como yo.(Con complicidad.) Pues quien a tanto sirve...mucho esquilma. Y no os costara resarciros de unos reales que me deis, con tal que apliquéis un poco más de vuestro ingenio en el servicio de hoy. (Dice esto último haciendo el gesto de robar el dinero.)

Criado-¡Por la madre que me trujo al mundo, que con gusto os daba unos varapalos en vuestras costillas! ¿Pretendéis que os dé limosna, llamándome ladrón? Que antes le dare yo mi oro al moro que a un bellaco tal. (Sigue su camino empujándole.) ¡Por todos los diablos!

Tajadillo-¡Ah, criados ladrones, sois cual izas celestinas, y aunque seais alcahuetas, queréis trato de doncellas!. Mas ¿Qué veo? un nuevo caminante que sabrá colmar mis deseos. (Se trata de un hombre giboso, de rico aspecto y triste andar.)

 Saludo a vuestra merced.

Jorobado-Dios os guarde.

Tajadillo-Y más que a mí os guardará a vos, en dándome unas monedas, con las que Dios os perdone los muchos pecados por los que tan jiboso os hizo.

Jorobado-¡Pues por el perro que habló Adonis! (Mano a la espada) Pues a no ir yo con tanta prisa os cosía la cara más que a un bordado de Flandes.(Se va)

Tajadillo-¡Pues no querría ese necio que le llamara bizarro! Que aun siendo yo poco honrado, no llego a tanta mentira.

Esquinete.-(Aparte) Vive Dios, que nunca he visto mendigar con tanta necedad los dineros.

 Perdonadme, amigo, que  os interrumpa.

Tajadillo-Perdonado estáis. ¿Qué se os ofrece?

Esquinete-Enseñaros las formas del arduo oficio de pedir. Lorenzo es mi nombre, pero Esquinete me llaman, pues no hay esquina en la ciudad que no haya visto mis artes.

Tajadillo- Mauricio me llamo, y soy natural de un pueblillo de Escalona, y aunque de familia hidalga me veo en necesidad.

Esquinete-No haya lugar entre nosotros a necios cumplimientos ni a secretos; que la alcurnia de los pobres sigue sus propios senderos, y en todo mi linaje nadie visitó al verdugo ni remó nunca en galeras.

Tajadillo-Pues a eso os respondo que tengo por sobrenombre Tajadillo, por mi habilidad, en usar la tijera con las bolsas de los caminantes. Y para mí quisiera yo esa alcurnia que decís tener. Para mí quisiera yo eso y el no morirme de hambre, que ha tres días que moro en esta villa. Y ya creo que los dátiles de Berbería son mejores que estos quítales madrileños, pues todos son quitas y nunca hay dates, ni aun de una migaja de pan.

Esquinete-Cierto que se ve que no conocéis las costumbres desta Corte ¿Pues cómo pretendéis que os den dinero, si no les dais nada a cambio?

Tajadillo-¿Dar yo a la gente? Líbreme Dios de tamaña infamia. Que mendigos puso el cielo en el mundo no para fomentar la codicia, sino que en ellos sólo generosidad quiero.

Esquinete-Bien esta lo que decís, pero habéis de daros cuenta de la alta misión que tenemos los mendigos, pues en cierta manera curamos lo que un médico no cura. Y así, si vemos una mujer vieja que quiere ocultar sus años con afeites y ungüentos, nunca hemos de decir: Ved ahí una mujer vieja, pero fea, que sepelia sus arrugas con sus ceras. Sino que más bien habréis de decir: Es tan tímida hermosura, que precisa de unas flores que la cubran.

            Y así, sin duda, podremos recibir algún ducado en pago de nuestro medicinal trabajo.

Tajadillo-Mas nada hemos curado; la dama se irá tan feamente como vino.

Esquinete-¡No! Le hemos curado su honor, que sin duda lo lleva dolorido por su mal parecer.

Tajadillo-¡Pero dándole vanidad!

Esquinete-¡Amigo!¿Y qué más precioso brebaje tenemos que el bálsamo del buen parecer? Pues habéis de saber que en esta nueva corte todos se afanan en parecer lo que no son: el hidalgo pobre blasona de su grande fortuna que le permite la honra de vivir sin trabajar. Y así, antes ayuna tres días que llevar un remiendo en su ropa. El que goza de fortuna defiende a capa y espada la limpieza de su sangre, (confidencial) señal de que tiene a Mahoma por abuelo y por pariente al mismo Anás. El cobarde por valiente pasa; el pobre, por rico; y por doncellas...aquéllas de las que es mejor no hablar.

Y en fin, y así, todos buscan parecer, y casi ninguno lo es.

Tajadillo-¿Y quién quiere la alabanza de unos pobres mendicantes?

Esquinete-La condición del que alaba no importa tanto como ante quién se diga. Y es por eso por lo que el Cielo nos permite poner cataplasmas de honra sobre las heridas que la fortuna produce.

Tajadillo-Bien está lo que decís. Y puesto que es en Madrid y no en otro lugar donde hemos de triunfar, decidme, compadre, ¿por qué parte hemos de ir?

Esquinete-Pues no muy lejos, ciertamente. Que ahí tenemos la iglesia de San Nicolás, y esa que ahí veis es la casa de los Condes de Olivares, primeros caballeros del rey. Y en esta encrucijada no será difícil que hallemos a quien lisonjar.

Tajadillo-Mirad: por ahí alguien se acerca.

Esquinete-Parecen hidalgos; acordaos de encarecerlos del modo que nuestra pobreza necesita.

Tajadillo-Descuidad: dispuesto estoy a honrar al mismo Caco que viniera.

 

(Se retiran a una esquina. Aparece Fernando que pasea como mirando la terraza de los Olivares con cierta pinta de hidalgo ramplón).

 

Fernando-Alta está la balconada, difícil va a ser trepar sin que nadie me descubra.

(Mientras esto dice, se ha acercado el otro caballero, Francisco, que lo mira)

Francisco-¿Quién sois y qué hacéis acechando esta casa?

Fernando-(Se sobresalta y luego dice) ¿Acechanzas las mías? Lo son las vuestras sobre mi persona.

Francisco-¿Vigilaros yo, siendo hidalgo?

Fernando-¿Rondando, siendo yo caballero?

Francisco-¡Sí canalla!

Fernando-¿Canalla yo?

Francisco-¡Canalla vos, y necio!

Fernando-¿Necio yo?¡Bellaco y rufián!

Francisco-¿Bellaco y rufián?¡Mentís!

Fernando-¡Engañáis!

Francisco-¡Fingís!

Fernando-¡Difamáis!

Francisco-¡Cernís!

Fernando-¡Denigráis!

Francisco-¡Injuriáis!

Fernando-¡Infamáis!

(Aparte a Tajadillo)

Esquinete-Valientes no parecen, pues no van mas allá de la lengua. Cese ya esta porfía.

Tajadillo-Y puesto que mentís los dos...

Esquinete-(Pisándole o algo parecido)...Pues sois los dos caballeros.

Tajadillo-Os hemos de alabar porque nos paguéis...

Esquinete-...con la incomparable dicha de poder estar con dos hidalgos tales. Mas ¿qué digo? Duques o condes de alcurnia ilustre, como sin duda lo muestra la gallardía con que defendéis vuestro honor.

Fernando-(Sonriendo complacido)En lo que a mí atañe...

Francisco-Por lo que a mí se refiere...

Esquinete-Bien sé yo que es cierto lo que de ambos afirmo. Permitidnos pues que a vuestras nobles plantas prestemos las reverencias debidas mi compañero de desdichas y yo.

Tajadillo-Eso hago yo. Mas confío en que, tras este encuentro afortunado, se trueque en buena fortuna nuestras malas andanzas. Y para ello bastará tan sólo con unos pocos ducados que nos dierais.

Francisco-Harto más que eso haré yo. Que desde hoy os tomo a mi servicio. Que quien tan buen entendimiento muestra, (Esquinete hace gesto de risa o algo parecido) antes que en la mendicidad puede mostrarlo en mejor provecho del reino.

Fernando- Eso mismo haré yo, que nobles pensamientos albergo en mi pecho. Por los que dispongo que seáis criado de mi confianza, pues quien es capaz de ver tanta nobleza señal es de que él la tiene.

Esquinete-Por el cielo que no defraudaremos vuestra confianza (Hace una reverencia y anima a Tajadillo a hacerla, que le miraba estupefacto).

Francisco-¿Y cómo os llamáis?

Esquinete-Mauricio es su nombre.

Francisco-Bien pues os espero en San Esteban.

Tajadillo-Allí estaré (Dice esto por indicación de Esquinete)

Esquinete-Y mi nombre es Lorenzo.

Fernando-Pues bien, os aguardo junto a las Descalzas.

Esquinete-No faltaré.

Fernando-Y vos, sed más discreto.

Francisco-Y vos, más prudente.

Fernando-¿De nuevo ofendéis...?

Francisco-¿Otra vez osáis...?

Esquinete-Basta ya de disputas, y una a los amos la amistad de los criados...y váyanse en paz.

(Se va cada uno por un lado del escenario)

Esquinete-¿Ves qué lindo oficio hemos sacado, pese a tu falta de tino?

Porque no olvides que la lisonja ha de actuar mejor que el Metreque[1], que si se ve que es fingida, antes repele que halaga.

Tajadillo-Pero ¿De qué nos sirve este oficio de tan arduas labores como es el servir? Que no goza de tan dulces holganzas como el mendigar.

Esquinete-¡Ah! Bien te llaman Tajadillo si en tu talento pensaban. No tan memo parecíais. Dime ¿No querías ganar dinero?

Tajadillo-Los doblones los adoro. Pero aún no hay en el mundo trabajo inventado para mí, que hasta la misma palabra me hace temblar.     (Temblando)

Esquinete-(Indignado) ¿Y quién ha dicho que vayamos a hacer tal cosa?

Escucha: a la hora convenida acudimos al lugar que nos han dicho, y como fieles criados que somos les pedimos los dineros para hacer las compras que sean menester. Y ya con el dinero en la mano...

Tajadillo-...Las palomas se trocaron en cuevos.

(Se ríen)

Esquinete-¡Chitón! Y  vámonos ya. Y dentro de un rato te espero en este mismo lugar.

Tajadillo- Aquí me veras.

(Se van. Oscura penumbra y música. Aparecen los dos criados corriendo. Se encuentran y hablan con prisa y confidencialmente)

Esquinete-¿Conseguiste algún dinero?

Tajadillo- Ni aún verlo pude. Y paréceme que lo guarda más que si sus doblones fueran ninfas y yo un ejército de sátiros.

Esquinete-Pero ¿le rondaste con halagos?

Tajadillo-Más que en el sitio de Breda: "Don Francisco, el de la gloriosa espada ¿quiere que compre la cena?" "No, que no es esa hidalga costumbre" "Mas yo no tengo hidalguía, ni son mis tripas codiciosas de esos frugales honores".

Esquinete-¿Y no averiguaste siquiera dónde guarda sus doblones?

Tajadillo-Ni de lejos. Díjele que, por si alguna vez era menester hacer unas compras, me indicase el lugar donde lo esconde.

Esquinete-Y entonces él te dijo que no quería enturbiar tu pecho con innobles usurerías.

Tajadillo-Eso dijo. Y añadió que cuándo había oído que los cristianos viejos tuvieran esos afanes por manejar riquezas, que sólo engendra envidias, usuras y codicias.

Esquinete-¡Y lo mismo mi señor don Fernando!¡Mala suerte hemos tenido, amigo Tajadillo! O mucho me equivoco o con pobres hidalgos hemos topado. Y como las gallinas, cuanta más hambre pasan, más cacarean sus glorias. Pues me temo, que estos, han de tener tanta fortuna como nosotros.

Tajadillo-Por el diablo que aquí me lleve, que es éste un lugar raro: nosotros fingiendo honradez, aquéllos fingiendo riqueza, y en esta ciudad no reconoce a nadie ni la mismísima madre que los trajo al mundo.

Esquinete-Mas aún hay algo por hacer.

Tajadillo-Pues decidlo pronto, porque bramo como un toro, y a fuer de mis bramidos estoy por ensartaros con este cuerno, daga, o como se llame.

Esquinete-Teneos amigo. Que aquí se me ocurre una industria que nos ha de salvar.

Tajadillo-Venga acá esa industria enhoramala.

Esquinete-...Y retire el toro su asta.

Tajadillo-Quedo está.

Esquinete-Es el caso que estos hidalgos, aunque pobres, algún dinero han de poseer.

Tajadillo-Y pluga al Cielo que vaya a caer en nuestras manos.

Esquinete-Bien está eso. Pero para ello es preciso que apliquemos nuestro ingenio. Y así, con no ser muy valientes, pero sí muy vanidosos, les pondremos en trance de defender su honor con la espada, si es que no sueltan prenda.

Tajadillo-Y con esta vieja treta nos soltarán cuanto tengan, con tal de no verse envueltos en otra nueva penuria. Pero ¿cómo les obligaremos?

Esquinete-Pues como siempre: halagando.

(Se oyen sus gritos entre bastidores, uno por la izquierda y otro por la derecha)

Francisco-¡Mauricio!

Fernando-¡Lorenzo!

Esquinete-¡Silencio! Id y veréis qué cumplida ganancia tenemos.

Tajadillo.- Allá voy. ( Se van y aparecen con los criados en escena. Quizá pueda estar la otra pareja hablando algo que se supone que es lo mismo.)

Francisco-¡Demonio! ¿Dónde os habíais metido? Llevo media hora buscándoos.

Tajadillo-Perdonad, señor, mi tardanza. Mas no sabía yo qué puede hacer un criado de tan grande y noble e ilustre señor sin dinero alguno y sin pago a sus humildes servicios.

Francisco-¿Pagaros yo? Bastante pagado estáis con dejaros servir a tan rancio abolengo como el mío.

Tajadillo-Verdad decís, pero yo lo rancio no lo como; y así voy que desfallezco.(Aparece en escena Fernando y Esquinete)

Fernando-¡Nada! ¡Ni un escudo! Que honor tan grande como servir a un caballero no hay por qué mancillarlo con tamaña vileza.

Esquinete-¡Vileza! Bien habláis, don Fernando, que grande razón teníais en juzgar a ese tal don Francisco como gente vil y canalla.

Fernando-(Asustado o sorprendido) ¿Mas qué decís que dijo?

Tajadillo-Ya estáis oyendo señor, que aqueste hidalgo osa manchar vuestro honor.

Francisco-¿Pero qué oís que oigo?

Esquinete-Miradle cómo con lengua mordaz juzga que no defenderéis en duelo vuestra honra.

Fernando- (Aparte al Criado) Lorenzo, no voceéis, que es mi honra más corta que mi espada (

Tajadillo-Mirad cómo os afrenta, señor; demostradle en noble lid la fuerza de vuestro bizarro brazo.

Francisco-Volved acá, presto, que estáis labrando mi desgracia.

Esquinete-¡Oh noble hidalgo! Honra de mi servicio, defended presto el honor, que es el pago de mis trabajos, que si no, habréis de pagármelo en moneda más vil y dorada.

Tajadillo-¡Oh valiente caballero! Que luzca vuestra nobleza que es gloria de mis desvelos...o si no dadme otras glorias que resarzan mis servicios.

Fernando-(Al otro caballero) ¡Maldito seas! Pronto verás mi linaje.

Francisco-(Al otro caballero). Verás muy clara mi honra.

Fernando-Poca nobleza es la vuestra, pues tales agravios hacéis. Y os aseguro que de tener conmigo mi espada, no habría sido capaz de contener la justa ira que albergo en mi pecho.

Francisco-Lo mismo os digo yo, que esas felonías que proferís por vuestra boca bien merecen probar mi acero, que para mi desgracia no quiso el cielo que tuviera hoy en mi mano.

Esquinete-(Aparte a don Fernando) Servicial, me traje vuestra espada, por que podáis demostrar vuestra valía.

Tajadillo-(Aparte a don Francisco). Espero no haber errado, y que sea esta espada de vuestro gusto.

Fernando-(A Esquinete dándole una bolsa de dinero) Llévate esta bolsa y oculta con ella la espada, que a buen seguro no está bien templada.

Francisco-Toma esto (Da una bolsa a Tajadillo) y no muestres más lo que ahí llevas, que bien claro está que es acero de baja estofa.

 (Se retiran los criados y se miran, bolsa en mano, sonriendo por su argucia, sacando ricas joyas de las bolsas)

Fernando-Haced cuenta caballero que hoy nuevamente nacisteis, que a combatir conmigo, justo castigo habríais merecido.

Francisco-Eso mismo os digo yo. Y andad con más tino en otra ocasión, no sea que, tentando al cielo un nuevo día, la suerte no sea tan favorable.

Fernando-¡Bravuconadas sin juicio! (Dando la espalda)

Francisco-¡Bravatas sin tino!

(Se oyen voces. Entran en escena capitán, soldados, alguacil y el Duque).

Capitán-¿Qué trifulcas son estas? ¿Y qué hace esta gente aquí reunida? Dad cuenta a la justicia.

(Sujetan a los cuatro. El alguacil se acerca y mira detenidamente a don Fernando y a don Francisco)

Alguacil-Mirad señor capitán, que o yo estoy muy ciego o esos dos son los ladrones que ayer huyeron de la justicia.

Capitán-Tenedles pues, que van a cantar sus crímenes y confesar su delito.

Fernando-¡Vive Dios que es gran afrenta la que hacéis a mi honor! Que nada sé yo de robo alguno.

Francisco-¡Por el rey, que es gran injuria la que estáis cometiendo!

Alguacil-¿Negáis acaso haber huido de la guardia ayer?

Fernando-Yo lo niego, que no huía, sino que a riesgo de mi vida he seguido a esos ladrones que ahí véis.

Francisco-Testigo soy de lo que dice.

Alguacil-¡Silencio! ¿Tenéis pruebas de lo que afirmáis?

Fernando-Yo a ese rufián le he visto entre sus ropas una bolsa que aparenta contener riquezas más grandes que las que caben en hábito tan vil.

Francisco-Y si miráis a ese ganapán hallaréis un buen despojo de sus andanzas y fechorías.

Capitán-Registradles y veremos si mienten.

(Soldados les registran y encuentran entre sus ropas las bolsas que antes les habían dado)

Soldado.-Cierto es, señor. Guardaban ambos estas bolsas de ricas alhajas.

Alguacil-¿Son estas las que os sustrajeron, señor Duque?

Duque-Estas son, que entre un mar de oro podría yo reconocerlas.

Capitán-Llevaos de aquí a esos rufianes.

Esquinete-¡Ay, ay, ay! Por mi padre el peñasquero que yo no robé nada, que todo me lo dio ese tal don Fernando.

Tajadillo-¡Ay, ay, ay! ¡No me aticen más, que delito que no vi no lo quiero yo sufrir!

Capitán-Estas nuevas mentiras vuestras espaldas las han de purgar.

(Se van)

Duque-Pido perdón ante Dios por la ofensa que les hice. Y tengan estos arreos (Les da una correa de oro) como muestra de alabanza y estima.

Fernando-Con gozo le perdonamos, señor duque, que en pechos hidalgos no ha de morar rencor alguno.

Francisco-(Mirando con gusto el oro) Y menos cuando con alabanza se le paga.

(Se van todos y quedan solos don Fernando y don Francisco)

Fernando-La pobreza vanidosa

            por su orgullo es ave alada

            Mas por su pobreza es losa

            a la que está encadenada.

Francisco- Y Ya que la virtud es oro

de cualquier mano al alcance

por evitar otros lances

me inclino a este nuevo tesoro.

 

   

                                                             ESPERPENTO

 

Valle-Inclán-Mi querido don Miguel, este Madrid vuestro tiene un no sé qué de teatral.

Cervantes-En algún sitio hemos visto lo que escribimos, y por soldado y caminante he sacado yo mis libros. Pero ¿y vuestro Madrid, amigo Valle? ¿Podréis hablarme de él?

Valle-Inclán-No sólo os hablaré, sino que le vais a echar unas "ojerizas" en carne y hueso.

Cervantes.-Guiadme entonces y siga así el sueño de esta nueva y Divina Comedia.

Valle-Inclán-Pues venid por aquí, que aquellos ruidos que oigo ya me son familiares.

Cervantes-Os sigo.

 

                   (Callejón del Gato).

 

Cervantes-¿Qué lugar es este?

Valle-Inclán-Estamos en el callejón del Gato, don Miguel.

Cervantes-Felino nombre.

Valle-Inclán-Y ahí aparece el primer ratón.

(Entra corriendo en la escena don Pesencio, chillidos de ratón que se mueve nervioso en una esquina)

Don Pesencio-¡Ah vergüenza del país! ¡Oprobiosa juventud!

Valle-Inclán-¿Qué ocurre?

Don Pesencio-¡Oh Tempora, oh Mortes!

Cervantes-Querrá decir "mores".

Don Pesencio-¡Ah, bien dice usted caballero, a quien tengo la inefable dicha de saludar tras el oprobio de la ignara chusma...

Borracho-Don Pesencio está que trina.

Don Pesencio-¡Por si fuera poco! ¡Vengan ya los guardianes del orden! ¡Guardias! ¡Guardias!

Borracho-¡Miau, miau!

Alejandro-Romanos, compatriotas y amigos.

Borracho-Al ratón le gustan las guindillas.

Alejandro-No sabe apreciar el arte.

Borracho-¡Naturaca! ¿No tiene la chola hueca?

Bohemio 1º-Maestro, tenemos público para la función de hoy.

Bohemio 2º-Aquí, el maestro es un poeta.

Bohemio 1º-¡Una eminencia!

Borracho-Cráneo previlegiado.

Valle-Inclán-¿Y cómo os llamáis, maestro?

Alejandro-Alejandro, poeta. Hambriento, por mayor claridad.

Bohemio 1º-¡Primer poeta de España!

Don Pesencio-¡Borrachín!

Borracho-Aquí el ilustre, don Agarrao, no da ni el buenas tardes.

Don Pesencio-¡No se guardan las costumbres! ¡Usurpadores de la propiedad!

Bohemio 2º-Le hemos apañado un poco de parné.

Bohemio 1º-Don Pesencio es un mecenas.

Don Pesencio-¡Esto es un conciliábulo de anarquistas! ¡Voy a dar parte a la autoridad! ¡Sinvergüenzas!

Borracho-Sin faltar.

Bohemio 2º-Y chitón, que hoy don Alejandro nos va a lustrar el coco.

Borracho-¡Cráneo previlegiado!

Bohemio 1º-¿Qué ha preparado para hoy, maestro?

Borracho-¿Ladramos al retén?

Alejandro-Ya veréis, el exitazo de la temporada.

Bohemio 3º-Suelte prenda.

Alejandro-Ahí va: los espejos de la calle del Gato.

Bohemio 1º-Regalo para nuestra bohemia del vivales ese.

Bohemio 2º-Aquí está; le hemos dado un corte a la tienda de ese panoli.

Bohemio 3º-Espejista, cuentista.

Don Pesencio-Idos al infierno.

Bohemio 1º-Como mande.

Bohemio 3º-No se sulfure, don Pesencio. Y estese ahi tan guapamente mirando.

Alejandro-Trae el espejo, que se vean los señores bohemios.

Bohemio 1º-¡Más rebonito que los dibujos del Manchute!

Cervantes-Válgame el Cielo, que no me reconoce ni mi madre.

Bohemio 2º-Que a usted le trajo al mundo.

Borracho-Con mucho gracejo.

Bohemio 3º-Pues nuestro amigo parece que ha salido de un libro antiguo.

Bohemio 1º-Es un clásico.

Bohemio 2º-Lo rezuma.

Alejandro-Pues un clásico, reflejado en un espejo cóncavo es absurdo.

Borracho-Maestro, usted es un artista.

Bohemio 3º-Está el compi hecho un esperpento.

Bohemio 1º-Naturaca.

Valle-Inclán-¿Esperpento? No es mal nombre.

Alejandro-La bohemia da muchas luces amigos.

Don Pesencio-¡Señor guardia! Ahí están.

Guardia-¡Entréguense a la autoridad! Parece mentira que a su edad alboroten.

Alejandro-La gloria de las Españas empaquetada.

Guardia-¿Conque estos curdas quieren recibir para el pelo?

Borracho-No nos chanele así.

Bohemio 2º-Y asómese al espejo.

Guardia-¡Márchense rapido!

Bohemio 3º-Sí, hombre, acudo, corro y vuelo.

Don Pesencio-¡Ladrones!

Borracho-A su servicio.

(Gran Algarabía)

Valle-Inclán-Vayámonos, don Miguel, que la noche está caliente.

Cervantes-No me lo habréis de rogar.

 

 

            Absurdo

 

           

            (Sala moderna. Entran primeramente en escena Valle y Cervantes, que cierran la puerta de la habitación sigilosamente, para que no les oigan. Entra bruscamente el médico, con bata blanca).

 

Médico-¡Basta! ¡Ya está bien de farsas, de tanta entrada y salida!

Cervantes-¿Con qué hemos topado ahora?

Valle-Inclán-Supongo que hemos ido a dar con nuestros huesos a una nueva etapa de nuestro periplo madrileño.

Médico-¡Y dale! ¡Siempre con la misma historia! Les he facilitado todo tipo de ayuda, un tratamiento especial a ustedes dos, son los únicos pacientes a quienes permitimos salir a la calle... ¡Pero no sirve de nada! ¡Siempre con la misma historia de creerse don Miguel de Cervantes Saavedra y don Ramón María del Valle Inclán!

Cervantes-¿Cómo? ¿Puedo acaso creerme algo que soy?

Valle-Inclán-¿Es que yo no soy quien aparento?

Médico-¡Por supuesto que no!

Valle-Inclán-Ni que yo fuera un loco de atar.

Cervantes-No he perdido el juicio.

Médico-Pues eso mismo es lo que digo que les pasa.

Cervantes-¡Demonio, qué atrevimiento!

Valle-Inclán-¡Médico y deslenguado!

Cervantes-Mal lenguado.

Valle-Inclán-Buen besugo.

Médico-¡No sigan! Me lo sé de memoria.

Cervantes-Bien está eso.

Médico-Eso sí, pero no su cabeza.

Valle-Inclán-¿Y cómo sabemos que no es su sombrerera la que está mal?

Cervantes-Cierto.

Médico-¿Que cómo...? Por favor, entren al menos una vez a razones.

Cervantes-En ellas estamos.

Médico-Pues piensen: ¿creen ustedes que si alguien nos viera, pensaría que yo soy el loco? ¿O más bien que lo son ustedes dos, que se creen don Ramón del Valle Inclán...

Valle-Inclán-...Y don Miguel de Cervantes Saavedra.

Médico-Justo.

Cervantes-Evidentemente, cualquiera que nos viera habría de pensar que usted no está en sus cabales (haciendo una reverencia), señor hombre cabal.

Médico-Vaya, esta sí que es buena. ¿Y por qué, si puede saberse?

Valle-Inclán-Es claro. Cualquier espectador se estará dando cuenta de que usted no sabe divertirse contemplando una obrilla de teatro.

Cervantes-No exenta de gusto.

Médico-¡Ah, por supuesto! ¡Lo había olvidado! Esto es la representación que ustedes dicen que hacen todas las noches...

Valle-Inclán-¿Pero qué dice?

Cervantes-¿Nos toma por locos?

Médico-¡Ah! ¿Cómo? ¿Lo aceptan por fin? ¿No representan?

Cervantes-Claro que sí, pero no todas las noches.

Valle-Inclán-Los lunes libramos.

Médico-¡Déjense de bufonadas, por favor!

Cervantes-Pero, ¿en qué quedamos? ¿Se cree o no se cree que esto es una actuación?

Médico-¿Pero cómo pretende que sea esto algo serio? Saliendo todas las tardes, animando a otros a seguir su juego... ¡Diciendo todas las noches lo mismo!

Cervantes-Nunca vi caso igual.

Médico-Luego reconoce que lo suyo...(Se da con el dedo en la sien).

Cervantes-No, me refiero a lo suyo: esta noche está usted bordando su papel.

Valle-Inclán-C'‘est  a maraville.

Cervantes-(Carcajada). Muchas gracias por el halago. Pero me desanima ver que todos mis cuidados no sirven para nada; no consigo que vuelvan a la realidad.

Cervantes-Y no lo conseguirá hasta que no acabe la función de hoy.

Valle-Inclán-Que, por cierto, (mirando al público) ha sido bastante taquillera.

Cervantes-Somos unos profesionales.

Médico-Esto va de mal en peor: o sea, que yo también estoy actuando.

Valle-Inclán-Ni el mismísimo Molière lo hizo mejor.

Médico ¡Lo que faltaba! ¡Y entonces esto es un teatro, y ahí habrá cientos de personas...!

Cervantes-Depende de la noche.

Médico-Esta sí que es buena.

Cervantes-Efectivamente, de las mejores.

Médico-Y, por curiosidad, ¿qué obra estoy representando?

Cervantes-Tiene un no sé qué...

Valle-Inclán-Tiene un qué sé yo...

Médico ¡De absurdo!

Cervantes Exacto.

Valle-Inclán-Que viene que ni pintado tras un entremés y un esperpento.

Médico-(Asustado un poco) Pero esto no es posible. Yo no estoy interpretando ningún papel

Cervantes-¿Que no? ¿No se da cuenta de que todas las noches, a la misma hora, tenemos justamente esta misma conversación?

Médico-Pe, pero... esto es por la terapia que les aplico: U, ustedes tienen amnesia cíclica, y he de repetirles...

Valle-Inclán¡Pero qué vamos a tener, hombre! Si recordamos todo perfectamente.

Cervantes-Hasta las bromas del conserje.

Médico-Entonces...

Valle-Inclán-Entonces siempre la misma historia.

Cervantes-Que se mete usted tanto en su papel, que cada noche nos resulta más difícil convencerle.

Valle-Inclán-Como que me parece que hoy no acabamos.

Cervantes-¡Qué actor!

Médico-(Asustado) ¡Ah! Y entonces... ¡hay gente...! Y nos está mirando ¿¡Qué puedo hacer!? (Intenta irse y le sujeta Valle).

Valle-Inclán-Tranquilo, que lo ha hecho usted muy bien.

Cervantes-Y vayámonos a la usanza de las antiguas comedias, con reverencia ante el respetable público, y pidiéndole que si algo hubo de bueno, sirva ello para disculpar nuestros errores y los del autor que aquí nos juntó.

 

(Reverencia de los tres. En el momento del aplauso -si, gracias a Dios, lo hubiera- entran los loqueros y ponen la camisa de fuerza a los tres. Cuando los están retirando, uno de los loqueros vuelve atrás sigilosamente a saludar al público, y tiene que venir otro de los loqueros para ponerle a su vez otra camisa de fuerza).


    [1]. Famoso actor del siglo XVI (N.del T.)




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