En la actualidad, científicos y teólogos
suelen admitir que entre evolución y creación, no hay contradicción, y que
la evolución tampoco se opone a la espiritualidad humana
Francisco
J. Ayala, en su libro "La teoría de la evolución. De Darwin a los últimos
avances de la genética" (Madrid: Ediciones Temas de Hoy, 1994) explica que
la creación a partir de la nada "es una noción que, por su propia
naturaleza, queda y siempre quedará fuera del ámbito de la ciencia", y
añade que "otras nociones que están fuera del ámbito de la ciencia son la
existencia de Dios y de los espíritus, y cualquier actividad o proceso
definido como estrictamente inmaterial" (pág. 147). Por otra parte, Ayala
recoge la opinión de los teólogos según los cuales "la existencia y la
creación divinas son compatibles con la evolución y otros procesos
naturales. La solución reside en aceptar la idea de que Dios opera a
través de causas intermedias: que una persona sea una criatura divina no
es incompatible con la noción de que haya sido concebida en el seno de la
madre y que se mantenga y crezca por medio de alimentos... La evolución
también puede ser considerada como un proceso natural a través del cual
Dios trae las especies vivientes a la existencia de acuerdo con su plan" (págs.
21-22). Ayala añade que la mayoría de los escritores cristianos admiten la
teoría de la evolución biológica. Menciona que el Papa Pío XII, en un
famoso documento de 1950, reconoció que la evolución es compatible con la
fe cristiana. Y que el Papa Juan Pablo II, en un discurso de 1981, ha
repetido la misma idea.
Algunos fundamentalistas cristianos se oponen a la evolución. Se trata de
unas minorías protestantes muy activas en Estados Unidos. Ayala alude a
este problema, que conoce bien, porque esos grupos han ejercido acciones
legales para implantar sus ideas acerca de la enseñanza de la evolución en
la escuela, y Ayala ha debido intervenir en esos procesos para clarificar
qué corresponde a la ciencia y qué a la religión. Afirma al respecto: "Los antievolucionistas estadounidenses siguen buscando el modo de impedir la
enseñanza de la teoría de la evolución, a la que todavía consideran como
antirreligiosa, en vez de simplemente "no religiosa", como lo es cualquier
otra teoría científica" (pág. 24).
En abril de 1985, La Universidad de Munich organizó en Roma un Simposio
internacional sobre "La fe cristiana y la teoría de la evolución". El Papa
Juan Pablo II, en la alocución que dirigió a los participantes, dijo que
"el debate en torno al modelo explicativo de evolución no encuentra
obstáculos en la fe, con tal que la discusión permanezca en el contexto
del método naturalista y de sus posibilidades". Después de recoger
textualmente el pasaje donde Pío XII, en la encíclica "Humani generis" de
1950, afirmaba la compatibilidad del cristianismo con el origen del cuerpo
humano a partir de otros vivientes, prosiguió con estas palabras: "no se
crean obstáculos a partir de una fe rectamente comprendida en la creación
o de una enseñanza, correctamente entendida, del evolucionismo: la
evolución, en efecto, presupone la creación; la creación, en el contexto
de la evolución, se plantea como un acontecimiento que se extiende en el
tiempo -como una creación continua-, en la cual Dios se hace visible a los
ojos del creyente como Creador del Cielo y de la Tierra" (El texto de esa
alocución, del 26 de abril de 1985, se encuentra en "Documentos Palabra", DP-122, 1985, p. 147).
En un mensaje dirigido a la Academia Pontificia de las Ciencias el 22 de
octubre de 1996, Juan Pablo II afirmó que la teoría de la evolución es hoy
día algo más que una hipótesis, y añadió que una interpretación filosófica
de la evolución que no deje lugar para las dimensiones espirituales de la
persona humana chocaría con la verdad acerca de la persona y sería incapaz
de proporcionar el fundamento de su dignidad ("L"Osservatore Romano", 24
de octubre de 1966, págs. 6-7). |