El Velero Digital

OPUS DEI: documentos, artículos y testimonios
sobre el Opus Dei y su fundador

FAQ sobre el Opus Dei El Opus Dei y los Papas
El fundador del Opus Dei y la Madre Teresa.

Artículo recomendado
Descubrir a Cristo en cada hombre

Por Brian Kolodiejchuck, M.C., Postulador de la causa de canonización
de la Madre Teresa de Calcuta

[ Contenido | Buscar | Volver a El Velero Digital ]

Sor María del Buen Consejo Fernández Rodríguez (Agustina Recoleta)

Autor: Sor María del Buen Consejo Fernández Rodríguez
Categoría: Testomonios

Texto

Ingresé en la Comunidad de Religiosas Recoletas Agustinas el 17 de diciembre de 1926. Hice la profesión al año siguiente y tomé el hábito el 17 de junio de 1927 con 23 años.

Conocí al Padre en el año 1932. Los PP. Agustinos Recoletos celebraban la Santa Misa a la Comunidad, pero tenían lejos el Convento y a medida que se ponían las cosas mal en el país -sobre todo al proclamarse la República- era peligroso venir a pie por la calle hasta nuestro Convento.

Yo no sé de qué manera nuestra Madre Priora -Sor Vicenta María del Sagrario- pudo conocer al Fundador del Opus Dei, pero sí recuerdo el día en que reuniendo a la Comunidad, nos comunicó que había buscado un sacerdote que procedía de Zaragoza y estaba más cerca que los Agustinos y que vendría a diario a celebrarnos la Santa Misa. Así yo recuerdo que el Padre fue Capellán de nuestro Convento. Mis recuerdos llegan sólo hasta 1935 porque en este año me fui destinada a Brasil.

Vivió el Padre en la Casa Rectoral, que es la que perteneció a don Juan Alba, habilitado el primer piso para Colegio de niñas, que regentaban las Religiosas de la Asunción, y el piso de arriba habilitado como vivienda para el Rector. Vivía el Padre con su madre y con una hermana. Tenía también otro hermano pero era tan joven que solo tengo una vaga idea de haberlo visto. A la madre la recuerdo de verla en la Iglesia: era alta, más que su hija, y tenía que ser muy buena porque de lo contrario no se explica que tuviese un hijo así. La explicación, a mi juicio, estaba en los padres: ahí están los cimientos más profundos.

Cuando ya estaba a punto de marcharme a Brasil fui a despedirme de la familia de don Josemaría. Me las presentó y estuve un poquillo de tiempo. Sé también que por el piso venían muchos chicos jóvenes: que don Josemaría los reunía para darles formación y que vivían una vida muy austera y sacrificada. Su familia colaboraba, cediéndoles la comodidad y facilitándoles lo más que podían la labor sacerdotal de don Josemaría.

Yo recuerdo al Padre como un sacerdote ejemplar, muy fervoroso, con grandísimo recogimiento, que hacía compatible con la naturalidad y la alegría. Era extraordinariamente alegre y todavía recuerdo su manera de reírse, quitando importancia a las cosas, serenando el ambiente.

Era el Padre un sacerdote que vivía de fe: estaba lleno de Dios y, por eso, cerca de Dios y a la luz divina resolvía acontecimientos y situaciones. En su sacerdocio se hacía patente su intensa vida interior.

Especialmente en el Padre era patente -tangible diría yo- su amor a la Eucaristía. Esto tuve ocasión de comprobarlo a diario en la celebración de la Santa Misa, en los actos eucarísticos de culto que teníamos en la Iglesia y cuando administraba la Comunión a las enfermas.

Yo como enfermera, tenía asignado el encargo de acompañarle. Como se hizo peligroso que los sacerdotes saliesen a la calle -era lo que se hacía hasta la República- las Religiosas hicieron construir un pasillo interior, entre la Sacristía y el altar mayor, en donde estaba la Virgen del Buen Consejo.

Al terminar la celebración de la Santa Misa, mientras la Comunidad hacía la meditación, el Padre pasaba por el coro bajo al ante-coro y de ahí a la Sala de Reyes donde estaba la escultura de Santa Gertrudis y de la que el Padre guardaba un precioso recuerdo. Había comentado cómo el artista, ingenuamente, había expresado el amor de esta Santa por el Señor colocando en su corazón la imagen del Niño Jesús. Desde la Sala de Reyes se pasaba a un pasillo a donde daban las celdas de las Religiosas.

Durante mi permanencia en Santa Isabel, el Padre administró dos meses seguidos la Comunión a una monja enferma: algunas veces eran varias.

A mi me parecía don Josemaría como esos cuadros que he visto de San Cristóbal que llevaba sobre sus hombros al Niño Jesús y su peso le hacía inclinarse. El Padre arropaba el portaviáticos en donde llevaba las Formas necesarias, contadas, con el paño de hombros y apoyaba con gran amor el Santísimo Sacramento sobre su pecho. Iba el Padre recogidísimo, en oración, completamente distinto de como estaba a la vuelta cuando las monjas le enseñábamos alguna parte del Convento que al Padre le gustaba especialmente: el Relicario y el claustro.

Del Relicario ha hablado siempre el Padre con mucho cariño porque tenía gran amor por las Reliquias de los Santos y de los Mártires y se entretenía mirándolas, seguramente haciendo también oración.

Estas partes ya no se conservan. El terreno donde estaba el Relicario es actualmente del Convento de la Asunción. Y quedó totalmente arrasado por los comunistas durante la guerra civil y solo queda en el mismo lugar que ocupaba antes -aunque totalmente reconstruido- el coro bajo y alto, con excepción de la reja, la sacristía -algo reformada-, el refectorio y los claustros, también algo reformados.

Conservamos el reclinatorio del presbiterio donde el Padre rezaba y hacía la meditación. A las ocho en punto comenzaba la celebración de la Santa Misa, que celebraba siempre con gran fervor. Antes y después de la Misa el Padre escuchaba confesiones. Aunque la Iglesia nuestra no suele estar frecuentada, solía venir un grupo de chicas que tenían dirección espiritual con el Padre y seguramente acudían por eso aquí para confesarse.

El Padre oficiaba también para la Comunidad el Ejercicio de las Cuarenta Horas, durante los tres últimos días de la Novena a Santa Rita y guardamos también como reliquia el terno que llamamos de los ángeles y que era el que usaba el Padre.

Ya he dicho que en el año 1935 yo pude irme a Brasil. Allí -bastantes años más tarde- por medio de unas chicas del Opus Dei conocí Camino, y cuando caí en la cuenta de que lo había escrito el Padre se lo regalé al sacerdote Capellán nuestro, que celebraba sus Bodas de Plata. La lectura de Camino me ayudó mucho. Y al leerlo, yo les decía a las monjas: Este libro dice lo que el Fundador de la Obra vive: Así es él: fervoroso, alegre.

Confidencialmente expongo que estoy pidiéndole al Padre una gracia muy grande: él que es tan de Dios y ahora está en su presencia viéndole cara a cara ha de conseguir de Dios que yo también sea así: más del Señor, en mi oración y en mi entrega a mi vida de religiosa.

Sor María del Buen Consejo Fernández Rodríguez
Madrid, 3 de septiembre de 1975


Última modificación: sábado, 13 de septiembre de 2008 12:42

Opus Dei: documentos, artículos y testimonios sobre el Opus Dei y su fundador

Opus Dei al día

Volver a la página principal de El Velero Digital

Conocer el Opus Dei. Artículos de autoridades eclesiásticas en la prensa internacional en los años que rodean a la beatificación de Josemaría Escrivá por Juan Pablo II.

Opus Dei: opiniones de protagonistas. Testimonios de gran valor histórico. Recopilación de intervenciones de personalidades eclesiásticas entre los años 1975 (fecha de fallecimiento del fundador del Opus Dei) y 1990, muy cerca ya de su beatificación por Juan Pablo II.

Opus Dei: preguntas frecuentes

OPUS DEI: Universidad de Navarra

Iniciativas promovidas por personas del Opus Dei