El combate de don Rodrigo con el moro Abdulá

 

Miguel Ángel Jordán (www.anecdonet.com)

 


ESCENA I

(En una habitación del palacio del príncipe moro. Personajes: el príncipe, su secretario, un guardián, consejeros, esclavos.)

 

Secretario: Señor, las tropas de los cristianos rodean la ciudad, nuestras murallas son fuertes y pueden resistir los asaltos, pero si no podemos salir pronto nos faltarán los alimentos y moriremos de hambre.

 

Príncipe: No entiendo como unos pocos cristianos pueden dominar a mi poderoso ejército. Nosotros somos más numerosos y mis soldados están perfectamente adiestrados en el manejo de la espada. ¿Qué es lo que anima a esos castellanos a luchar con tanta fuerza?

 

Secretario: Hay un joven cristiano llamado Rodrigo Díaz, procedente de Vivar al que todos siguen, cuyas palabras devuelven el ánimo a los soldados y cuya presencia despierta en ellos una fuerza incontenible.

 

Príncipe: ¡Exageras! Seguramente será uno de esos caballeros que ha tenido suerte en alguna batalla y al que todos adoran como si fuera un dios. Me gustaría ver a ese Rodrigo luchando con unos de mis guerreros. Por Alá que le cortaría la cabeza antes de que pudiera invocar a uno de sus santos.

 

Consejero1: Majestad, he oído hablar de ese cristiano, y sé que ha vencido a grandes príncipes musulmanes, como vos.

 

Consejero 2: Es conocido por nuestra gente como el Cid, y vos sabéis que tan sólo se da ese título a los que han demostrado su valor de una manera evidente.

 

Príncipe: Eso son tonterías, cuentos de las mil y una noche que se les dicen a los niños para asustarlos, pero la realidad es que mis guardianes son los más fuertes, y que nadie puede vencerlos. ¡Abdulá!

 

Guardián: ¿Señor?

 

Príncipe: ¿Estarías dispuesto a combatir con ese cristiano?

 

Guardián: Estaría dispuesto a arrancarle los ojos y a cortarle la lengua si es ese tu deseo.

 

Príncipe: ¿Escucháis? Estos son mis soldados.

 

Consejero 3: Si  tan seguro estáis de vuestros hombres, ¿Porqué no retar al rey de los cristianos a un combate en el que se decida el dominio de la ciudad? Su mejor hombre contra el vuestro.

 

Príncipe: Por los ojos de Alá, eso haré. Mohamed, ¿no querías una solución para finalizar con nuestro aprisionamiento? Pues ahí la tienes: su querido Cid luchará contra nuestro gran Abdulá.

 

Secretario: ¿Estáis seguro de lo que decís? Pensad que el Cid es un caballero muy valeroso y de gran fuerza.

 

Príncipe: Nadie puede con Abdulá. ¿No es cierto?

 

Guardián: Confiad en mí, tendréis la cabeza de esa comadreja. Enviad un mensajero a su rey y decidle que su pequeño Cid va a entrar en la historia antes de lo previsto.

 

ESCENA II

(En la tienda del rey de Castilla. Personajes: el Rey, sus consejeros, soldados)

 

Rey: Decidme consejeros, ¿cuál es el estado de la contienda?

 

Consejero 1: La ciudad está rodeada, nadie puede salir ni entrar en ella sin ser visto y detenido por nuestros soldados.

 

Rey: ¡Bravo! Nuestras tropas se comportan heroicamente. No cabe esperar menos del ejército castellano. Contadme, ¿ha habido algún hecho digno de mención, hay algún guerrero que destaque por su actuación?

 

Consejero 2: Sí, majestad.

 

Rey: ¿De quién se trata?

 

Consejero 2: De quién va a ser sino del insigne caballero Don Rodrigo Díaz de Vivar. El sólo por su mano ha derribado a cientos de enemigos, y su presencia en el campo de batalla da ánimos a todos nuestros hombres.

 

(Entra un vigilante)

 

Vig: Majestad, una comitiva del ejército enemigo pide ser recibida por vos.

 

Rey: ¿Van armados?

 

Vig: No majestad.

 

Rey: Dejarles pasar.

 

 

(Entran el secretario y dos consejeros)

 

Secretario: "Salam alecum"

 

Rey: Alecum salam, ¡Salud! ¿Qué noticia queréis trasmitirme?

 

Secretario: Majestad, el príncipe Alfasar os envía saludos y desea haceros una proposición que disminuya la duración de la batalla y el número de muertos de ambos ejércitos.

 

Rey: Interesante propuesta debe ser esa. Continuad, cuál es la oferta que aliviará vuestros sufrimientos.

 

Secretario: También los vuestros, majestad.

 

Rey: Es posible, pero por favor continuad.

 

Secretario: Sabido es por todo el mundo que entre vuestros hombres y los nuestros se encuentran los mejores guerreros de nuestros días. Por ello su majestad el príncipe Alfasar piensa que es una lástima derrochar sus vidas y os propone un combate que decida el fin de la batalla; nuestro mejor hombre contra el vuestro.

 

Rey: Entiendo… deseáis jugar toda la guerra a un pergamino. ¿Puedo preguntaros quién sería vuestro guerrero?

 

Secretario: ¡Abdulá!

 

(Entra)

 

Guardián: ¿Llamabas?

 

(Todos se asombran)

 

Consejero  A: ¡Buen guerrero, pardiez!

 

Consejero 1: Es nuestro mejor guerrero. ¿Cuál es el vuestro?

 

Rey: No sabría que decir, todos ellos son admirablemente valerosos.

 

Consejero 2: Hemos oído hablar de un tal Rodrigo Díaz, caballero de poca edad pero de gran bravura, según se oye comentar.

 

Rey: Ah, sí, Rodrigo. Buen guerrero me han dicho que es, pero extremadamente joven como para encomendarle tan delicada misión. ¿No pensáis igual?

 

Consejero  B: No sabría que decir, majestad, don Rodrigo es fuerte, hábil, valiente, y sobradamente versado en el combate cuerpo a cuerpo.

 

Consejero  A: Quién sabe si podría repetirse el duelo entre David y Goliat.

 

Rey: No sé, me gustaría saber que es lo que piensa él. Por favor, llamadlo a mi presencia.

 

(Sale un consejero y entra Rodrigo)

 

Cid: ¿Majestad?

 

Rey: Rodrigo, el príncipe de la ciudad que hemos sitiado nos ha ofrecido decidir el fin de la guerra en un combate hombre a hombre entre su mejor guerrero y el nuestro. Mis consejeros piensan que vos deberíais ser nuestro representante, pero yo prefiero que seáis vos el que decida, debido a la importancia del asunto.

 

Cid: ¿Quién es su guerrero?

 

Guardián: ¡Yo!

 

(Se adelanta hacia el Cid, este prosigue sin inmutarse)

 

Cid: Con la ayuda del Apóstol Santiago, y con la fuerza de mi Tizona conquistaré la ciudad para vos, mi señor.

 

Consejero 2: ¿No os asusta vuestro contrincante?

 

Cid: Mayores enemigos he matado sin necesidad de desmontar de Babieca, mi caballo.

 

Secretario: Decidido está, pues. Fijad el día y la hora.

 

Rey: Mañana al atardecer.

 

Secretario: Así será.

 

(Salen)

 

ESCENA III

(Campo de batalla. Personajes: público en general)

(Entran el Rey, el príncipe y los acompañantes de ambos)

 

Rey: Príncipe Alfasar, ¿os dais cuenta de la importancia de este combate? Vuestra ciudad puede caer de un momento a otro.

 

Príncipe: No tengo ninguna duda sobre cuál ha de ser el resultado de este torneo, mi guerrero es simplemente invencible.

 

Rey: Sí, claro, ya veremos.

 

(Suenan las trompetas y entran los guerreros)

 

Público: Ahí llegan los combatientes.

             Mirad, ese es el Cid, nadie podrá derrotarle.

             Fijaos en el guerrero moro, parece un gigante

 

Juez: Situaros en vuestros lugares. No empecéis a galopar hasta que no suene la trompeta.

 

Guardián: Eh, cristianos, voy a matar a vuestro soldadito, le cortaré la cabeza y le sacaré los ojos, ¿Me oyes hormiga?

 

Cid: Hablas demasiado, Abdulá, y puede que te lleves una sorpresa.

 

Público: ¡Que empiece el torneo!

           Rodrigo, demuéstrale a ese fanfarrón cómo luchamos los castellanos.

 

(Suena la trompeta, los caballeros comienzan a aproximarse montados en sus caballos. Tras el primer contacto el Cid está a punto de caer, pero recupera el equilibrio y se dispone a continuar luchando. Vuelven a enfrentarse, esta vez los dos caen al suelo, se levantan y comienzan a luchar con las espadas. Tras unos momentos de pelea el Cid golpea a Abdulá en la cabeza, este cae y el Cid se dirige a cortarle la cabeza. Pone su pie encima del pecho del moro y mirando al  rey, habla)

 

Cid: Majestad, ¿que debo hacer con este infiel que ha osado a retar al ejército castellano?

 

Público: ¡¡Córtale la cabeza!!

 

Rey: Rodrigo, haced lo que creáis más conveniente. Tenéis derecho a matarle.

 

(El Cid levanta la espada y mirando al príncipe grita)

 

Cid: Príncipe Alfasar, habéis hecho mal al retarnos, ¿no sabíais que el ejército castellano está defendido por Santiago apóstol? ¿No sabíais que el orgullo del castellano es más peligroso que vuestras espadas? Y vos, Abdulá, aunque veáis al enemigo pequeño de estatura y corto de edad, no penséis que por ello ha de ser pequeño su coraje y corta su fuerza. (Al público) ¿Debo matarle?

 

Público: ¡¡Sí, mátalo!!

 

Cid: ¡No! No mancharé mi Tizona con la sangre de un vencido.

 

(Levantá a Abdulá, este se arrodilla mostrando agradecimiento. El Cid, mirándolo, dice)

 

Cid:

Abdulá, tú, gran guerrero

por un niño derrotado.

Mas no por eso yo quiero

que te sientas humillado.

No sabías lo que hacías

al retar a un castellano

pues no hay mejor caballero

bajo el cielo que un cristiano.

Y vosotros compañeros

grandes reyes y soldados

no olvidéis en vuestra vida

lo que yo hoy os he enseñado:

no hay más fuerte combatiente

que el que lucha con Santiago.

Y no hay guerrero más valiente

que el que a otro ha perdonado.

 

(Hace una reverencia al público)

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