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Religión

 


La religión,
¿es un asunto público o privado?
Antonio Orozco
Escritos Arvo. Noviembre 1995


 

Hace un rato, se oían por una emisora de radio de ámbito nacional las declaraciones de un miembro del Gobierno que decía unas cosas muy sensatas y otras -al menos dos, a mi juicio, que es el muchos millones de personas en todo el mundo- no tanto. Una de éstas es la siguiente: «con los católicos de a pie, con las monjas, etcétera, me entiendo muy bien. Los Obispos son dogmáticos; por eso no es fácil entenderse con ellos». Segunda: «la religión es algo privado, muy íntimo», que no debe influir en las decisiones políticas (el entrecomillado, dicho en un tono casi intimista y convincente). 

Primera cuestión: los Obispos son dogmáticos. Enorme descubrimiento. ¿Quién no sabe que el Cristianismo se funda en dogmas y que sin ellos no sería sino un movimiento político, social o cualquier otra cosa, buena o mala, pero no el Cristianismo? Sólo quien no sepa ni el abc del Cristianismo. Ignorancia grave, para quien vive en Occidente, donde las raíces de la civilización y de la cultura son eminentemente cristianas. Y, si se quiere completar el aserto, también estimuladas por un modo de discurrir que tiene su comienzo histórico sobre el siglo V antes de Jesucristo, en Grecia. Me refiero al modo de utilizar el intelecto que llamamos lógico o racional.

NO ES NECESARIO «VER» PARA SABER

A mí no deja de asombrarme que en todos los triángulos planos -de cualquier especie o dimensión- la suma de los tres ángulos sea invariablemente dos rectos. Me resulta increíble a primera vista. Pero en el instante en que el maestro me pone en uno de los vértices, la paralela al lado opuesto, me maravillo de que efectivamente, lo dicho sea absolutamente cierto e innegable. Sólo puede negarlo quien ignore este sencillo paso discursivo, que hacen sin la menor dificultad los niños que asisten a las primeras clases de geometría. ¿Hemos visto todos los triángulos habidos y por haber? Imposible. Sin embargo, ninguna persona con un mínimo de cultura, dudará de nuestra conclusión. No está basada en experimentos, porque no están al alcance de nuestra mirada ni de nuestra imaginación todos los triángulos reales o posibles. Pero para conocer verdades, pocas veces es necesario "verlas". Basta inferirlas (deducirlas correctamente) de otras ya conocidas con legítima certeza. Yo no he "visto" ningún campo magnético y sin embargo sé que existen. No he visto el Museo del Louvre, ni la derrota de Napoleón en Waterloo. Sin embargo, son cosas que tengo por ciertas, sin temor alguno a errar, como sucede a toda persona con un mínimo de cultura general.

No hacer falta "ver" para "saber"; basta conocer alguna verdad de la que se infiera otra, para obtener certeza de la segunda. Toda la ciencia depende de este modo de discurrir. Quien no esté dispuesto a pensar de semejante manera, debería prescindir de ella (con todas sus consecuencias en los avances técnicos); y hasta fácil -aunque injustificadamente- podría llegar a afirmar, que la ciencia y los adelantos de la técnica, la Medicina, la Arquitectura, las Matemáticas, la Física, la Biología, la Economía, la Demografía, la Dermatología, etc., son cuestiones "privadas", "íntimas", que la sociedad, los políticos, las amas de casa, los presuntos profesionales deben olvidar a la hora de tomar decisiones que afecten a los demás, porque enseguida que volvemos la primera página de sus tratados, ya nos hablan de cosas y de leyes que jamás hemos visto ni seguramente veremos en nuestra vida.

Pues estamos en el mismo caso de ignorancia o desatino, cuando alguien dice que la religión es un asunto del que se puede o debe prescindir en la vida pública y en las aulas, por tratarse de un asunto exclusivamente "íntimo" y "privado". Como si la religión no estuviera en la base de toda cultura; como si, en particular el Cristianismo no estuviera en el fundamento y en el alma de toda la civilización occidental. Cualquier historiador mínimamente documentado podría demostrado hasta la saciedad. Como si fuera lo mismo la sociedad con religión o sin religión.

Religión es una palabra que indica la relación justa de la criatura racional con su Creador. Sin la relación vital con Dios que nos mantiene en la existencia, sencillamente no existiríamos. Y esta es una verdad que tanto los mejores pensadores de Occidente como los pueblos más primitivos han conocido con certeza, aunque no pocas veces con mezcla de errores sobre el "ser" y el "modo de ser" de la Divinidad. A Dios no se le ve. De acuerdo. Pero, ejercita un momento tu capacidad de razonar y verás que la evidente existencia del universo, de ti mismo o de la más pequeña cosa, te conduce fácil y necesariamente a la existencia de Dios Creador.

POR QUÉ DIOS EN LA PRÁCTICA

El profesor Jude Dougherty (decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica de America, Washington), planteaba de nuevo, recientemente, en una Universidad española, la compatibilidad entre fe y razón. Ilustraba que el conflicto entre ciencia y religión «o entre fe y razón, es un invento. No hay nada -añadía- en la ciencia contemporánea que ni tan siquiera sugiera que no hay Dios». Apuntaba a continuación, lo que aquí ya hemos dicho: «la estructura mental que hay que emplear para hacer ciencia es la de inferir desde un efecto visible la existencia de una causa invisible; este proceso de la ciencia es exactamente el mismo que hay que utilizar para buscar a Dios. No se puede hacer ciencia sin esta estructura mental, as! que un científico tiene exactamente el tipo de mentalidad que le llevaría a encontrar a Dios».

Dios es un Ser fácilmente cognoscible. Basta utilizar la razón como la usa el científico, aunque el objeto de la búsqueda sea otro. Basta utilizada como la utilizan todos los hombres y mujeres que son capaces de "inferir" de una verdad (por ejemplo, "uno y uno, dos"), otra: "dos y dos son cuatro" (por consiguiente, dos mil y dos mil son cuatro mil, etcétera).

Discurriendo de este modo un poco más, llegaríamos a ver claramente que sin admitir la existencia de Dios, tampoco se puede admitir la existencia de la libertad, con la consiguiente responsabilidad personal, ni la existencia de derechos personales inalienables, ni tantas cosas que se encuentran en la base y desarrollo de nuestra cultura. Que Dios, y en consecuencia, la religión, se margine de la vida social y académica, es sencillamente un despropósito de tal calibre que sería difícil de concebir, si no fuera algo tan evidente que hasta se proclama a todos los vientos desde las más altas instancias del poder político.

ASÍ SE EXPLICA

Así se explica, por lo demás, que no se sepa razonar por qué el terrorismo es una gravísima injusticia, por qué se debe prohibir la droga, aunque mate; por qué es malo -no sólo desde el punto de vista económico- que el índice de natalidad de nuestro país esté en 1,2. Menos se entiende aún por qué debemos estar sometidos a un Gobierno determinado, aunque haya surgido por mayoría de las urnas, o al Poder judicial, si cada uno de sus componentes y en su conjunto no son más que una combinación -exquisita, eso sí- de átomos de hidrógeno en azarosa evolución.

Por qué la vida, por qué la muerte, por qué la libertad, por qué la democracia, por qué los derechos humanos, por qué tantos siglos de religión viva -sobre todo en los momentos estelares de la Humanidad-, si la religión es una patraña, o a lo más, un asunto tan privado que no merece un lugar en la escuela, al lado de la Física, la Biología, la Matemática, la Historia... ¿Qué Historia van a aprender nuestros pequeños ciudadanos? La de Occidente no, porque ésta lleva veinte siglos escribiéndose de una manera o de otra con la sangre de Cristo, de sus mártires, de sus apóstoles, de sus pontífices y de millones de mujeres y de hombres que han vivido de la fe cristiana hasta en los menores detalles y han enseñado a leer y a escribir a Europa entera. ¿Qué Historia van a aprender, si la Iglesia, por ejemplo, está en el origen y en el alma de la Universidad? ¿Qué sentido del deber, de libertad, de solidaridad, del mundo, del cosmos, de sí mismos... van a adquirir las mujeres y los hombres de mañana? ¿De qué cultura van a vivir? ¿Por qué escandaliza a los promotores de la privatización de la religión, la proliferación de neonazis, de cabezas rapadas, etcétera, etcétera? Analicen seriamente los vientos sembrados y quizá se expliquen esas tempestades de consecuencias imprevisibles.

SI DIOS NO EXISTIERA

Supercélebre es la sentencia "si Dios no existiera, todo estaría permitido". Por más que moleste, esta aseveración -incluso se ha calificado de "perversa" -, es válida. Es falsa, porque Dios existe. Pero si nos ponemos en la absurda hipótesis de que no exista, es rigurosamente lógica. ¿Por qué, si no, la Declaración de los Derechos humanos es tantas veces papel mojado, cuando contiene afirmaciones tan sensatas y fecundas? Sencillamente, porque en la Declaración no se explica el fundamento de lo que se afirma por ninguna parte. Se afirma que toda persona humana es sujeto de derechos inalienables, pero ¿dónde se apoya esta afirmación, cuál es su razón profunda? ¿Está en la firma de los representantes de las Naciones? ¿Está en su forma democrática de elaboración? ¿Está en los sentimientos, tan volubles? ¿Está en un dudoso motivo utilitarista?

No se lee en ninguna parte de la Declaración una razón satisfactoria -de tanto artículo que exige sacrificios personales sin cuento. ¿Por qué he de respetar la vida de todo ser humano, como dice la Declaración? Respetaré las que me resulten simpáticas, como hacen algunos gobernantes presuntamente "democráticos". Se declaran demócratas (habrían de defender los derechos elementales de todos los ciudadanos) y a la vez promueven el homicidio de inocentes (siempre que no hayan nacido todavía o que no tengan voz para defenderse, siempre con algún límite, claro es). Y ambas cosas, a veces, en el mismo discurso, al mismo tiempo. Si los derechos humanos no tienen otro fundamento que un papel firmado por unos cuantos, no es de maravillar que a menudo se encuentre mojado, empapado, diluido en el océano de las pasiones individuales o sociales.

LOS OBISPOS SON DOGMÁTICOS

En cambio, lo que dicen los Obispos, cuando hablan de lo que les incumbe, sé en nombre de quién hablan. Hablan en nombre de Jesucristo, que es un hombre de carne y hueso, que vivió en un lugar y tiempo rigurosamente históricos; que dijo de sí mismo que era Dios y para probarlo se comprometió a resucitar después de su muerte en cruz. Y lo hizo. Y su resurrección es un hecho histórico, que ningún historiador puede negar, porque hay más testigos fiables que los que tienen otros hechos que cualquier profesor de Historia jamás se atreverá a negar.

Y ese Dios hecho hombre, una vez resucitado, dijo a sus primeros discípulos: «Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16,15); «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19). El Cristianismo es algo muy íntimo, sí, tanto que afecta a la vida de toda la persona, en su integridad; y como la persona es un ser esencialmente social, el cristianismo es una religión eminentemente social, lo más ajeno a un "asunto meramente privado". Pero el apostolado no es una invasión violenta, sino una invitación llena de respeto y amor a la libertad. Nadie se siente violentado al ser invitado a una fiesta.

El Papa y los Obispos existen y tienen legitimidad en cuanto que son sucesores de los Apóstoles, continuadores de la misión que ellos recibieron de predicar -pública y privadamente- el mensaje de Jesucristo. El cual, en determinados puntos, no ha sido dejado a la libre discusión de las gentes. Lo libre es la fe. Dios, creador de nuestra libertad, es su primer defensor y, a la vez que nos revela su Ser y su designio de salvación, quiere que acojamos su Palabra, no por imposición ni coacción de ningún género, sino con toda la fuerza de una voluntad libre; ilustrada por la luz de la razón, asistida, a su vez, por la superior luz de la gracia divina (la luz de la fe). Profesar la religión católica o es un acontecimiento íntimo y libérrimo, o no es nada. Pero la religión católica, siendo en todos sus puntos muy "razonable" (porque podemos razonar siempre por qué creemos), se apoya en verdades no vistas, aunque ciertísimas, indiscutibles dentro de la fe. Esto quiere decir "dogma", en cristiano: una verdad que se conoce no porque se vea, sino porque nos la ha revelado Dios -y consta que es así- y ha sido transmitida por alguno de sus enviados (Apóstoles y sucesores, y, de algún modo, todo cristiano educado en la fe). Entonces, los Obispos tienen una autoridad superior a la mía, porque su palabra de Obispo viene de alguien que es más que él y que yo, Dios.

LA FE ES RAZONABLE

La fe no es irracional. Todo ser humano llega al desayuno habiendo hecho muchos actos fe, en lo que oye por la radio, en lo que lee en la prensa, en lo que le ha dicho su cónyuge, su padre o su hijo. Todo alumno de Biología debe empezar haciendo muchos actos de fe en su profesor. Así avanza, y algún día podrá comprobar por sí mismo algunas cosas creídas. Es muy razonable que sea así, no hay otra manera de proceder. El maestro que no haya pedido actos de fe en él a sus discípulos, que levante la mano. Sin embargo, la Biología es un asunto público. Privar a un ciudadano de los conocimientos básicos de la Biología, sería una gran injusticia, como injusto es, sobre todo en nuestra civilización y en nuestra cultura, pretender y promover con hechos la reducción de la religión a un asunto privado.

Es cierto que los cristianos muchas veces no somos santos, pero debemos serlo. Ojalá nos llamaran pecadores, pues lo somos, todos lo que andamos por estos pagos. Pero "tolerantes" hay (con un concepto muy peculiar de tolerancia), que llaman al Papa "fundamentalista"; y algunos sabihondos nos llaman a los que seguimos al Papa, “sectarios” y “dogmáticos”. No ven que no es lo mismo "fundamentalismo" que tener fundamento sólido, porque la religión cristiana se sostiene en primer. lugar en la razón; y en segundo lugar, en la revelación divina, cuya plenitud se encuentra' en Jesucristo.

"Sectarios y dogmáticos". He oído también en medios de gran audiencia, que la Iglesia es una "secta"; y, en otras ocasiones, se dice lo mismo de alguna de sus instituciones jerárquicas, sin advertir que "secta" significa, por lo que hace al caso, división, separación, encapsulamiento, autosegregación. Sin embargo, de todos es sabido, que entre los dogmas fundamentales de la Iglesia católica están los siguientes: "Dios es Amor"; todo ser humano ha sido creado a su imagen y semejanza, y llamado a la condición de hijo de Dios. En consecuencia: fraternidad universal, bien fundamentada; exigencia de solidaridad universal, bien razonada; amor hasta a los que nos. odian, por imperativo no filosófico sino del Amor de Dios. Objetivo: que todos los hombres y mujeres, sin discriminación alguna, conozcan la Verdad y sean "uno" en ese Amor, principio y fin, que da sentido -bien luminoso, por cierto- a la vida entera y a la muerte. O sea, que de fundamentalismo, nada; de sectarismo, nada; de dogmatismo, el indispensable para responder adecuadamente al Amor de Dios, para fundamentar el amor a todos y servir al bien común (que es el de todos, sin discriminación); para respetar incluso a los que nada respetan.

 



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