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OPUS DEI: documentos, artículos y
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El fundador del
Opus Dei y la Madre Teresa. Artículo recomendado ![]() ![]() Por Brian Kolodiejchuck, M.C., Postulador de la causa de canonización de la Madre Teresa de Calcuta |
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Autor: Milagros del Santísimo Sacramento
Categoría: Testimonios
Conocí a Mons. Escrivá de Balaguer aproximadamente en 1927, cuando era Capellán del Patronato de las Damas Apostólicas del Sagrado Corazón, en la calle Santa Engracia, 13 de Madrid. Recuerdo que don Josemaría era muy joven.
El Patronato lo fundó doña Luz Casanova, hija de la Marquesa de Onteiro. Con un celo y un espíritu de sacrificio muy grande, consiguió crear por todos los barrios de Madrid, en poco tiempo, más de cincuenta colegios para niños, donde se enseñaba la doctrina católica. Estos colegios eran semi-gratuitos.
Otra labor de las Damas Apostólicas era el Patronato de Enfermos en el que yo empecé a trabajar como Auxiliar de las Damas, en el año 1918 junto con otras chicas, jóvenes entonces.
Ayudábamos repartiendo comida a los enfermos y visitándolos por los barrios extremos de Madrid. Bastaba que nos avisaran por teléfono que había un enfermo necesitado, para que fuésemos a verle enseguida.
Recuerdo que en mi grupo estaban también Josefina Santos, Carmen del Portillo y Remedios González -estas dos últimas ya fallecidas- y más adelante Isabel y Magdalena Pla y Rosario, Emilia y Mª Luisa Zabaleta y algunas otras.
Con don Josemaría teníamos mucho contacto, porque iba también a visitar y a confesar a los enfermos que nos llamaban de los distintos barrios de Madrid, especialmente de Vallecas, de Tetuán de las Victorias y de Ventas. Les llevaba la Sagrada Comunión los jueves, en un coche que prestaban a doña Luz Casanova. Los otros días iba en tranvía, o andando, como pudiera. A veces con mal tiempo, porque lo mismo se atendía a los enfermos en invierno que en verano.
Don Josemaría era muy bueno, estaba siempre disponible para todo, jamás nos ponía dificultades.
Se interesaba mucho por todas aquellas personas y enseguida nos ponía al corriente de cómo estaban, de lo que necesitaban, de cómo podíamos ayudar a cada una y a quien convenía volver a visitar.
El apostolado aquel era muy penoso y difícil: había que ir por los barrios extremos de Madrid, donde no sabíamos si nos iban a recibir bien o mal. Se necesitaba mucho espíritu de sacrificio, sobre todo en aquella época anterior a la república.
A nosotras nos dieron un gran susto en una ocasión, en la que nos acorralaron muchas mujeres en el barrio de Ventas, para atemorizarnos y que dejáramos de ir por allí. Nos llamaban embaucadoras de conciencias. Otra vez, a varias Damas Apostólicas, en el barrio de Tetuán, las arrastraron por la calle, mientras les clavaban una lanceta de zapatero en la cabeza. Una de ellas, Amparo de Miguel, trató de defender heroicamente a las demás y le arrancaron el cuero cabelludo y la maltrataron hasta dejarla desfigurada.
Aunque no lo recuerdo, supongo que don Josemaría tendría algún percance de estos, porque el apostolado allí no era nada fácil.
También, en el Patronato, había otras labores, en las que me figuro que tomaría parte también don Josemaría: como preparar a futuros matrimonios y la catequesis de obreros. Seguramente, también confesaría a cientos de niños, porque los colegios era la gran labor de las Damas Apostólicas.
En la época en que don Josemaría era Capellán del Patronato, murió -en olor de santidad- Mercedes Reyna, una Dama Apostólica que había llevado una vida de sacrificio ejemplar: tenía los pies totalmente deformados y así iba a visitar a los pobres, por los distintos barrios. A don Josemaría le impresionó mucho. Estuvo pensando en escribir su vida, pero después no llegó a hacerlo, me parece.
A nosotras, nos llamaba la atención como don Josemaría iba a rezar a su tumba. Por entonces, comentábamos que veíamos a don Josemaría cada vez más recogido. Se conoce que pensaba en la Obra que Dios le pedía que hiciera.
Aunque por el Patronato pasaron varios capellanes, y desde entonces ha pasado mucho tiempo -yo ya tengo 79 años-, al que más recuerdo es a don Josemaría porque era muy fervoroso, muy alegre y simpático. Le queríamos mucho y estábamos a gusto con él porque siempre solucionaba los problemas, ayudando.
Mientras el Padre era Rector del Patronato de Santa Isabel, me enteré por Carmen Portillo, íntima amiga mía que su sobrino Álvaro se iba con el Fundador de la Obra. Se trataba de una vocación clarísima y su madre no solo no se opuso sino que recibió la noticia agradeciéndoselo mucho a Dios Nuestro Señor; también ella era una mujer muy santa. La madre de Álvaro se había quedado viuda durante la guerra civil española.
Yo, durante la guerra civil estuve un año en una checa. Luego, en 1940 ya me metí Carmelita Descalza y perdí el contacto con muchas personas. Ahora estoy en el Convento del Corazón de Jesús y la Virgen del Carmen en Montemar, Torremolinos.
Muchos años más tarde, volví a tener noticias de D. Josemaría por un sobrino mío, sacerdote Numerario del Opus Dei: Fernando Maycas. Por él supe que el Fundador de la Obra me recordaba y, cada vez que estaba con él, le pedía el Padre que me escribiese de su parte y que me pidiese oraciones. Don Josemaría demostraba una fe absoluta en el poder de la oración y pedía con insistencia que se rezara por él. Yo así lo hacía.
Cuando en el Carmelo de Montemar nos enteramos de la muerte de Mons. Escrivá de Balaguer sentí tristeza y a la vez alegría. Pensé en tantos miles de hijos del Padre que sentirían un vacío inmenso y al mismo tiempo su ayuda y su protección, aún más eficaz porque ahora el Padre estará cerca de cada uno de ellos. Y sentí la alegría de saber de boca de otras personas lo que yo ya pensaba: que el Padre es un gran santo.
Pasó por nuestra Casa y estuvo unos días el Padre Víctor, Carmelita que vive en Roma, de mucha autoridad, un canonista muy célebre y que fue Consultor de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, y nos explicó lo hermosa que había sido su muerte, trabajando hasta el último momento y predicando la palabra de Dios. Precisamente en la última plática que había tenido en un Centro de postgraduadas pertenecientes a la Obra y que viven en Castelgandolfo, el Padre les había animado a comportarse siempre como personas que tienen alma sacerdotal porque solo así serían instrumentos eficaces en el Opus Dei para servir a la Iglesia y al Papa. Y había muerto, como le había pedido a Dios siempre sin dar demasiada guerra a los que le rodeaban. Y el Señor se lo había concedido.
También estuvo en nuestro Carmelo un santo sacerdote de Avila, que tuvimos de Capellán y todo era ponderar el espíritu que tienen todos los que pertenecen a la Obra... Por fin esa ordenación sacerdotal que ha habido este año en Barcelona de 54 sacerdotes de la Obra que quieren serlo de verdad.
Puedo asegurar por lo que he visto y por todo lo que me han contado que los sacerdotes del Opus Dei son ejemplares. Van por supuesto siempre con sotana. Son como Mons. Escrivá decía que tenían que ser: sacerdotes por dentro y sacerdotes por fuera. Los seglares son también buenísimos; son las personas que más nos entienden y más caridad tienen con nosotras. Todos son edificantes, no hablan nunca mal de nadie y dan siempre buen ejemplo.
En estos tiempos en que tantas cosas que fueron santas se desmoronan, Dios ha suscitado su Obra con verdadero espíritu divino. La canonización del Padre redundará en mucha gloria de Dios. Se ha extendido por todo el mundo tan rápidamente, está dando tan buenos frutos que clama en voz alta que todo en ella es de Dios, aunque muchos -que quizá no son tantos- la contradigan porque la contradicción es una nueva señal de Dios. El Señor nos ha dicho por los frutos los conoceréis y los frutos del Opus Dei son hermosísimos.
Ante la evidencia del bien tan grande que Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás, Fundador del Opus Dei, ha hecho en el mundo con su vida ejemplar, llena de virtudes que ha sabido enseñar a vivir a tanta gente, y para que el Señor reciba la gloria que le es debida y por el bien espiritual del pueblo cristiano, pido se dé comienzo a la Causa de Beatificación y Canonización, convencida de la trascendencia tan grande que tendrá la resolución del Proceso para la Iglesia entera.
Milagros del Santísimo Sacramento, o.c.d.
En el siglo Margarita Alvarado Coghem
Torremolinos, 2-septiembre-1975
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