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Sobre el pudor
Salvaguardar la libertad


 

Una expresión esencial de verdadera humanidad es el pudor, y también lo son la modestia y la sencillez. El pudor salvaguarda la persona de una consideración equivocada, "mantiene el silencio o la reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte en discreción". Responde a una inclinación natural de la persona, creada por amor y para amar y, por tanto, como sujeto de donación, no como objeto de apropiación. De ahí la resistencia natural a mostrar la intimidad, que sólo decae de modo coherente en un contexto de amor y de entrega personal, en el que se garantice el respeto a la propia dignidad. Por el contrario, hacer pública la intimidad corporal o personal es tanto como renunciar a ella. Conlleva un  daño grave en la conciencia de la propia dignidad y, por consiguiente, una disminución de liberta. Al abandonar la custodia de la intimidad se trivializa el misterio que esconde la persona, se ofrece a la curiosidad de los demás ese núcleo íntimo del que disponemos para entregarlo por amor, como acto supremo de libertad.

La exposición pública de la intimidad de las personas ha sido uno de los medios utilizados en los campos de concentración para someter la libertad. Sin embargo, ni siquiera esas prácticas llegan a dañar la dignidad si la persona no consiente. Sólo la voluntad puede disponer de ese espacio interior irreducible. No faltan ejemplos de mártires que han preferido dar la vida antes que perder la custodia de una intimidad que habían entregado a Dios. Valorar el pudor indica precisamente la conciencia de encerrar un misterio que no debe ser vulgarizado, de poseer una intimidad que merece ser bien guardada para poder donarla con integridad, exclusivamente por amor, en el matrimonio o en el celibato por el reino de los Cielos, según el don que corresponda a cada uno.

El pudor es una realidad natural cuya valoración social manifiesta un alto grado de cultura. Esa valoración responde al crecimiento de la sensibilidad del hombre. El impudor, por el contrario, está ligado a la falta de cultura que banaliza las relaciones humanas y desconoce el valor personal del cuerpo y su lenguaje.

También la discreción al hablar manifiesta una sensibilidad madura, que sabe reservar la propia intimidad espiritual y no la comparte con cualquiera. Ese modo discreto de disponer de uno mismo se opone a la ostentación y al la extravagancia de quien busca darse importancia, por falta de seguridad o por carencia de libertad interior, ya que revela una actitud dependiente de la opinión de los demás. La sencillez y la modestia son indicios de una personalidad libre, que no se limita a reaccionar ante solicitaciones externas, sino que se posee íntegramente, de modo que se hace capaz de una entrega total.

 



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